Sé que debo esconderme Señor y no lucir mis dones o virtudes de Ti recibidas. Pero también sé de mi pobreza y de mis egoísmos. Muchas veces me resulta difícil esconderme ante un halago o piropo, y mis sentimientos se hinchan de vanidad y de codicia. No puedo reprimir, aunque no los quiera, mis egoístas sentimientos y emociones. Confieso, y Tú lo sabes Señor que soy un pecador.
No tengo otra alternativa que recurrir a Ti, Dios mío, y suplicarte humildad y discreción. No quiero premios ni halagos que me paguen mis humildes servicios, porque quiero hacerlos como correspondencia a Ti, y Tú, Señor, me los has dado gratis y sin condiciones. Y no para que te los devuelvas, sino para que redunde en beneficio propio mío. Porque cuando amo a tu estilo, yo, Señor, soy el primer beneficiado, pues la felicidad se esconde detrás de la generosidad del corazón.
Cuando soy reconocido, y eso, ¿qué voy a decir Señor?, me gusta, quedo pagado. Mis premios ya me han sido entregados. ¿Qué más voy a pedir? Experimento pobreza y descubro que no he actuado de forma gratis, pues he recibo en compensación el premio a mi egoísmo. Y quiero hacerlo gratis, tal y como Tú me lo has dado. Ayúdame, Padre mío, en el Espíritu Santo, a ser humilde, a tener fuerza y voluntad de no esperar premios ni privilegios, sino ser el más servidor y escondido de tus siervos.
Sólo por amor y amor y nada más. Necesito Señor tu Gracia para poder actuar y vivir así.
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