Sí, porque de que me vale tener y poseer si pierdo lo que más deseo. Ocurre que lo importante es saber qué deseo, porque mientras no lo sepa puedo estar entretenido en cosas aparentemente importantes, pero luego están vacías y huecas por dentro. La importancia de las cosas son directamente proporcional a su duración y gozo, y la experiencia que tenemos es que las cosas del mundo duran y dan poco gozo.
Por lo tanto quiero alcanzar esa dicha eterna de gozo y felicidad. Y lo inmediato es saber quien la vende, y la sorpresa es que no se vende sino se regala. Sorprende, pero no por ser regalada va a ser fácil comprarla. Me costará sudor, sangre y esfuerzo. Y el primer paso empieza por hacerme pobre, que no significa ser pobre materialmente hablando, sino vivir en la pobreza de la humildad y de la justicia.
Vivir desprendido y compartiendo mis riquezas, pero también mis sufrimientos, mis alegrías y dolores, en la esperanza de vivir un día en la eternidad del amor gozoso y feliz. El esfuerzo es tremendo, ¡y tanto!, que solo no podré conseguirlo. Por eso, Padre del Cielo, Tú que lo has propuesto, por amor, en tu Hijo Jesús, dame la Gracia de dejarme conducir en el Espíritu Santo para en sus asistencia y fortaleza poder alcanzarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario