Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

lunes, 4 de marzo de 2019

CUMPLIR PARA AMAR

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Mc 10,17-27
Dame, Señor, la fortaleza en mi débil voluntad para amar en la misma medida que Tú, Señor, me amas. Y eso, Dios mío, no lo puedo lograr yo por y con mi fuerza, sino con la asistencia de tu Espíritu. Sé la atracción que en mi pobre naturaleza, herida por el pecado, ejercen las fuerzas y las pasiones de este mundo, pero no quiero dejarme vencer y someterme al vacío que produce el no corresponder a tu amor, Señor.

Sí, sé que esperas y necesitas, porque así lo has querido, que yo ponga todo lo de mi parte, y mientras no lo haga, Tú, Señor, no moverás un dedo. Por eso, consciente de la libertad que me has dado, me esfuerzo, confiado en tu generosidad y misericordia, en abrir mi corazón y dejarme conducir por tu Espíritu. Has depositado en mí unas capacidades y unos talentos, y quieres que yo los ponga en juego. No te gusta que los entierre y me cruce de brazo. Entonces estaré perdido.

No quiero instalarme en la comodidad de quedarme en el mero cumplimiento. Sufro, con confiada paciencia, las tentaciones que el mundo, demonio y carne me presentan y con las que experimento mis debilidades y el sometimiento que padece mi humanidad herida por el pecado. Eso descubre la necesidad que siente mi corazón de abandonarme en tus brazos y, a pesar de mis oscuridades, seguirte y seguirte.

Sé lo difícil que es seguirte, Señor, cuando mi corazón está apegado a las riquezas. Tú ya me lo has dicho: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!». Y eso es lo que yo te pido. No me des riquezas si eso es para mi perdición. Y si me las das, dame un corazón desprendido y generoso para ponerlas para el bien de los que realmente las necesitan. Amén.

domingo, 3 de marzo de 2019

DAME, SEÑOR, LA SABIDURÍA PARA VER MIS PECADOS

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Suele ocurrirnos que vemos con mayor facilidad los pecados de los otros que los propios nuestros. Y nos confesamos pecadores, pero siempre tenemos más presente y claros los pecados de los demás. E incluso nos atrevemos a corregirlos, o, todavía peor, a criticarlos. Por eso, más que hablar de los pecados de los demás mejor es hablar de los nuestros y pedirle al Señor que nos dé la sabiduría de saber descubrirlos y de esforzarnos en corregirlos.

Está claro que debemos empezar por nosotros mismos. No podremos tratar de corregir a otros cuando somos nosotros los que realmente debemos corregirnos. Debemos empezar por nosotros y, en la medida que podamos irnos corrigiendo, podemos encontrar la manera de ayudar a otros comprendiéndolos y ayudándoles con nuestra propia  experiencia. Porque, asociados a otros ciegos no tendremos otra salida sino la de encaminarnos al precipicio.

Porque, sólo uno puede ayudarnos, el Señor, y en Él podemos encontrar la forma de alumbrar a los demás, pues sólo Él es el Camino, la Verdad y la Vida. Siguiéndole podemos llevar su Luz a la vista de los demás, para que entiendan y vean sus propias faltas y puedan enmendarse. Por eso, pedimos la sabiduría para ver nuestros propios pecados y, desde ahí, asistidos por la Gracia del Espíritu Santo, poder también aportar en Él algo de luz para otros.

Danos, Señor, la luz de poder dar buenos frutos y de saber encontrar el camino para sembrar esa buena semilla que pueda dar buenos  frutos también en los demás. Danos, Señor, la luz para encontrarte y para entender y saber que Tú eres nuestro único y verdadero guía, pues de Ti viene todo bien. Ayúdanos a superar todos los obstáculos y tentaciones que nos salen al paso en este mundo y a darnos cuenta que esta vida es un camino y una prueba para, superada, llegar a Ti. Amén.

sábado, 2 de marzo de 2019

DAME, SEÑOR, UN CORAZÓN DE NIÑO

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Alguna vez he llegado a oír a alguien expresar el deseo de no ser siempre niño. Una queja de haber crecido y no quedarse en esa etapa de la que recuerda ser muy feliz. Una etapa, que hasta en los momentos difíciles mantenían ese corazón tierno, suave, inocente, ilusionado, atento a la escucha y a todas las enseñanzas recibidas de sus padres y de las personas mayores que les aconsejaban y les ensañaban buenas costumbres y cosas nuevas para su bien.

Los niños descubren un corazón abierto a aprender, a obedecer, a recibir y a crecer lo que te enseñan los mayores, de los que ellos se fían que saben más y de los que pueden aprender cosas buenas. Por eso, los niños son acogidos y muy queridos y valorados por nuestro Señor Jesús, hasta el punto que nos los pone de ejemplo y nos reta a ser como niños para entrar en el Reino de los Cielos.

No hace falta mucho esfuerzo para darnos cuenta de la necesidad que tenemos de sostenernos y perseverar con un corazón de niño. No podremos evitar crecer y hacernos mayores, pero, sí podemos mantener nuestros corazones con los mismos sentimientos  y disponibilidades de cuando eramos niños. Es decir, ser confiados, obedientes, disponibles, sencillos, humildes y abiertos a las enseñanzas y Palabra de Dios.

Y eso lo hacemos cuando nuestra vida se conforma y va unida a la Palabra de Dios apoyada en la lectura, meditación y reflexión de cada día. Y, de acuerdo con nuestras posibilidades y medidas vayamos llevando a nuestras vidas esa Palabra  acogida y cultivada en nuestro corazón.

Por eso, en esa clave, te pedimos, Señor, que nuestro corazón humano, herido por el pecado, sea transformado en un corazón de niño. Un corazón tierno, suave, sencillo, inocente, bien intencionado, dócil y abierto como Tú quieres a tu Palabra. Y te lo pedimos abiertos a la acción del Espíritu Santo que llevamos en nosotros desde el día de nuestro bautismo. Amén.