Desde el momento que te reconozca pecador experimentarás la necesidad de buscar la Misericordia de Dios. Eso es lo que han experimentado todos los que se han encontrado con Jesús. Es el caso de Leví - Mateo - que nos narra el Evangelio de hoy. De recaudador de impuesto a repartidor de amor.
No acudirás al médico hasta que no te sientas enfermo y dolorido. De la misma forma, la enfermedad del alma - el pecado - y la más grave e importante, no buscarás curarla hasta que no descubras que es el pecado. Porque, el pecado acaba con la felicidad de tu vida, y no lo hace por un tiempo concreto sino para siempre, para toda la eternidad. ¿De qué te vale ganar esta vida - Mc 8,36 - si pierdes tu alma? ¿No has oído esta frase?
Se hace preciso, si buscas la felicidad, que descubras tu corazón y reconozcas tus pecados. Pecados que te separan del único Médico que te puede curar. Ese pecado que te lleva a mirarte a ti mismo y a pensar que tú, con tus propias fuerzas, indiferente al Amor de Dios, puedes alcanzar esa felicidad que buscas. Darte cuenta de tu necedad e ignorancia. Darte cuenta de tu pequeñez y tu debilidad es el primer paso para encontrar y seguir a Jesús. Así lo entendió Leví y así lo entienden todos los que le siguen.
Pidamos al Señor esa sabiduría de darnos cuenta de nuestros pecados y de lo importante que es limpiar nuestra alma de esa lacra mortal. Busquemos, pues, al médico que nos ofrece la Misericordia del Padre y nos perdona todos nuestros pecados. Amén.
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