Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.
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viernes, 11 de diciembre de 2020

¡SEÑOR, TE PRESENTO MIS EXCUSAS!

 

HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS. 

 

Hoy, Señor, quiero presentar mis excusas y pedirte perdón por no responder a tu llamada ni comprometerme con mi disponibilidad y mi vida. No quiero buscar excusas con el fin de justificarme. Quiero asumirlas y reconocerlas. Me confieso culpable de mis miedos y mis rechazos y de querer eludir mi compromiso bautismal. Me reconozco culpable de bajar los brazos ante mi cansancio y debilidades. Me reconozco frágil, débil y seducido por las tentaciones que el mundo - placeres y comodidades -  me presenta. 

No tengo excusas y así, pobre, débil y pecador, quiero presentarme ante Ti. ¿Por y para qué engañarme? Sé que eres un Padre Bueno y Misericordioso y a Ti vengo a suplicarte Bondad y Misericordia. Dame, Señor, esa fortaleza para sobreponerme a todas esas dificultades que me amenazan, me tientan y seducen. Dame la sabiduría y paciencia de presentarme humildemente ante Ti y suplicarte perdón. Amén

domingo, 13 de septiembre de 2020

TODOS LOS DÍAS PROMETO PERDONAR, PERO, ¿LO CUMPLO?

Pin on Evangelio del Día
La experiencia me pone sobre la mesa el compromiso de cada día sobre el perdón. Si soy de los que rezo cada día el Padrenuestro, soy de los que pido que me perdonen mis ofensas en la medida que yo hago lo mismo con aquellos que me ofenden a mí. Pero, lo único verdaderamente importante no es el decirlo ni cuántas veces lo digo, sino si realmente lo hago.

Eso es lo que descubre y deja patente la medida y la verdad auténtica de mi fe. Porque, si lo digo, rezándolo públicamente, y luego, públicamente no lo cumplo, ¿dónde dejo y en qué lugar mi fe? 

Es evidente que mi testimonio es pésimo y en lugar de dar un buen ejemplo lo que transmito es contradictorio a la fe que quiero y profeso. Otra cosa es que arda en deseos de perdonar y me encuentre con la dificultad de que mi egoísmo, consecuencia de mi naturaleza pecadora, se resista al perdón.

Pero, eso Señor, es el paso previo a reconocerme pecador y a creer que, contigo, Dios mío, puedo alcanzar y transformar mi corazón egoísta en un corazón bondadoso y dispuesto al perdón incondicional. Por eso, desde este pobre y humilde rincón de oración, yo, Señor, humildemente quiero pedirte la fuerza, la sabiduría y la fortaleza de enfrentarme a la dura labor de perdonar a todos aquellos que me ofenden y, sobre todo, a mis enemigos.

Sé, Señor, ya lo he experimentado, que yo solo no puedo. Es más, el mundo me puede y me vence, pero, yendo contigo, Señor, y abierto a la Gracia de tu Espíritu, soy otro y mis pobres fuerzas se engrandecen y se sienten fuertes para doblegar mis egoísmos y salir de mi mismo para darme en servicio a los demás. Gracias, Señor. Amén.

jueves, 18 de junio de 2020

NUESTRA SALVACIÓN DESCANSA EN EL PERDÓN

Sergio E. Valdez Sauad: PADRE NUESTRO Mateo 6,7-15. | Padrenuestro ...
Todos queremos que Dios nos perdone y que también los demás lo hagan, sobre todo cuando se trata de nosotros personalmente. Sin embargo, debemos reconocer que cuando se trata de que yo tenga que perdonar, la situación cambia y es diferente. Y es que en la medida de mi perdón así también será mi salvación. Es decir, mi salvación descansa en la medida de mi perdón. Y eso no es palabra de nadie, sino que es Palabra de Dios: ...y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal’. Que si vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas».

Sabemos, por experiencia, que perdonar no es lo mismo que ser perdonado. Si lo segundo no nos supone gran dificultad, lo primero presenta mucha.  Y es que el perdón exige humildad, porque la misericordia está impregnada de humildad. Ser misericordioso para dar el perdón me exige abajarme a la dignidad del otro y aceptarle su petición de misericorida. Y, desde nuestra razón humana eso nos es imposible. Necesito mirar al Señor y experimentar como Él me perdona, para, desde esa mirada, yo, por su Gracia, alcanzar también la Gracia de su Misericordia y poder perdonar.

Por eso, Señor, consciente de que por mi propia capacidad misericordiosa no puedo llegar a perdonar las ofensas recibidas, te pido, Señor, con todas mis fuerzas que me des la capacidad de ser misericordioso y perdonar todas las ofensas recibidas. Amén.

jueves, 7 de mayo de 2020

INDIGNO DE TU PERDÓN Y SALVACIÓN

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.: Evangelio según San Juan ...
No voy a decir nada nuevo ni verdadero si confieso, de forma consciente, que no soy digno de tu perdón y, menos, de tu salvación. Creo que todos somos consciente de eso, aunque la mayoría, en los que me encuentro, no lo entienda.

Nuestra capacidad es humana y no llega a alcanzar tan elevado misterio de Amor por el que, Tú, Señor, nos salva y envía a tu Hijo a entregar su Vida para lavar nuestras miserias y pecados. ¿Se puede entender esto?

Por eso, Señor, te doy gracias de antemano, aunque mi limitada mente no llegue a entenderlo, por la vida y por la Vida Eterna que me ofreces. Sólo me pides, Señor, que me lo crea y, en consecuencia, que actúe tal y como corresponde a esa fe. Y, aunque mi mente es limitada y pequeña, me das mil y una razones para que ponga en Ti mi confianza, mi esperanza y me fíe plenamente.

Te pido, Señor, la sabiduría para darme cuenta de lo que me propones y de la situación de mi persona. Has dejado en mis pobres manos la elección de mi salvación abandonándome en Ti y siguiendo, con mi vida y obras, tu Palabra. Y yo creo en Ti y quiero seguirte.

Por tanto, Señor, te pido que ilumines mi corazón y mi mente para comprender y, aunque sea inconsciente por mi pobreza, vaya a Ti y siga tus pasos, porque, sólo Tú, Señor, eres el Camino, la Verdad y la Vida. Amén.

lunes, 11 de noviembre de 2019

DAME, SEÑOR, LA FORTALEZA Y LA SABIDURÍA PAR NO ESCANDALIZAR

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Somos prontos a protestar y, en la protesta y enardecidos por la rabieta y la furia, propensos a murmurar y, casi sin darnos cuenta, a escandalizar inclinando a otros a hacer lo mismo. Quizás no nos damos cuenta o, sin importarnos demasiado, incitamos a otros a caer en ese pecado que nosotros mismos proponemos. Pero, lo más grave es cuando eso ya lo hacemos conscientes y sabiendo sus consecuencias.

Pedimos perdón por las veces que podemos caer de forma no premeditada e imprevista por nuestro genio pronto y desmedido. Pedimos perdón y nos arrepentimos por los escándalos que podamos haber cometidos sin ser muy conscientes de realizarlo, y te pedimos, arrepentidos, Señor, de esas posibles acciones. Danos la moderación, la templanza y la sabiduría de sujetar nuestra lengua y suavizar nuestro corazón para actuar con prudencia y moderación.

Danos, Señor, la paciencia y perseverancia para tener en cuenta siempre que nuestras obras pueden provocar malas conductas y llevar a otros al error si no actuamos debidamente y con la debida prudencia. Danos la fortaleza y la sabiduría de ponernos siempre en Manos del Espíritu Santo, y desde Él, abiertos a su acción y auxilio, abandonarnos en sus Manos y seguir sus impulsos, porque de Él todo lo que nos viene está bendecido para nuestro bien. En tus Manos, Señor, nos abandonamos. Amén.

domingo, 7 de abril de 2019

TAMBIÉN YO, SEÑOR, SOY UN PECADOR

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Necesito tu perdón, Señor. Y lo necesito porque, cuando más cerca estoy de Ti más me doy cuenta de mi condición pecadora. Mi debilidad es tanta que experimento que no tomo conciencia de mi gran deuda. Deuda que nunca llegaré a pagarte. Solo tu Misericordia la puede saldar. Por eso, Señor, a pesar de mi incapacidad para tomar conciencia y darme cuenta de todo lo lejos que está mi corazón de Ti, quiero, al menos, expresarlo aunque no pueda sentirlo y darte gracias por tu Perdón y Misericordia.

Hoy lo has demostrado en el Evangelio al defender a esa mujer adultera, que no la justificas, pero que Tú le das esa oportunidad para que reinicie su vida por un nuevo camino junto a Ti. La misma oportunidad que me das a mí en este momento y a cada instante de mi vida. Porque, Tú, Señor, sabes de nuestra condición pecadora y de nuestro sometimiento al pecado. Por eso, nos comprendes y quieres ayudarnos a liberarnos.

Tú, Señor, tienes poder para liberarnos, pero quieres que usemos nuestra libertad y nuestra voluntad para lograrlo según Tú nos indicas y señalas el camino. Tú pones lo que nos falta a nosotros, pero sólo lo que nos falta, porque nuestro esfuerzo depende de nosotros. Para eso nos ha dado unos talentos, libertad y voluntad. Por todo ello, Señor, quiero pedirte mucha fortaleza, sabiduría y paz para no separarme de tu camino y seguir a tu lado fortaleciendo mi fe y mi confianza en Ti.

Quiero aprovechar estos momentos de tribulación para abandonarme en tus brazos y dejarme conducir por Ti. Te pido, Señor, luz, sabiduría y decisión, y sobre todo, confianza en saberme dirigido por el Espíritu Santo para no alejarme de tu Palabra ni de tu Amor. Y fortaleza para responder a ese cambio de vida que Tú me pides siguiéndote e imitándote. En Ti confío Señor. Amén.

lunes, 18 de marzo de 2019

¡PADRE, QUE SEA MISERICORDIOSO COMO TÚ!

Resultado de imagen de Lc 6,36-38, por Fano
Mi primera petición, Padre, es pedirte que transformes mi corazón endurecido por el pecado en un corazón misericordioso como el tuyo. Porque, necesito perdonar y comprender los pecados de los demás, pues, en esa medida serán también perdonados los míos. Por eso, Padre, mi primera petición va dirigida a que mi corazón se transforme en un corazón suave, bueno y, sobre todo, misericordioso.

Y la segunda, Señor, es la del perdón. Necesito también un corazón que, además de ser misericordioso sea justo. Es decir, un corazón que no juzgue ni condene, porque yo no soy nadie para juzgar ni condenar en cuanto soy un pecador también que peco y cometo errores, faltas y pecados. Un corazón capaz de eludir los juicios y condenas para ser capaz de perdonar.

Porque, no juzgando ni condenando, me será más fácil perdonar. Y en esa medida no seré yo también juzgado ni condenado, y, por lo tanto, seré perdonado. No porque yo lo diga y lo crea, Señor, sino porque son tus Palabras y porque mi corazón lo entiende y comprende así: No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados.

Pero, sucede otra cosa, ¿en qué medida doy y me doy? ¿Trato de evitar dar o dar de lo que me sobra? ¿Y me presto a darme cuando es algo cómodo que no me exige esfuerzo? Realmente, ¿cúal es mi medida? Porque, en y con la medida que dé, así recibiré. Por eso, Señor, te pido también que me des un corazón,  además de misericoridoso y limpio de no atreverme a juzgar ni condenar, un corazón compasivo, generoso  y entregado, capaz de dar y darse con todo su corazón y de forma limpia y justa. Amén.

lunes, 18 de febrero de 2019

LA EXIGENCIA A LA ACTUACIÓN DE DIOS


Resultado de imagen de Mc 8,11-13 por Fano
No aceptamos a Jesús como el Hijo de Dios ni tampoco el anuncio de su Palabra. Exigimos pruebas, porque el dios en el que nosotros creemos tiene que ser un dios que coincida con nuestra manera de pensar y de ver las cosas. Lo hicieron los del tiempo de Jesús y continúan haciéndolo los de ahora. Todos queremos y exigimos pruebas a los interrogantes y a las consecuencias de nuestros mismos pecados.

Pedimos a Dios respuestas de todo lo que sucede, de las guerras, de las miserias y muertes que suceden en nuestro mundo Pero, ¿es Él el responsable? ¿Tenemos nosotros derechos de exigirle? ¿Acaso podemos nosotros entenderle? ¿Estamos nosotros capacitados para discutirle sus planes?

Perdonanos, Señor, por tanta osadía y orgullo. Perdonanos, Señor, por sentirnos capaces de poner en duda tus planes hasta el punto de rechazarlos. Perdonanos, Señor, por tanta exigencia sin ningún derecho habiendo recibido gratuitamente todo lo que somos y tenemos de Ti. Perdonanos, Señor, por exigirte que tus planes se adapten a los nuestros y que tu Voluntad a la nuestra. Perdonanos, Señor, tanta exigencias, tanta necesad, tanta ignorancia y ceguera.

Te pedimos, Señor, que nos des la humildad necesaria para aceptar y creer en  tu Palabra siguiendo tus enseñanzas y tus mandatos. Te pedimos, Señor, que nos des la sabiduría de ponernos en tus Manos y dejarnos guiar por tu Espíritu sin rechistar ni poner en entredicho tus caminos. Danos la paciencia, la fortaleza y la perseverancia para seguir tus pasos aunque entendamos que no son los nuestros. Amén.

lunes, 12 de noviembre de 2018

NECESIDAD DE PERDONAR

Resultado de imagen de Lc 17,1-6
Hay de aquel que escandalice...
Sé que tengo que perdonar, y también sé lo difícil que se hace el perdón. Lo sé por propia experiencia, tanto por cuanto me ha tocado a mí darlo como cuando necesito recibirlo por mis ofensas y pecados. Perdonar es el problema de cada día y la causa de muchas separaciones y enfrentamientos. Por motivos de perdón están los juzgados llenos y los pleitos en todas las esquinas. Indudablemente, la paz es cosa tuya y mía, porque en la medida que perdonemos el mundo será mejor y habrá más paz.

Ahora, ¿te ves tú capaz de perdonar graves ofensas? Empecemos por reflexionar sobre las ofensas que hemos hecho primero nosotros. ¿Nos parecen graves? ¿Y pedimos perdón? ¿Nos gustaría que nos perdonasen? ¿Creemos merecer ese perdón? Sabemos por la Revelación, Jesús, el Señor, nos lo ha revelado en el Evangelio, su Palabra, que la Misericordia de nuestro Padre Dios es Infinita, y que si nos arrepentimos estamos perdonados.

Indudablemente, no por nuestros méritos, sino por los méritos que Él, nuestro Señor Jesús, ha pagado, con su Pasión y Muerte, por el rescate y perdón de todos nuestros pecados. Por tanto, sin merecerlo estamos perdonados. ¿No debemos hacer nosotros un esfuerzo para perdonar también a quienes nos han ofendido? Porque, ese perdón que nuestro Padre Dios nos da será en la medida que nosotros también perdonemos a quienes nos han ofendido. Por lo tanto, vale la pena intentarlo.

Ahora, la diferencia está en que quieras intentarlo tú por tus propias fuerzas o intentarlo agarrado y asistido por la Gracia de Dios. La diferencia está en que te atrevas a intentarlo auxiliado por el Espíritu Santo, porque, con Él podrás supera tu soberbia y tu suficiencia y alcanzar perdonar y ser perdonado. Pidamos esa Gracia, porque el perdón es una Gracia de Dios. Una Gracia que se apoya en nuestra, don del Señor, pero en la que también nosotros tenemos algo de participación por la responsabilidad de nuestra libertad. 

Ser libre implica y exige respuestas responsables. Y, si creemos en la Palabra del Señor y nos agarramos a ella, todo lo demás serán añadidura que podemos ir superando con paciencia y perseverancia. Porque, el Señor es el Camino, la Verdad y la Vida. Amén.

jueves, 5 de julio de 2018

EL PERDÓN LEVANTA EL ÁNIMO Y DA FUERZA PARA EL CAMINO

Resultado de imagen de Mt 9,1-8 Fano
Todos hemos experimentado que se produce dentro de nosotros cuando experimentamos el perdón. Tanto ser perdonados como perdonar. Y eso descubre, si lo observamos abiertos y sin tapujos, que estamos necesitados de perdón y de ser perdonados. Lo que equivale a decir que somos seres pecadores, imperfectos, proclives a caer y cometer faltas y pecados. Y cuando se produce una limpieza nos sentimos mejor, en paz y felices.

No es lo mismo vivir en el perdón y experimentarse perdonado, que vivir en el sentimiento de culpa y, a pesar de tener salud, experimentarse triste y angustiado. Cuántas veces hemos oído decir estar dispuesto a perder un brazo o un ojo por sentirse perdonado. Quizás ahí está la causa por la que Jesús, conociéndonos mejor que nadie, da, primero, el perdón a aquel paralitico que le acercan.

Posiblemente, todos los enfermos experimentamos que no merecemos tanto, al menos de manera gratuita como las hacía Jesús. Y, sobre todo, cuando Él era nuestra última esperanza. Sentirnos perdonados es tan grande o más como sentirnos curados. Nuestra esperanza en las Palabras de Jesús reviven nuestro ánimo y nos dan vida, a pesar de estar postrado en una camilla. 

Pero, no ocurre así para todos los hombres. Los hay, y muchos, que se obstinan en ser ellos los que determinan los sentimientos y los que liberan según sus voluntades. Son ellos lo que eligen al mesías que ha de venir y los que proponen los poderes y obras del propuesto mesías. No aceptan que otro puedan perdonar los pecados si ellos piensan de otra manera. Son ellos los que cierran sus corazones que, solamente abren para sus propias ideas y pensamientos. Son ellos los que...

Señor, perdona nuestros pecados y danos la necesaria humildad para abrirnos a tu Gracia y dejarnos perdonar. Gracias, Señor, por tanta bondad y por dejarnos esa puerta del perdón -Penitencia- abierta para renovarnos, limpiarnos y purificarnos en tu Misericordia y, fortalecidos en ella, continuar la lucha de cada día hacia tu Casa. Amén.

martes, 19 de junio de 2018

UNIDOS AL SEÑOR PARA PERDONAR

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Se nos ha dicho en el Evangelio del domingo, el amor de Dios crece en nuestro corazón de forma gratuita y mientras nosotros dormimos o descansamos los frutos maduran en nuestro corazón. Significa eso que todo depende de Dios y se nos ha dado gratuitamente. Y eso nos descubre que sin Él no podemos hacer nada.

Por lo tanto, no pensemos que podemos perdonar si no estamos unidos al Señor. Quizás a un amigo, familiar o conocido podemos perdonarle alguna vez, pero no muchas. Y menos a un desconocido, estraño o enemigo. Y el amor se mide, no por su cantidad, sino por su gratuidad y su incondicionalidad. Esa es su verdadera medida. Recordemos los dos reales de aquella viuda pobre que Jesús resaltó por encima de todos aquellos fariseo que destacaban sus donativos en el arca del Tesoro-Lc 21, 1-4-.

Aprovechemos este momento de oración y desde este humilde rincón, unidos a todos los que. pasando por aquí, quiera unirse, recemos un Padrenuestro reflexionado y pausado pidiendo que nuestro endurecido y egoísta corazón se ablande, se suavice y se transforme pareciéndose un poco más al corazón de Jesús. Amén.

domingo, 10 de junio de 2018

RECONOZCO MIS PECADOS

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Es lo primero que hacemos en la Eucaristía, reconocer que somos pecadores y que queremos abrirnos al Espíritu Santo para que haga de nosotros su templo. Es esa la actitud del cristiano, experimentar dolor de contrición y pedir perdón por sus pecados. De lo contrario pecamos contra el Espíritu Santo y le impedimos entrar en nosotros para ser perdonado. Por eso, el pecado contra el Espíritu Santo no se perdona, pues no le damos opción a que nos perdone.

Es lo que hicieron aquellos escribas cuando tacharon a Jesús de estar en complicidad con el demonio. Algo disparatado pensar que el mismo demonio iba a ir contra él, en lugar de pensar que el poder del Señor superaba al demonio. Pidamos nosotros el reconocernos pecadores y suplicar la Misericordia de Dios para el perdón de nuestros pecados. Porque, esa es la imprescindible condición para recibir el perdón, reconocernos humildemente pecadores.

Incluso, tiene sentido, porque para ser perdonado hay primero que reconocerse culpable. Gracias, Señor, por sabernos pecadores y humildemente reconocernos culpables suplicándote que nos alcance tu generosa misericordia y recibamos tu perdón.También nosotros en muchos momentos nos revelamos contra los planes del Señor y pensamos que nos manda cosas imposibles o que lo que hace no lo entendemos y hasta podemos llegar a pensar que su Iglesia está fuera de sí. De hecho hay diferencias que nos separan y que nos impide acercarnos.

Abramos nuestros corazones y pidamos perdón por todos nuestros pecados y pensemos que lo que verdaderamente importa es amar según la Voluntad de Dios. Son esos, los que se esfuerzan en cumplirla los que son nuestros hermanos y nuestras madres. Precisamente, su madre María, la primera en cumplir la Voluntad de Dios.

viernes, 2 de marzo de 2018

TAMBIÉN YO ME ESCONDO, SEÑOR

Resultado de imagen de Mt 21,33-43.45-46 por Fano
HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.


No somos nosotros mejores que los que describe Jesús en la parábola del dueño de la Viña. Muchas veces no rendimos ni damos la medida de los frutos que el Señor espera de cada uno de nosotros. También nosotros le hemos decepcionados, y, si no nos revelamos con la intención de matarlo, sí nos escondemos y le damos la espalda para no devolverle los frutos que espera de nosotros.

Hemos de reconocer que somos indeseables e inmerecidos de todo lo que el Señor nos ha dada gratuitamente. Nos ha dejado la Viña de nuestra vida y unos talentos que fructificar, pero se lo negamos haciendo lo que creemos más conveniente para nuestros intereses y egoísmos. Y le rechazamos cada vez que nos interpela y nos llama misericordiosamente a trabajar en su Viña.

Primero, Señor, quiero pedirte perdón por todo el mal que hago, y, también, por tanta decepción y fracaso en el trabajo de tu Viña. Reconozco que soy indigno de tanto regalo y de tanto perdón. Gracias, Señor, por tu paciencia y misericordia. Me siento abrumado, avergonzado e indigno. Y te pido perdón por tanto desperdicio y tanta miseria. Quiero, y trato de comprometerme en esta cuaresma, a esforzarme en trabajar esa Viña que Tú me has dejado y de esforzarme en dar frutos.

No lo frutos que yo quiero, sino los que Tú esperas recoger de mi pobre esfuerzo. Claro, que sabes que cuento contigo, porque yo sólo no podré cumplir lo prometido. Dame la serenidad, la paciencia, la confianza y la sabiduría del discernimiento para encontrar tu camino y hacerlo también el mío. Quiero, Señor, esperarte en la Viña que me has dejado y aguardar tu llegada para recibirte con los honores que Tú te mereces y entregarte mis manos humildes llenas de esos frutos que Tú esperas de mí.

Mientras, dame, Señor, el valor, la voluntad y la perseverancia de continuar el trabajo de la siembra y el cultivo, abonando todo mi sembrado de tu Gracia, para transmitir esa semilla del amor a todas partes. Amén.

miércoles, 3 de enero de 2018

RECONOCERNOS PECADORES

Muchas veces nos cuesta acercarnos al confesionario porque no sabemos que decir. No encontramos culpas de las que arrepentirnos, y casi nos gustaría tener algún pecado para poder arrepentirte y confesarte. Parece absurdo, pero he escuchado a algunas personas que así se han confesado. Y también a mí me ha ocurrido algo de eso. Posiblemente, el peligro se esconde en que nuestra conciencia está algo dormida y no somos sensibles a muchas omisiones o faltas que hieren a otros.

Quizás haga falta que nos tiren de la lengua y nos vayan ayudando a ver muchas situaciones de nuestra vida en las que fallamos. Cuantas veces nos hacemos un poco los despistados para dejar de hacer esto o aquello; cuantas veces simulamos estar distraidos para evitar el encuentro con aquella persona o no complicarnos con este u otro servicio. Cuantas veces no apretamos el botón del ascensor al ver que la puerta se cierra al ver venir a alguna persona.

No cabe duda que tenemos muchas fallos y pecados. Posiblemente no podamos evitarlos o, incluso, saber exactamente como actuar, pero si somos consciente de que fallamos mucho. Al menos yo me siento así, y cada día experimento que mi salvación se debe a la Misericordia y a la Gracia de Dios. Porque, por mucho que me esfuerce, siempre seré un pecador. Sólo me salva la Gracia.

Por el Bautismo, todos mis pecados me son perdonados. El Bautismo nos hace hijos adoptivos y partícipes de la naturaleza divina, miembros de Cristo, coherederos con Él y templos del Espíritu Santo. La Santísima Trinidad - Padre, Hijo y Espíritu Santo - nos da la Gracia Santificante, que nos hace capaces de creer en Dios, de esperar en Él y de amarlo; de vivir y obrar bajo la moción del Espíritu Santo mediante sus dones; de crecer en el bien por medio de las virtudes morales (Rev. P. Higinio Rafael ROSOLEN IVE (Cobourg, Ontario, Canadá).

Pidamos, como nos exhorta el Papa Francisco, «despertar la memoria de nuestro Bautismo», «vivir cada día nuestro Bautismo, como realidad actual en nuestra existencia».

miércoles, 15 de noviembre de 2017

PERDONA, SEÑOR, MIS OLVIDOS

Sucede en mi vida también, me olvido, no sólo de darte gracias, sino de reconocer que sólo en Ti, Señor, mi vida tiene sentido y todo mi ser y obrar está en Ti y es tuyo. Nada hago sin Ti, Señor, y todas mis obras son tuyas, porque a Ti todo pertenece. Eres, Señor de la Vida y de la muerte y sin tu permiso nada tiene lugar.

Me olvido, como aquellos nueve leprosos, de que Tú eres el Camino, la Verdad y la Vida, y, necio de mí, trato de seguir adelante creyendo que la vida me pertenece y que mis éxitos y obras son causa de mis esfuerzos y mi poder. Y, cuando la vida me sonríe y todo marcha bien, se eleva mi autoestima y me olvido de darte gracias, Señor. Perdona, Señor, mi osadía y mi suficiencia.

Hoy, Señor, quiero pedirte perdón por todos mis olvidos. Incluso, por mis preocupaciones y desconfianzas, pues, reconozco lo débil de mi fe y las inseguridades que mi vida padece ignorando tu presencia y tu poder. ¿Qué me puede ocurrir estando contigo, Señor? Si tuviera fe experimentaría que nada me puede pasar, y, aún, estando en el dolor y sufrimiento, no perdería el gozo y la alegría. 

Dame, Señor, fortaleza y mucha humildad, para soportar con esa sabiduría que viene de Ti, las inclemencias de mi vida desde el gozo de aceptarlas y la alegría de saber que todo termina en Ti. Y, lléname de la esperanza de saber que el final de mi vida eres Tú. Y en Ti encontraré ese Tesoro que ando buscando y que eres Tú, Señor. Sólo Tú, Dios mío, eres mi paz, mi refugio, mi vida y mi gozo.

Eso te pido, Señor, experimentar en la entrega del servicio, mi renuncia a buscar mi felicidad, para darme dándome a buscar la felicidad del otro. Sobre todo de tus preferidos, los pobres, los pecadores marginados y abandonados y excluidos de la sociedad. Muéstrame el camino de poder ayudarles y aliviarles sin buscar ninguna recompensa, sino, simplemente, hacer lo que debo hacer y corresponderte Señor con todo lo que Tú me has dado. Amén.

lunes, 13 de noviembre de 2017

MISERICORDIA QUIERO, Y NO SACRIFICIOS - Mt 9, 13 -

Jesús ha venido a perdonarnos, porque nacemos manchados por el pecado y necesitamos ser limpiados para, purificados, alcanzar la Vida Eterna. Vida Eterna a la que estamos llamados y experimentamos dentro de nosotros mismos. Está impresa en nuestro corazón. La descubrimos en el camino de nuestra vida y la anhelamos desesperadamente. Sin embargo, ocurre que la buscamos en lugares equivocados.

La puerta de esa limpieza primera empieza en el Bautismo. Por Él entramos en la familia de los hijos de Dios y gozamos de la asistencia del Espíritu Santo, que nos fortalece y nos ayuda al combate de cada día contra la tentación del pecado y del escándalo. Es lógico y de sentido común que estamos necesitado de misericordia, y es eso, precisamente, lo que Jesús nos ha venido a dar gratuitamente. Porque, nuestra realidad no es otra sino esa. Necesitados de perdón y misericordia.

El Evangelio de hoy nos lo dice claramente: «Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, le perdonarás».

Pero, esa misericordia recibida de forma gratuita, pues no la merecemos, también tenemos que devolverla en los hermanos. Así como nosotros somos perdonados, también tenemos que perdonar. Lo rezamos todos los días en el Padrenuestro. Por eso, Jesús nos lo recuerda hoy. Y es eso precisamente lo que nos pide, nuestro arrepentimiento y dolor por haber actuado mal. 

El Señor no busca nuestro bien actuar, pues es eso lo que debemos hacer sin ninguna recompensa, sino, ante la caída y el pecado, nuestro dolor y arrepentimiento. Precisamente para eso, para levantarnos, animarnos a seguir actuando bien y perdonarnos. Seamos consciente de esa realidad y de esa Misericordia que el Señor nos regala cada día, y pidámosle fe y confianza en que, siempre que acudamos a Él con dolor y arrepentimiento, recibiremos su Perdón y Misericordia. Amén.

jueves, 19 de octubre de 2017

NO ES ALGO LEJANO A MÍ

Cuando leemos y reflexionamos este pasaje del Evangelio podemos caer en la tentación de creer que no va con nosotros. Nosotros, nos decimos, somos buenos, escuchamos a los enviados y les hacemos caso. Sin embargo, el mundo no parece decir lo mismo. No es que seamos nosotros responsables de todo lo que pueda suceder en el mundo, pero, no por eso, podemos quedarnos tan tranquilos.

Es posible que no hayamos matado a ningún profeta, ni tampoco a ningún enviados en nuestro tiempo, pero, ¿les hemos escuchado y aplicado sus consejos a nuestras vidas? ¿O les hemos dado la espalda sin hacerles caso? Eso es cuestión de reflexión y de mirarnos cada uno personalmente. Posiblemente no estemos a la altura que debemos estar y debamos escuchar y aplicarnos más en nuestras vidas.

Es una llamada de atención, y muy seria la que nos hace el Señor: « ¡Ay de vosotros, porque edificáis los sepulcros de los profetas que vuestros padres mataron! Por tanto, sois testigos y estáis de acuerdo con las obras de vuestros padres; porque ellos los mataron y vosotros edificáis sus sepulcros. Por eso...

Es cuestión de leerlo con atención y abiertos a la Gracia del Señor. Porque, siempre hay tiempo para, por su Gracia, dejarnos convertir y transformarnos, cada día, un poco más. Eso es lo que pedimos, primero perdón por todos nuestros fallos y pecados, y, segundo, la Gracia de ser mejores cada día aplicando a nuestras vidas esa Palabra de Dios que nos hace hermanos y nos une en una convivencia más solidaria y justa.

Pidamos también perseverancia y paciencia, para soportar nuestras limitaciones y dificultades a fin de no desanimarnos ni desfallecer. Pidamos humildad y sabiduría para abrirnos a la Gracia de Dios y dejar que, empapado de ella, seamos transformados y convertidos. Amén.

domingo, 17 de septiembre de 2017

PERDONAR SUPONE AMAR, Y VICEVERSA

Cuando te esfuerza en perdonas estás significando que amar, porque amar supone perdonar. No amas porque tu sonrisa, ni tampoco por unas palabras amables o caricias. Esos signos llevan aromas de amor y huelen a amor, pero no son amor. El amor es un compromiso por el que estamos comprometidos a buscar el bien de los seres amados. Así nos ama nuestro Padre Dios.

Por eso nos perdona, porque nuestros méritos no son para perdonarnos, sino para condenarnos como aparece en el Evangelio de hoy en la parábola que nos cuenta Jesús: (Mt 18,21-35): En aquel tiempo, Pedro preguntó a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?». Dícele Jesús: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso el Reino de los Cielos es semejante a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. Al empezar a ajustarlas, le fue presentado uno...

Experimentando el perdón que el Señor nos regala por amor, tomamos conciencia de esa infinita Gracia y nos esforzamos en corresponderle dándole las gracias y postrándonos a sus pies con el propósito de, asumiendo y aceptando su perdón, también nosotros perdonar a todos los que nos ofenden. Para ello le pedimos que nos dé la Gracia de ser humilde, paciente y misericordioso.

Te pedimos, Señor, perseverancia y fortaleza para, siendo paciente y misericordioso, soportar todas las ofensas recibida y, como Tú nos perdonas con tu Misericordia Infinita, también nosotros, inundados de tu Infinita Gracia, sepamos soportar y perdonar todas las injurias y ofendas que nos han infrigido. Y hacerlo siempre hasta la última gota de nuestra sangre, incluso cuando nos resulte incómodo y no lo entendamos, pues tampoco entendemos como Tú nos perdonas a nosotros con el daño que te hacemos y los rechazos que te devolvemos.

Danos, Señor, la sabiduría de aceptar y obedecer tu Palabra y guardarla en nuestro corazón teniéndote siempre presente como lo primero en nuestros corazones. Amén.

jueves, 22 de junio de 2017

CAMINO DE PERDÓN, NO HAY OTRO

Gracias, Señor Jesús, por dejarnos esta hermosa oración con la que dirigirnos al Padre. A ese Padre que Tú nos revelas y del que nos habla y nos dice que tanto nos quieres. Ese Padre Bueno con el que nos enseñas a relacionarnos. Gracias, Señor Jesús por enseñarnos  a relacionarnos con el Padre Bueno sin divagar ni pedir cosas que, quizás no son necesarias para nuestro bien. Gracias, Señor, por unirnos  fraternalmente como hermanos e hijos del Padre, para que, unidos, podamos todos santificar su Nombre y vivir en y para su Reino.

Padre, te pedimos, por los méritos de tu Hijo Jesucristo, que vivamos en tu voluntad, y te pedimos que nos llenes de tu Gracia, para poder superar todas las dificultades y obstáculos que se nos presentan en nuestro camino. Danos hoy, Señor, la fortaleza necesaria que necesitamos para conseguir y satisfacer nuestras necesidades materiales, sin permitir que estas desplacen a la espirituales, porque como Tú nos dejaste claro en el desierto, " no sólo de pan vive el hombre, sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios"-Mt 4,4-.

Pero el reto de nuestro obrar reside en tu Miserícordia, Señor. Tú nos perdonas todos nuestros pecados. Nos resistimos a tu llamada, a tu espera y paciencia, y te devolvemos indiferencia, rechazos y olvido. Sin embargo, Tú, Señor, mantienes siempre tus Brazos abiertos a nuestro regreso y conversión. 

Por eso, Señor, la prueba del perdón es actuar y perdonar tal y como Tú nos perdonas. Danos esa Misericordia, Padre, para ser capaces de perdonar como tu Hijo, nuestro Señor, nos ha enseñado a perdonar. Amén.

martes, 21 de marzo de 2017

EL PERDÓN ESTÁ EN LA ORACIÓN DE CADA DÍA

El perdón está cada día en nuestros labios. Cualquiera que se aprecie de creyente rezará el Padre nuestro cada día, y recordará la necesidad de perdonar tal y como el Padre nos perdona a cada uno de nosotros. No hay vuelta de hoja, ni interpretaciones que encierren otro significado. Si tú quieres recibir perdón, tendrás también que perdonar.

Ahora, ¿nos resulta difícil? ¡Claro!, ¿quién lo niega? Diría, ¡no difícil, sino dificilísimo! Y eso descubre y hace comprensible a todas luces la necesidad de relacionarnos con el Padre y pedirle, cada día, incesantemente que nos dé la fuerza del perdón. ¡Bien sabía Jesús la necesidad de perdonar! Y, al menor ruego de sus discípulos que les enseñara a orar, nos deja esta hermosa oración, el Padre nuestro, donde nos da un estilo de vida y una clara necesidad de perdonar, tal y como el Padre nos perdona.

Por eso, cada día rezamos, sin desfallecer, la oración del Padre nuestro. Y lo hacemos varias veces y a cada instante que nos relacionamos con el Señor. Es necesario pedirle sabiduría, voluntad y fuerza para saber sobreponernos y compadecernos. Necesitamos discernir mucho sobre la exigencia del perdón. Porque nuestra forma de pensar es diferente y egoísta. Nosotros entendemos el perdón, pero lo entendemos de otra manera. Nuestro pecado no nos lo deja ver de otra manera.

Perdonamos, sí, pero hasta cierto límite. Donde más nos acercamos al Señor es en el amor de los padres con sus hijos. Ahí nos aproximamos y nuestra compasión se alarga y se hace paciente, pero también se agota y se rinde. Sólo, experimentando la Misericordia con la que Dios nos trata y nos perdona, olvidando nuestras ofensas, seremos, auxiliados por su Gracia, capaces de también perdonar.

Por eso, de nuevo y unidos a todos decimos: Padre, perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Amén.