Ten fe y no te preocupes tanto por ti y tu vida, ni le pidas a Dios salud, vive en Él y estarás sano. Porque, estando con Dios estarás vivo, seguro y eternamente feliz. Él es el camino, la verdad y la vida, así que estando en y con Él todo se andará bien. Eso fue lo que experimentaron aquellos discípulos cuando, alarmados por la tempestad que se había levantado en el lago, apelaron a Jesús para que les salvara.
Y, Jesús, siempre está pendiente, aunque aparente dormir. Él ha venido a eso, a acompañarnos en nuestro camino. Sabe de nuestras debilidades y miedos y conoce nuestros errores y fallos. Sabe que necesitamos ayuda y se nos ofrece para enseñarnos el camino, la verdad y la vida. Y dependerá de nosotros no desaprovechar esa oportunidad.
No nos empeñemos en crecer en la fe ni en tener fe. Simplemente, lo que tenemos que hacer es pedirla, porque, ¿no te has dado cuenta que no eres capaz - por mucho que sepas - de volver blanco ni un cabello de tu pelo? Se volverá blanco sin darte cuenta y sin que tú puedas remediarlo ni hacer nada. Todo es poder de Dios y a nosotros nos corresponde estar abiertos y disponibles a la gratuidad de su Gracia.
Todo depende de Dios y todo se hará por su Gracia. Por lo tanto, estar en su presencia y vivir en Él es la mayor seguridad de tu vida aunque se levanten todas las tempestades y peligros que nos puedan amedrentrar y atemorizar. Creamos en el Señor, sostengámonos firmes en Él y mantengamos nuestra fe perenne y perseverante. Para ello, pidamos y supliquemos que venga a nuestros corazones la fe en el Señor y, como prueba de nuestra disponibilidad e interés, vayamos en la barca de la Iglesia junto al Señor, confiados en que junto a Él superaremos la travesía de nuestra vida y llegaremos a buen puerto. Amén.
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