¿Cómo has logrado, Señor,
este cambio nunca visto:
de Saulo, el perseguidor,
en Pablo, heraldo de Cristo?
Pablo muele en su molino
el antiguo Testamento,
Cristo le sale al camino,
le arrastra en su seguimiento.
Siempre la Iglesia recibe,
como un eco del Señor,
las cartas que Pablo escribe,
dictadas por el amor.
Infatigable viajero,
recorres la tierra entera,
apóstol y misionero
hasta el fin de tu carrera.
Como una flecha bruñida,
vas a la meta, de suerte
que sólo Cristo es tu vida,
y una ganancia la muerte.
Descúbrenos la victoria
de Jesús crucificado,
para compartir la gloria
del Señor resucitado. Amén.
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