Sigo anonadado y perturbado por la grandeza de María. Na había reparado tanto como hoy el significado tan enorme y de tanto alcance que supone el Sí de María. Quizás, el reparar en su capacidad de elección, a ser libre, me ha dado el punto de reflexión sobre esa su Grandeza al responder con un Sí tan valioso, cómo que de él dependió nuestra salvación.
Si tenemos esperanza de salvación es porque María ha dado un Si a la petición de Dios, anunciada por el Ángel Gabriel, para que fuese la Madre de su Hijo predilecto. María ha entregado libremente su seno al Padre Dios para que en él fuese concebido, por obra del Espíritu Santo, su Hijo Jesús. No hay palabras humanas para expresar el agradecimiento a María.
Madre, gracias por tu entrega y tu respuesta afirmativa a la llamada de Dios. Eres la Madre que el Padre Dios ha elegido para en ti salvarnos. Y tú has respondido como una Madre, llena de humildad, de entrega y de disponibilidad hasta el punto de acompañar a tu Hijo hasta el pie de la Cruz. No salen de mi boca otras palabras que simplemente gracias.
¿Y cuál es mi respuesta ante tanto amor y entrega por tu parte? ¿Qué le respondo yo al Señor ante la llamada que Él me hace?
Madre, intercede como ya hiciste en Caná por todos nosotros, para que seamos buenos hijos y fortalecidos en tu presencia y compañía demos una respuesta comprometida y decidida en aceptar la Voluntad del Señor.
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