Tu vida deja huellas. Huellas buenas o malas, pero huellas que van dejando ese olor característico de tu bondad, tu buen hacer o mal hacer. Y se hace necesario conocerte para saborear y distinguir ese olor a buen sabor o a mal sabor que tu vida desprende. Lo imprescindible es levantarte, caminar y acercarte. Lo inmediato es conocer la situación y experimentar lo conocido.
Porque, si no experimentas un encuentro serio y profundo con Jesús, ¿cómo pretendes conocerlo y tener una opinión de Él por los demás? ¿Acaso te fías más de los demás que de Jesús? Por eso, Señor, me atrevo a pedirte que me des la Gracia y Sabiduría de conocerte cada día un poco mejor y, eso tratando de acercarme, poco a poco, a Ti. Y, como hizo Natanael, quedarme sorprendido y admirado de tu Bondad, tu Sabiduría y tu Misericordia.
Y lleno de tu Amor, Señor, proclamarte con mi vida y palabra a todos los rincones que me rodean y de mi vida. Proclamarte, Señor, en verdad y justicia con mi comportamiento, mi respeto a los demás, mi servicio y entrega a todos los que me solicitan y, sobre todo, mi paciencia y perseverancia.
Dame, Señor, la fe y esperanza de esperar tu venida confiado en tu Palabra. Porque, siempre cumples lo que prometes. Gracias, Señor. Amén.
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