Ahí también. En esa herida está tu historia, esa que tal vez cargas, esa que todos los días entregas para poder continuar. Esa herida que hizo de ti, eso que eres hoy.
Agradezco mis heridas (nunca las entendí), pero gracias a ellas busqué, pedí, recé (a mi manera, a la manera que puedo) y me encontré con el amor más grande, buscando que el Señor, con el fuego de su amor, las sane, y me dé la fortaleza y paciencia para poder seguir y ser testimonio de su amor. Amén.
Desde mi parroquia, por el párroco
D. Juan Carlos Medina Medina