Es nuestro caballo de batalla de cada día. Somos tentados porque nuestra naturaleza está tocada e inclinada a la tentación. Y no podemos evitarlo ni escapar a su peligro y fuerza. Enfrentarnos con nuestras propias fuerzas será firmar la derrota con antelación, porque estamos sometidos a su poder por el pecado.
Necesitamos la Gracia del Señor y la asistencia del Espíritu Santo para salir victorioso. No podemos caminar de forma individual sino juntos y agarrados al Señor. La oración será nuestra mejor arma, oración individual pero también comunitaria. Porque en la comunidad podemos poner en práctica también la actitud de la limosna y la caridad, y fortalecer nuestro espíritu en la renuncia y sacrificio por los demás.
Con ellas podemos encontrar el equilibrio y las fuerzas necesarias para mantenernos alejados y fuertes antes sus amenazas. Tentaciones que nos invitan a vivir bien y mejor sin preocuparnos de los que no lo pueden hacer. Tentanciones de pensar sólo en nosotros sin pensar en la necesidades de los demás. Y tentaciones que nos endurecen el corazón y lo hacen más egoístas hasta el punto de someter a otros en beneficio nuestro.
Por eso, Señor, te pedimos que no nos dejes caer en tentación y que nos des la capacidad de tener un corazón desprendido y generoso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario