Hay muchos momentos que tu sangre es un volcán en fuego. La sangre fluye hirviendo por tus venas y tu corazón late a toda velocidad. Estás envenenado de furia y rabia. En esos instantes puedes cometer una locura y necesitas mucha paciencia y toda la ayuda posible del Ángel de la guarda. ¡Dios mío!, te sientes impotente y desorientado.
Hay, en esos instantes, una lucha entre el bien y el mal. Lo que, en verdad y justicia, debes hacer, y lo que tú deseas hacer. Sin lugar a duda que deseamos tomarnos la justicia por nuestra cuenta y rápido. Pero actuar en justicia y verdad requiere paciencia, serenidad y proceder justamente, pero con caridad y amor.
No es nada fácil, y ese fuego ardiendo debemos controlarlo para hacer justicia por amor. Nuestro Padre Dios nos lo da cada día, y por su Misericordia somos perdonados a cada instante. ¿Cómo no vamos nosotros a esforzarnos en perdonar? Sí, nos sabemos impotentes, pobres y necesitados de las fuerzas necesarias para hacerlo, pero tenemos al Espíritu Santo que nos fortalece y nos asiste.
Pidamos, pues, la Gracia del Espíritu para encontrar la forma de ser pacientes y apagar esa llama incandescente de soberbia y venganza, y alimentar el verdadero fuego del amor que Jesús ha venido a prender en nuestros corazones.
Recemos todos juntos un Padre nuestro... y parémosno unos segundo cuando pronunciamos... "así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden"...
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