Nuestra naturaleza pecadora no puede evitar el pecado. Somos monumentos del pecado y sólo la Gracia de Dios, por su Misericordia y Amor, nos puede limpiar de nuestros pecados. Por eso, nuestro Señor Jesucristo ha venido a salvarnos, porque estamos enfermos de pecados.
Sin embargo, al igual que nos pasa con nuestros padres - ¡qué desagradecidos somos! - a los que le debemos todo aquí en la tierra, perdemos la conciencia de gratitud a ellos hasta el punto que muchos son abandonados en residencias o asilos. Esta es la realidad que nos rodea. Los leprosos del Evangelio de hoy actualizan nuestra propia realidad. Somos monumentos de pecados.
Por eso, desde este rincón para orar cada día, hoy le pedimos al Señor perdón por nuestras miserias y fracasos y gracias por todo lo que somos y tenemos. Pero sobre todo, por los méritos de su Muerte con la que ha pagado el rescate de nuestra salvación. No queremos quedarnos en el camino y olvidarnos de regresar para darle, postrados a sus pies, las gracias por tanta Misericordia y Amor que nos regala la salvación eterna.
Salvación que no merecemos, pero que queremos agradecer aunque no tengamos conciencia de ello. Hoy, de forma especial, queremos pedirte Señor que nos des la sabiduría de experimentarnos agradecidos y conscientes de corresponderte a tanto amor recibido.
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