No permitas Señor que este mundo y sus cosas me confundan. Mantenme siempre con un corazón pobre, renovado y nuevo, capaz de ver siempre tu Rostro y no desviarme de tu camino. Invade mi mente de humildad y sencillez, y hazme siempre amigo de los pobres, los desheredados, los que te buscan porque este mundo no les sacia su sed.
Yo quiero sentir, Señor, esa sed. Esa sed de no estar satisfecho, de estar siempre en camino en busca de la fuente, de esa fuente que mana agua que salta a la Vida Eterna. No deje que me pare y atienda el canto de otras voces. Voces que confunden, que ofrecen una felicidad caduca, aparente y fácil. Tan fácil que luego desaparece y se hace el vacío.
¡No, Señor! No permitas que mi condición humana caiga prisionera de esas ataduras que esclavizan, que llevan a la perdición y a la muerte. Tú, Dios Padre mío, sabes de mi humanidad, de mis debilidades y pecados, y a pesar de eso me amas hasta el punto de enviar a tu Hijo a morir por salvarnos. No permitas que esa Muerte preciosísima se pierda en mi debilidad. Sostenme y mantenme siempre contigo, porque en Ti, Señor, estaré salvado.