Se habla mucho de régimen y dietas alimenticias para mantener la línea y cuidar la salud. Se suele decir que el secreto de la salud es comer poco y bien. Es decir, lo necesario y de forma equilibrada. La abundancia no coordinada y bien medida trae consecuencias perjudiciales a la larga. Simultáneamente, complementamos estas dietas con ejercicios físicos que nos ayudan a mantener nuestro cuerpo oxigenado y en forma.
Pero, ¿y nuestra alma, no necesitamos cuidarlas? Si algo realmente de nosotros - nuestro ser - necesita cuidados es nuestra alma. Es lo más importante y lo que no muere. Por tanto, cuidarla para que no sea contamine con el pecado, que es lo que la mata, es de vital importancia. No nos servirá de mucho cuidar nuestro cuerpo, que al final se destruirá con los años, si dejamos morir nuestra alma por el pecado.
Y esa es nuestra oración de hoy, Señor. Pedirte para que nunca en nuestra vida nos apartemos de ti y nos fortalezcamos con el Alimento verdadero. Ese Alimento de tu Cuerpo y Sangre que nos da la Vida Eterna. Pidamos, pues, la Gracia de perseverar en la comunión del Pan Eucarístico. Amén.
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