Nos lo dice el Señor: Pedir y se nos dará; buscad y hallaremos, y tocad y se nos abrirá. No hay otro camino, porque el pobre y enfermo necesita pedir para salvarse. Por eso Jesús nos repite que Él ha venido para salvar a los pobres y curar a los enfermos. Habrá que ser de esa partida, pues estando en el lados de los ricos, suficientes y sanos no tendremos ninguna posibilidad de salvarnos. Tendríamos que salvarnos nosotros mismos. Y ya sabemos lo que somos.
No basta con mirar a nuestro derredor y ver como está el mundo. Enfrentamientos, miserias, injusticias, muertes y guerras por riquezas, posesiones, poder. El hombre es el mayor enemigo del mismo hombre. Millones de niños mueren cada año en el vientre de sus madres. ¡Verdugos!, sus propios padres. Pero lo pero es que no pueden pedir, porque no tienen a nadie a quien pedirle. Ellos son los más ricos y poderosos, pero su mundo se derrumba delante de ellos mismos y ven cerca el precipicio por donde van a caer.
Nosotros, los esperanzados en que Alguien nos salve seguiremos pidiendo, buscando y tocando, porque confiamos y esperamos que Jesús, Hombre de Palabra Eterna, no nos falla. En Él todo se ha cumplido, hasta la Resurrección, y por eso su Palabra es Palabra de Vida Eterna. En Él estamos salvados y en Él están puestas todas nuestras esperanzas.
Señor, danos la paciencia y sabiduría de insistir, de no desfallecer, de ser pertinente, constante y nunca dejar de tocar. Dame la fortaleza de permanecer sentado en el atrio de tu puerta esperando con paciencia a que Tú quieras responderme. Porque creo y tengo confianza en tu Palabra.
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