Mi vida es una constante tempestad. Hay olas de enormes dudas; hay olas de vientos huracanados que levantan murallas de apegos y apetencias que se interponen en mi amistad contigo. Hay olas de comodidades y placeres que me arrastran a mares plácidos, dulces y fáciles de navegar. Hay olas que me mecen y duermen acunándome en corrientes suaves, favorables, indiferentes y permisivas con todo aquello que satisface mis intereses.
Y, sin embargo, no me siento tranquilo. Esas olas, aunque aparentemente me duermen y tranquilizan, me golpean y me hacen daño. Dame Señor un corazón puro como el de los niños. Un corazón no contaminado capaz de ser ingenuo, verdadero y cargado de buenas intenciones. Un corazón abierto a la verdad e incapaz de mentir. Dispuesto a obedecerte sin dobleces ni hipocresías. Un corazón nuevo, vuelto a nacer del agua y del Espíritu.
Un corazón abierto a tu Voluntad y a renovarse constantemente en camino de perfección y madurez hasta llegar a Ti.
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