Santa María, hoy acudimos a ti como discípulos que también desean ponerse en camino. En nuestra pequeña vida experimentamos que Dios es el Grande. Ansiando en lo hondo su salvación salimos de nuestros intereses egoístas. Anunciando a Cristo a los demás, nuestras palabras resplandecen de amor y de sentido. Ayúdanos a vivir el Evangelio como tú: meditando la Palabra y los acontecimientos en el corazón; ofreciendo a Dios nuestra vida y disponibilidad; siendo gesto fraterno ante el hermano necesitado. Que nuestra existencia rebose siempre de alabanza y de entrega en el misterio que atraviesa la historia: la cruz redentora de Cristo y su victoria en la resurrección. Amén.
(Ana María Díaz, cm)