Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.
Mostrando entradas con la etiqueta P. Pedro Arrupe. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta P. Pedro Arrupe. Mostrar todas las entradas

martes, 16 de marzo de 2021

SOLO TÚ, JESÚS

Pedro Arrupe


 
Solo Tú, Jesús. Jesús, mi Dios, mi redentor, mi amigo, mi íntimo amigo, mi corazón, mi cariño: aquí vengo, para decirte desde lo más profundo de mi corazón y con la mayor sinceridad y afecto de que soy capaz que no hay nada en el mundo que me atraiga, sino Tú solo, Jesús mío. 
No quiero las cosas del mundo. No quiero consolarme con las criaturas. Solo quiero vaciarme de todo y de mí mismo, para amarte solo a Ti. 
Para Ti, Señor, todo mi corazón, todos sus afectos, todos sus cariños, todas sus delicadezas.

¡Oh Señor!, no me canso de repetirte: nada quiero sino tu amor y tu confianza. 
Te prometo, te juro, Señor, escuchar siempre tus inspiraciones, vivir tu misma vida. 
Háblame muy frecuentemente en el fondo del alma y exígeme mucho, que te juro por tu Corazón hacer siempre lo que tú deseas, por mínimo o costoso que sea. 
¿Cómo voy a poder negarte algo si el único consuelo de mi corazón es esperar que caiga una palabra de tus labios, para satisfacer tus gustos?

jueves, 11 de marzo de 2021

INVOCACIÓN A JESUCRISTO MODELO

PEDRO ARRUPE

Señor: meditando el modo nuestro de proceder, he descubierto que el ideal de nuestro modo de proceder es el modo de proceder tuyo. Por eso fijo mis ojos en ti (Hb 12,2), los ojos de la fe, para contemplar tu iluminada figura tal cual aparece en el Evangelio. Yo soy uno de aquellos de quienes dice San Pedro: A quien aman sin haberle visto, en quien creen aunque de momento no lo vean, rebosando de alegría inefable y gloriosa (1Pe 1,8).

Señor, Tú mismo nos dijiste: les he dado ejemplo para que me imiten (Jn 13,15). Quiero imitarte hasta el punto de que pueda decir a los demás: sean imitadores míos, como yo le he sido de Cristo (1Cor 11,1). Ya que no pueda decirlo físicamente como San Juan, al menos quisiera poder proclamar con el ardor y sabiduría que me concedes, lo que he oído, lo que he visto con mis ojos, lo que he tocado con mis manos acerca de la Palabra de Vida; pues la Vida se manifestó y yo lo he visto y doy testimonio (1Jn 1,3; Jn 20,25ss; 1,14; Lc 24,39; Jn 15,27).

Dame, sobre todo, el "sensus Christi" (1Cor 2,16) que Pablo poseía; que yo pueda sentir tus sentimientos, los sentimientos de tu Corazón con que amabas al Padre (Jn 14,31) y a los hombres (Jn 13,1). Jamás nadie ha tenido mayor caridad que Tú, que diste la vida por tus amigos (Jn 15,13), culminando con tu muerte en cruz el total abatimiento (Fil 2,7), kénosis, de tu encarnación. Quiero imitarte en esa interna y suprema disposición, y también en tu vida de cada día, actuando, en lo posible, como Tú procediste.

Enséñame tu modo de tratar con los discípulos, con los pecadores, con los niños (Lc 17,16), con los fariseos, o con Pilatos y Herodes; también con Juan Bautista aún antes de nacer (Lc 1,41-45), y después en el Jordán (Mt 3,17). Como trataste con tus discípulos, sobre todo con los más íntimos: Pedro (Mt 10,2-12; Mc 3,16) y Juan (Jn 19,26-27), y también con el traidor Judas (Jn 13,26; Lc 22,48). Comunícame la delicadeza con que trataste en el lago de Tiberíades a tus amigos preparándoles de comer (Jn 21,9), o cuando les lavaste los pies (Jn 13,1-20).

Que aprenda de ti, como lo hizo San Ignacio, tu modo al comer y beber (Mc 2,16; 3,20; Jn 4,8. 31-33); cómo tomabas parte en los banquetes (Mt 9,19), cómo te comportabas cuando tenías hambre y sed (Jn 2,1; 12,2; Lc 7,16; Mt 4,2; Jn 4,7; 19,20-30), cuando sentías cansancio tras las caminatas apostólicas (Jn 4,6), cuando tenías que reposar y dar tiempo al sueño (Mc 4, 38).

Enséñame a ser compasivo con los que sufren (Mt 9,36; 14,14ss. 32; 20,34; Lc 7,13); con los pobres, con los leprosos, con los ciegos, con los paralíticos; muéstrame cómo manifestabas tus emociones profundísimas hasta derramar lágrimas (Mt 9,36; Mt 14,14; 15,32; 20,34; Lc 7,13; 19,41; Jn 11,33; 35,38); o como cuando sentiste aquella mortal angustia que te hizo sudar sangre e hizo necesario el consuelo del ángel (Mt 26,37ss). Y sobre todo, quiero aprender el modo como manifestaste aquel dolor máximo en la cruz, sintiéndote abandonado del Padre (Mt 27,46).

Esa es la imagen tuya que contemplo en el evangelio: ser noble, sublime, amable, ejemplar; que tenía la perfecta armonía entre vida y doctrina; que hizo exclamar a tus enemigos: eres sincero, enseñas el camino de Dios con franqueza, no te importa de nadie, no tienes acepción de personas (Mt 22,16); aquella manera: varonil, dura para contigo mismo, con privaciones y trabajos (Mt 8,20); pero para con los demás, lleno de bondad y amor, y de deseo de servirles (Mt 20,28).

Eras duro, cierto, para quienes tienen malas intenciones; pero también es cierto que con tu amabilidad atraías a las multitudes hasta el punto que se olvidaban de comer (Mt 3,20); que los enfermos estaban seguros de tu piedad para con ellos (Mt 9,36); que tu conocimiento de la vida humana te permitía hablar en parábolas al alcance de los humildes y sencillos; que ibas sembrando amistad con todos (Jn 15,15), especialmente con tus amigos predilectos, como Juan (Jn 13,23; 19,26), o aquella familia de Lázaro, Marta y María (Jn 11,36); que sabías llenar de serena alegría una fiesta familiar, como en Caná (Jn 2,1).

Tu constante contacto con tu Padre en la oración, antes del alba (Mt 26,36-41) o mientras los demás dormían, era consuelo y aliento para predicar el Reino.

Enséñame tu modo de mirar, como miraste a Pedro para llamarle (Mt 16,18) o para levantarle (Lc 22,61); o como miraste al joven rico que no se decidió a seguirte (Mc10,21); o como miraste bondadoso a las multitudes agolpadas en torno a ti (Mc 10,23; 3,34; 5,31); o con ira cuando tus ojos se fijaban en los insinceros (Mc 3,5).

Quisiera conocerte como eres: tu imagen sobre mí bastará para cambiarme. El Bautista quedó subyugado en su primer encuentro contigo (Mt 3,14); el centurión de Cafarnaún se siente abrumado por tu bondad (Mt 8,8); y un sentimiento de estupor y maravilla invade a quienes son testigos de la grandeza de tus prodigios (Mt 8,27; 9,33; Mc 5,15; 7,37; Lc 4,36). El mismo pasmo sobrecoge siempre a tus discípulos (Mt 13,54); y los esbirros del Huerto caen atemorizados (Jn 18,6). Pilatos se siente inseguro (Jn 19,8) y su mujer se asusta (Mt 27,19). El centurión que te ve morir descubre tu divinidad en tu muerte.

Desearía verte como Pedro, cuando sobrecogido de asombro tras la pesca milagrosa, toma conciencia de su condición de pecador en tu presencia (Lc 5,8). Querría oír tu voz en la sinagoga de Cafarnaún (Jn 6,35-59), o en el Monte (Mt 5,2), o cuando te dirigías a la muchedumbre enseñando con autoridad (Mt 1,22; 7,29), una autoridad que sólo te podía venir del Padre (Lc 4,22-32).

Haz que nosotros aprendamos de ti en las cosas grandes y en las pequeñas, siguiendo tu ejemplo de total entrega al amor al Padre y a los hombres, hermanos nuestros, sintiéndonos muy cerca de ti. Pues te abajaste hasta nosotros, siendo al mismo tiempo tan distantes a ti, Dios infinito.

Danos esa gracia, danos el "sensus Christi", que vivifique nuestra vida toda y nos enseñe - incluso en las cosas exteriores - a proceder conforme a tu espíritu.

Enséñanos tu "modo" pare que sea "nuestro modo" en el día de hoy, y podamos realizar el ideal de Ignacio: ser compañeros tuyos, "otros Cristos", colaboradores tuyos en la obra de la redención.

Pido a María, tu Madre Santísima, de quien naciste, con quien conviviste y amaste durante 33 años, y que tanto contribuyó a plasmar y formar tu modo de ser y de proceder, que forme en mí y en todos los hijos de la Compañía, otros tantos Jesús como Tú.

domingo, 10 de mayo de 2020

OTRO “LOCO” COMO TÚ ( Pedro Arrupe SJ)


Three Inspirational Ways Fr. Pedro Arrupe, SJ, Put His Faith into Action
Pedro Arrupe


Señor, dame tu amor,
 que me haga perder mi “prudencia humana”
 y me impulse a arriesgarme a dar el salto,
 como San Pedro, para ir a Ti:
 Que no me hundiré mientras confíe en Ti.

 No quisiera oír: 
“Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.
 Cuántos motivos teológicos, ascéticos, 
de prudencia humana,
 se levantan, en mi espíritu 
y tratan de demostrarme
 “bajo apariencia de bien”, 
con muchas razones humanas, 
que aquello que Tú me inspiras y pides 
es imprudente:
 Una locura.

 ¡Tú, Señor, según eso,
 fuiste “el más loco de los hombres”,
 pues inventaste esa insensatez de la cruz! 
¡Oh, Señor!, enséñame 
que esa insensatez es tu prudencia, 
y dame tal amor a tu persona
 para que sea yo también 
otro loco como Tú.
 Encuentro con Provinciales, 
México D. F., noviembre 1972.

lunes, 23 de marzo de 2020

LA LLAMADA DEL SEÑOR (PEDRO ARRUPE, S.J)

Resultado de imagen de Padre Pedro Arrupe
Padre Pedro Arrupe -  Jesuitas
Señor: meditando en tu llamada y en mi deseo de seguirte he descubierto que el ideal de mi vida entera eres Tú y que el ideal de mi modo de proceder es el modo de proceder tuyo. Por eso fijo mis ojos en Ti, los ojos de la fe, para contemplar tu figura tal como aparece en el Evangelio...

Señor,  que yo pueda sentir con tus sentimientos, los sentimientos de tu Corazón con que amabas al Padre y a los hombres. Yo quiero imitarte en esta disposición de amor y de entrega... Enséñame, Señor, tu modo de tratar con los discípulos, con los niños, con los fariseos, con los pecadores o con Pilatos y Herodes. Comunícame la delicadeza con que tratabas a tus amigos.

Enséñame a ser compasivo con los que sufren: con los pobres, los enfermos, los huérfanos, los ancianos, las viudas. Quiero saber cómo manifestabas tus emociones, incluso hasta llorar. Enséñame tu modo de mirar, como miraste a Pedro para llamarle a tu seguimiento o levantarle de su caída, como miraste al joven rico que no se decidió a irse contigo, como miraste a la gente que andaban como ovejas sin pastor...

Enséñanos tu modo de proceder, para que sea nuestro modo de proceder y así podamos realizar el ideal de ser seguidores tuyos, colaboradores tuyos en la obra de la evangelización y salvación. Pido a María que forme en mí y en todos nosotros otros tantos Jesus como Tú.