Desde siempre, el hombre ha buscado la vida. En sus palabras tiene la vida y su corazón la ama. Siempre hay esperanza, decimos, mientras haya vida. La vida es la que sostiene nuestra esperanza y la fe la alimenta.
Porque, sin esperanza, mi vida, Señor, se muere, pierde todo su sentido y queda a la deriva y a merced del Maligno. Dame, Señor, la vida. Esa Vida que Tú tienes y salta a la Vida Eterna.
Pero, ayúdame también, Señor, a conocerte cada día mejor. Aparta de mí, Dios mío, la prepotencia de creer que ya te conozco suficiente y de que con eso me basta. No permitas, Señor, que me relaje y me crea ya santo y bueno. Sostenme, Señor, en la oración constante, en la escucha atenta de tu Palabra y en el alimento Eucarístico que me da la Vida eterna de permanecer junto a Ti, gozo y plenitud eterna.
Gracias, Señor, por tu presencia, por el hermoso regalo de tu Madre, María, dándonosla también como Madre nuestra. Porque, en ella, encontramos un ejemplo de seguimiento, de humildad y de conservar todas estas cosas, que nuestra razón no entiende, en nuestro corazón. Por todo ello, gracias, Señor.
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