Quiero ir detrás de Ti, Señor, y Tú lo sabes porque lees lo más profundo de mi corazón. Pero también sabes las dificultades con las que tropiezos. Mi naturaleza pecadora me arrastra, tira de mí; mis apegos debilitan mi voluntad y mis apetencias, pasiones, sentimientos y emociones me confunden y me manipulan como si de una marioneta se tratara.
Soy un pecador Señor, y Tú lo sabes. Eso me da confianza, porque aún siendo así, descubre que Tú me quieres, pues no tiene otra significación el haber dado tu vida por mí, por este humilde, pobre y miserable hombre, que te falla y te deja en mal lugar cada día. Esa entrega tuya me anima a continuar y a confíarme en tus brazos.
Me da confianza y me infunde esperanza. Sí Tú que me conoces y sabes todo de mí, confías y apuestas hasta el extremo de haberte entregado a una muerte de cruz, ¿cómo no voy, por lo menos, hacer el esfuerzo e intentar responderte? Y en eso estoy. Sé que también eso lo sabes y eso me tranquiliza y da fuerza...
Pero soy consciente de mi humanidad pecadora y te pido tu Gracia, tu Aliento y tu Fuerza, porque sin ellas no sabré dar un paso con firmeza y con sabiduría, y menos vencer todas mis apetencias.
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