Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.
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martes, 4 de julio de 2017

SIEMPRE HABRÁ ALGO DE OSCURIDAD

El Bautismo nos limpia, pero en el camino, volvemos a embadurnarnos de polvo y tierra. La travesía nunca nos dejará impolutos y siempre estaremos, hasta en el mejor de los casos, tentados y amenazados de mancharnos. Estamos heridos y sometidos a las leyes naturales. Sentimos sed y hambre. Y no sólo de alimentos, sino de pasiones, deseos impuros y egoísmos. En resumen, somos pecadores.

Y eso ya lo sabemos, pues el Señor nos lo repite muchas veces. Él no ha venido a salvar a los impolutos y buenos; a los sabios y poderosos; a los que nada necesitan. Él ha venido a salvar a los pobres, a los humildes, a los que se reconocen manchados, imperfectos, pecadores. Y, si nosotros, tú que lees estas sencillas letras, te reconoces pecador, estás en el buen camino, y eres de los que busca el Señor Jesús. 

Porque, Jesús, nuestro Señor, ha venido, enviado por su Padre, a buscar y salvar a los pecadores. Es decir, a ti y a mí, y a todos los que se incluyan dentro de ese espectro de pobreza y necesidad de quedar limpio y salvado. Por eso, el Señor ha dejado tablas de salvación. La Penitencia, para que cada vez que se levanta la tempestad, tú y yo, acudamos a la confesión y, humillados ante el Señor, recibamos la limpieza de todos nuestros errores, egoísmos y pecados. 

Es como llamarlo a Él y decirle: «¡Señor, sálvanos, que perecemos!». Y, sabiendo que ya no iba a estar físicamente presente entre nosotros, se ha quedado Sacramentalmente, bajo las especies de Pan y Vino, para alimentarnos, para fortalecernos, para decirnos: «¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?».

Fiémonos de su Palabra; confiemos en su Palabra; perseveremos en su Palabra. Jesús es nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida. Y en, con y por Él ninguna tempestad podrá arrebatarnos ni alejarnos de su presencia. Porque Él nos llevará al verdadero paraíso que todos buscamos y anhelamos: La Gloria Eterna. Pidamos esa Gracia. Amén.

sábado, 9 de abril de 2016

LA VIDA SE NOS PRESENTA, EN MUCHOS MOMENTOS, COMO MARINEROS EN UN MAR DE TEMPESTADES




¡Señor!, ¿qué sería de mí en este mundo de turbulencias y peligros que amenazan con hundir la barca de mi vida si Tú no estás a mi lado? ¿Qué sería de mí sin tu Presencia serena, firme, segura y llena de paz? ¿A dónde dirigiría mi barca si Tú, mi Señor, no me señalas el rumbo de ese Puerto al que Tú me invitas y me quieres llevar?

Son preguntas que laten dentro del corazón de todo hombre que, parando un momento su vida, medita y piensa sobre el rumbo que lleva. Yo, Señor, quiero embarcar en esa tu Barca, la que Tú dejaste a tus discípulos y apóstoles, con Pedro a la cabeza, como roca donde apoyas tu Iglesia.  No quiero perderme ese viaje, y quiero estar vigilante y disponible para embarcar inmediatamente, sin billete de vuelta ni devolución. 

Quiero agarrarme, a pesar de la zozobra de maremotos y tsunamis, a la fe que tu me regalas, y también a la esperanza puesta en Ti de tomar tierra en ese paraíso que Tú nos has ido preparando al ascender a los cielos después de estar cincuenta días con nosotros. No permitas, mi Señor, que pierda el billete de subir a tu Barca, tu Iglesia, y con todos sus tripulantes seguir el rumbo que Tú nos has trazado.

¡Señor!, en Ti confío y a Ti me entrego cada instante de mi vida. Al menos esa es mi intención, para que, por tu Gracia, mi camino sea tu Camino; mi verdad, sea tu Verdad, y mi vida sea tu Vida.

Espíritu Santo, renueva en mí cada día, la alegría de creer que estás presente en el corazón de mi vida. Haz que sea capaz de responder, como los apóstoles, a tu invitación: !Sígueme! Jesús, nuestro Señor, Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida. Amén.

sábado, 30 de enero de 2016

A PESAR DE LAS TEMPESTADES DE MI VIDA, EN TI, SEÑOR, PONGO TODAS MIS ESPERANZAS



La vida es un camino de salvación. Es fundamental conocer esta Verdad, porque de conocerla o no, nuestro caminar puede ser de una manera u otra; más activo que pasivo; más participativo que indiferente; más alegre que triste; más lleno de amor que de odio; más de vida que de muerte.

La vida es un camino que nos presenta muchos momentos inesperados y de sorpresas. La calma se ve asaltada por la tempestad sin apenas darnos cuenta, y nos sorprende en medio de la travesía. Cuando no, negligencias propias, accidentes o casualidades que inciden en momentos trágicos. Y nuestra vida, sin previo aviso, cambia de rumbo. A veces un buen rumbo, y otras veces, un rumbo desconocido, violento, sufrido e incierto.

Está claro, lo sabemos por propia experiencia, que el mundo no nos ofrece seguridad. Ni, la que puede ofrecer, garantiza nuestra salvación de todo riesgo, y menos de la vida eterna. En esa partida, junto al mundo, no nos hace falta reflexionar mucho para darnos cuenta que la guerra la tenemos perdida. Es posible que ganemos algunas batallas, pero pura fantasía y espejismos. La guerra está perdida.

Necesitamos una seguridad plena, de total garantía. Y no la hay sino en Ti, Señor. Tú eres Palabra de Vida Eterna, que nos salva y nos das el gozo en plenitud de felicidad eterna. En Ti todo se ha cumplido, y nuestra confianza fortalece nuestra fe. El testimonio de los apóstoles nos lo descubre y transmite. Danos, Señor, la fe de fiarnos de Ti, y de confiarnos plenamente en tu Palabra.

Y eso es lo que hoy te pedimos desde este rincón de oración, la fe de ser dócil en el Espíritu Santo a tu Palabra, y de, a pesar de los peligros, tempestades y sufrimientos de mi vida, abandonarme siempre en Ti, Señor.

lunes, 29 de junio de 2015

A PESAR DE QUE EL TIEMPO BARRUNTA TEMPESTADES



No son los tiempos propicios, como dirían los futurólogos y magos de la antigüedad. Se avecina el derrumbe y el deterioro de los valores. El humanismo cristiano parece tambalearse y todo se cuestiona. La verdad se pone en duda y entra el relativismo espontáneo según el gusto, las apetencias e intereses de cada uno.

Emergen muchos autodidactas convencidos de poder dirigir el mundo y nacen ideologías por doquier a gusto de todos. Unos proponen decidir sobre la vida; otros se encargan de poner el género a las personas y, supongo que también a los animales. El mundo les pertenece y ha dejado de pasar a manos de algún creador o big bang. 

También los hay que inventan nuevas leyes y derechos, o cumplen lo que les apetece y consideran lícito según ellos. Están diciendo que son ellos la ley y la verdad, y tratan de organizar el mundo e implantar su propia ley natural, la de ellos. Hay muchas tempestades, y tempestades de enormes olas que casi parecen imposibles de salvar. La Barca zozobra y recurrimos a Ti, Señor, ¿dónde estás? ¿Duermes?

Sin embargo, a pesar de este mundo en ebullición y violencia, donde las esperanzas parecen perdidas, la Voz de Jesús resuena en el Evangelio de cada día: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». 

Y renacen las esperanzas porque en Jesús todo se ha cumplido, y su Palabra es Palabra de Vida Eterna. El triunfo será de la Iglesia. Es Palabra de Dios como repetimos cada día en la Eucaristía. Sí, amigos y hermanos en la fe, con Jesús estamos salvados y nada hay que temer.

Pidamos al Señor serenidad, confianza, fe y paciencia para soportar las embestidas de ese mar bravío que nos embiste, pero nunca desesperados, al contrario, serenos, pacientes, alegres y en paz, porque la promesa está hecha y el Señor siempre la cumple. Amén.