Suele ocurrir que mientras no nos paramos a reflexionar no nos damos cuenta de nada. Y en el instante que lo hacemos tomamos conciencia que la vida es un soplo. Los años pasan volando y nos parecen instantes los años que hemos vivido. Pues bien, esta reflexión-oración va encaminada a tomar conciencia que nuestra vida es un viaje en tren, y que en cada estación podemos bajarnos y no subir más.
Por eso, en presencia del Señor, le imploramos que nos dé el coraje y la prontitud de estar siempre alerta y preparado. No vale para nada caminar si no hacemos camino para llegar. Caminar a lo loco sin saber donde vamos es caminar sin sentido. Necesitamos mirarnos y orientarnos en cada instante y en cada paso de nuestra vida.
Y el camino es saber donde nos podemos bajar. O mejor, tomar conciencia y pensar que cada estación del tren de nuestra vida puede ser la estación en la que tenga que quedarme. Eso nos ayudará a estar preparados. A llevar en el viaje lo necesario para que, en la parada, no nos sorprendan y estemos atento a abrir la puerta de nuestro corazón al verdadero y único Señor de la vida y la muerte.
Señor, ayudame a descubrir cada instante de mi vida, desde que me levanto hasta que me acuesto, que Tú estás invitado a mi casa, y necesito no dormirme, estar despierto para abrirte la puerta de mi vida. Porque Tú, Señor, lo que prometes lo cumples, y eres el Camino, la Verdad y la Vida.
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