Jesús, a veces me he sentido insuficiente. Demasiado frágil, demasiado sensible, demasiado exigente o quizá no lo suficiente. He dejado que las voces del mundo definan mi valor, me he mirado con ojos ajenos, he creído que tenía que cambiar para ser digno de amor.
Pero hoy vengo a Ti, tal como soy. Con mis heridas, con mis dudas, con los pesos que aún cargo. Vengo con todo lo que me duele, con las mentiras que me creí, con las cicatrices de lo que un día me hizo dudar de mi dignidad.
Tómame en tus manos, Jesús. Recuérdame que fui soñada en el amor del Padre, que no hay error en quién soy, que cada rasgo de mi ser tiene un propósito. Enséñame a ver mi ternura como fortaleza, mi sensibilidad como un don, mi capacidad de amar como un reflejo de Ti.
Hoy quiero soltar el peso de la comparación, quiero dejar de luchar por encajar en estándares que no vienen de Ti. Quiero mirarme con la misma mirada con la que Tú me miras: una mirada llena de amor, de ternura, de verdad. Sana, Señor, mi corazón. Amén.