Señor, gracias por tu adopción como hijo tuyo. No merezco tal distinción, y menos ese Amor que Tú me das a cada instante de mi vida. Porque te he dado la espalda, rechazado e indiferente a tu llamada. No soy digno de ser considerado tu hijo, y sin embargo, Tú, Señor, me amas con locura, me abres tus brazos y esperas pacientemente mi regreso.
Quiero hacer lo mismo que hizo aquel hijo menor, el prodigo, que arrepentido y experimentando la aparente felicidad de este mundo falso e hipócrita, entendió que su verdadero lugar estaría en tu Casa, Señor, y levantándose humildemente y arrepentido emprendió el camino de regreso a tu Casa.
Dame, Señor, la Gracia y la sabiduría de descubrir ese hermoso camino de salvación a pesar de que sea duro y presente obstáculos, dificultades y sacrificios que, humillándome, sean luces y señales que me indiquen el camino de regreso.
La mejor opción es descubrir que no estaremos mejor en ningún lugar que en la Casa del Padre.
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