Esta mañana me reunía con unos amigos de la Pastoral penitenciaria para compartir nuestro pequeño y humilde trabajo en tratar de ayudarles a aquellos que están privados de libertad física. Iniciábamos la tarea tomando conciencia de que somos una familia... todos somos compañeros de camino. Todos somos miembros de un mismo Cuerpo. Ellos, los que están detrás de las rejas, y nosotros que estamos al otro lado, pero por eso no somos más libres.
Nuestra presencia, así sea también en el plano virtual, hace Iglesia, anima y alegra a todos los demás... Te necesita, y quiere contar contigo para intentar construir un proyecto común. Y juntos hacíamos esta oración:
Señor, si quiero. Quiero abandonar la rutina y ponerme en camino hacia Ti. Tú, Señor nos has dicho que te escuchemos, porque Tú eres el Camino, el centro de nuestros destinos, el Maestro , el Salvador. Tú eres el que delante de nosotros, vas dejando tus huellas para que te sigamos y te encontremos.
Gracias, Señor, porque sabemos por donde ir. Gracias, Señor, porque no estamos solos. Tú nos acompañas; es más, vas delante de nosotros. Gracias, Señor, porque nos das a conocer la meta: Tu Vida.