No me basta el agua de este mundo, ni tampoco los alimentos que sostienen mi cuerpo por cierto tiempo. Porque aunque son necesarios, son caducos y finitos. Sí, necesitamos alimentarnos y beber, pero esos alimentos y agua no nos dan vida eterna, y los hombres, los hijos de Dios, estamos invitados a vivir para vida eterna.
Hoy Jesús nos promete, en aquella mujer samaritana, un agua que brota en fuente para vida eterna, y esa es el agua que a mí, y supongo que a ti también, me interesa beber. Porque esa no caduca sino que mana y brota vida para vida eterna. Por eso, Señor, te pido me concedas el don de la fe y de la esperanza en tener confianza de alcanzar esa agua. Porque Tú eres el Mesía, Tú lo has dicho, que había de venir y has venido.
Hoy lo sabemos por tus apóstoles y discípulos que en la Iglesia nos han dejado tu Palabra y tu Promesa. Yo quiero decirte, como aquella mujer samaritana, a los pies del Sagrario, dónde moras en Cuerpo y Alma bajo la sustancias de pan y vino, que creo en Ti y quiero comer ese alimento que eres Tú mismo que te me das para sustento y alimento de mi vida eternamente.
Gracias Dios mí y no permitas que nada ni nadie me aleje de esa Fuente Eterna de tu Cuerpo y Sangre que permaneces para alimentarme y cuidarme por el recorrido de mi vida hasta que decidas la hora de regresar a Ti. Amén.
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