Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.
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martes, 18 de mayo de 2021

SIN PERDER DE VISTA LA HORA

 

Llegará la hora, porque, el reloj de nuestra vida no se para y el momento del Anuncio está presente. Cada instante de nuestra vida es una página del anuncio de la presencia de Dios. Esa presencia que Jesús nos transmitió con su Vida y su Palabra. Y ha llegado esa hora en la que Él, con su Vida y Pasión, ha glorificado al Padre entregando su Vida.

Ahora, el Padre le ha glorificado resucitándole para mostrarnos a nosotros su Gloria y el triunfo de la Vida sobre la muerte. Jesús es gloria del Padre para que todos veamos en Él el Amor Infinito y Misericordioso del Padre. En y por Él, el Padre, nos da Vida Eterna.

Y, Padre nuestro, no queremos perdernos en este mundo consumista y seductor, el camino que nos lleva hacia Ti. Las tentaciones y seducciones que el mundo nos presenta nos inclinan a alejarnos de tu presencia y a perderte de vista. Danos, Padre, la paz y la sabiduría de tenerte siempre presente y nunca perderte de vista anteponiendo las cosas de este mundo a tu Amor y Misericordia.

Danos a conocer a tu Padre, gloria nuestra y  Vida Eterna. Amén.

martes, 21 de marzo de 2017

EL PERDÓN ESTÁ EN LA ORACIÓN DE CADA DÍA

El perdón está cada día en nuestros labios. Cualquiera que se aprecie de creyente rezará el Padre nuestro cada día, y recordará la necesidad de perdonar tal y como el Padre nos perdona a cada uno de nosotros. No hay vuelta de hoja, ni interpretaciones que encierren otro significado. Si tú quieres recibir perdón, tendrás también que perdonar.

Ahora, ¿nos resulta difícil? ¡Claro!, ¿quién lo niega? Diría, ¡no difícil, sino dificilísimo! Y eso descubre y hace comprensible a todas luces la necesidad de relacionarnos con el Padre y pedirle, cada día, incesantemente que nos dé la fuerza del perdón. ¡Bien sabía Jesús la necesidad de perdonar! Y, al menor ruego de sus discípulos que les enseñara a orar, nos deja esta hermosa oración, el Padre nuestro, donde nos da un estilo de vida y una clara necesidad de perdonar, tal y como el Padre nos perdona.

Por eso, cada día rezamos, sin desfallecer, la oración del Padre nuestro. Y lo hacemos varias veces y a cada instante que nos relacionamos con el Señor. Es necesario pedirle sabiduría, voluntad y fuerza para saber sobreponernos y compadecernos. Necesitamos discernir mucho sobre la exigencia del perdón. Porque nuestra forma de pensar es diferente y egoísta. Nosotros entendemos el perdón, pero lo entendemos de otra manera. Nuestro pecado no nos lo deja ver de otra manera.

Perdonamos, sí, pero hasta cierto límite. Donde más nos acercamos al Señor es en el amor de los padres con sus hijos. Ahí nos aproximamos y nuestra compasión se alarga y se hace paciente, pero también se agota y se rinde. Sólo, experimentando la Misericordia con la que Dios nos trata y nos perdona, olvidando nuestras ofensas, seremos, auxiliados por su Gracia, capaces de también perdonar.

Por eso, de nuevo y unidos a todos decimos: Padre, perdónanos nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Amén.

martes, 7 de marzo de 2017

LA ORACIÓN POR EXCELENCIA



El Padre nuestro es la oración que marca los pasos de nuestra vida y el estilo de la misma. Es una oración para vivirla según la pronunciamos. Es una oración que define los tiempos del diario vivir desde la mañana hasta la noche. Es una oración que divide los tiempos del latir de nuestros corazones y se hace presente y vida en cada instante que nos ponemos en relación con los demás.

Porque, es una oración que está entroncada con los otros, a los que llamamos hermanos, porque Dios se nos descubre y declara como Padre de todos. Es una oración que nos recuerda en cada momento de nuestras relaciones con los demás el perdón. La misericordia, porque por ella estamos salvados, pues no merecemos nada y nos salva nuestro Padre Dios, Infinitamente Misericordioso.

Por eso, porque las palabras se agotan y el corazón palmita, recemos el Padre nuestro en silencio y meditemos cada paso de cada día. Amén


Padre nuestro que estás en el Cielo,
santificado sea tu Nombre,
venga a nosotros tu Reino,
hágase tu Voluntad
en la tierra como 
en el Cielo.

Danos hoy nuestro pan de cada día,
perdona nuestras ofensas,como 
también nosotros perdonamos
 a los que nos ofenden,no nos 
deje caer en  la tentación, y
líbranos del mal.
Amén.

domingo, 24 de julio de 2016

HAZ, SEÑOR, QUE MI VIDA SEA UNA ORACIÓN



La oración se hace verdadera oración cuando se encarna en la vida. Una oración desencarnada se convierte en religión, precepto o piedad sin savia divina y sin vida y sin frutos. Porque la oración tiene como resultado dar frutos, y si no los hay es que es oración sin vida, muerta. No hay gripe auténtica si no contagia, y, siguiendo el mismo paralelismo, no hay oración cuando no se refleja en la vida.

El Padre nuestro que Jesús nos enseña es una oración encarnada en la vida, porque es la relación de un Padre con sus hijos. Un Padre al que santificamos su Nombre porque nos ha dado la vida y todo lo que tenemos y somos. Un Padre al que le pedimos su Reino porque entendemos que es en su Reino donde verdaderamente podemos ser felices. Y, un Padre, al que también pedimos nuestras necesidades de cada día y su Perdón, cómo y en la medida que también nosotros estamos dispuestos a perdonar. Y que nos libre de exponernos a las tentaciones.

Una oración encarnada, porque ese Padre Vive, está pendiente de nosotros y, en su Hijo Jesús se hace presente en cada reunión en su Nombre. Es un Dios vivo, que actúa en cada instante de nuestras vidas y que habla y escucha y camina con cada uno de nosotros. Es un Dios con el que hablamos en el peregrinar de nuestros caminos y con el que interactuamos en todo momento. Por lo tanto, no puede ser una oración que sirva sólo para un rato, para cumplir con un precepto o para utilizarla en puntuales momentos como normas o hábitos de vida. ¡No, así no!

Es una oración viva y modelo y referencia de vida. Es una oración que incide en cada actitud y vivencia existencial de nuestro ser, actuar y obrar. Es una oración que nos invita a santificar el nombre de Dios, a buscar su Reino y nuestro pan de cada día, a perdonar y a cuidarnos de ponernos en peligro alejándonos de la actitud de vivir en su Voluntad. Es una oración de relación íntima y diaria con Alguien que Vive y está dentro de mí.

Por eso, Padre, dame la sabiduría de descubrir tu presencia en cada instante de mi vida, conmigo mismo, en mi relación con los demás, sobre todo en la actitud de perdonar las ofensas recibidas, y fortalece mi perseverancia e insistencia en no perder la confianza de pedirte todo aquello que me relaciona y me lleva a Ti y al gozo de tu presencia. Amén.

jueves, 16 de junio de 2016

DAME, SEÑOR, LA GRACIA DEL PERDÓN



Señor, sabemos que Tú sabes lo que necesitamos, porque somos reflejos y semejanza del Padre Dios, y, Tú, nos conoces y enviado por el Padre nos alumbras el camino para llegar a Él. Pero, de alguna manera tenemos que decirte y confesarte nuestra fe. Nuestras torpes palabras son el medio que sabemos y conocemos para llegar a Ti y expresártela.

Nos has enseñado el Padre nuestro y nos dices en él que tenemos que perdonar a quienes nos ofenden, porque en esa medida será también el perdón que recibamos. Pero también experimentamos lo que nos cuesta perdonar. Muchos confesamos que no podemos hacerlo, y otros ni lo intentan ante la imposibilidad de saber que no pueden. Sin embargo, Tú nos dices que nuestro perdón, que a cada instante te lo estamos pidiendo, será igual al que nosotros seamos capaces de dar. Y nos deja sin respuesta.

¿Cómo no intentar perdonar, a pesar de nuestra soberbia y orgullo, si Tú solamente nos perdona en la medida que nosotros perdonemos? Sí, Señor, queremos perdonar a los que nos ofenden, para luego ser perdonado de nuestras ofensas por Ti. Y queremos contar con tu ayuda, porque por nosotros solos no podremos lograrlo. Danos, Señor, esa capacidad y esa Gracia para que en tu Nombre seamos capaces de perdonar para ser también perdonados.

No entendemos ni sabemos cómo podremos lograrlo, pero si sabemos y creemos que contigo y por la acción del Espíritu Santo podremos lograrlo. Porque, Tú, Señor, no nos vas a pedir algo que nosotros no podamos lograr. Y, además, no sólo nos lo pide, sino que permaneces con nosotros para ayudarnos a lograrlo. Descubrir que si yo he sido perdonado por tu Amor y Misericordia, también tengo que perdonar a aquellos que me puedan ofender. 

Nos lo explicas muy bien en la parábola del siervo cruel, (Mt 18, 23-35) en la que perdonado un siervo por su rey, al que debía 10.000 talentos, él, luego no perdonó a un amigo cien denarios. Y fue reprobada su conducta por el rey. No sería justo pedir perdón para nosotros, y no perdonar luego nosotros.

Danos, Señor, la fuerza que cada día necesitamos para tomar con paciencia y misericordia todas las ofensas e injurias que podamos recibir y estar dispuesto y en actitud misericordiosa como Tú, Padre, lo haces con cada uno de nosotros. Amén.

domingo, 6 de marzo de 2016

IMPOSIBLE DE COMPRENDER



Por mucho que nos esforcemos en comprender, no podremos llegar a entenderlo. El Amor del Padre nos sobrepasa. Nuestro amor es un amor de dar y recibir. Todos nuestros conflictos están marcados por un dar y recibir, y cuando falla el dar o el recibir, se enciende la llama que separa y cuece odio, envidia y ruptura.

Claro, sin ese encuentro que nos enamora de ese Amor del Padre, nuestro amor, aquí abajo, deja mucho que desear. Porque, ¿en quién nos fijamos para crecer y madurar en el amor? Porque, ¿quién nos explica, con su palabra y vida, cómo debe ser el amor? Sólo el Padre, con su paciencia, con su desprendimiento, con su comprensión, con sus consejos, con su respeto y libertad para con sus hijos, con su espera y su brazos siempre abiertos y su eterna misericordia nos puede hacer entender qué es realmente amar.

Y sólo un Padre así nos puede conmover e impulsar a, abajándonos y humillándonos, reconocer nuestro error y pecado. Pero no va a ser fácil. Nos costará levantarnos y reconocernos pecadores. La experiencia de muchos nos lo demuestra. Por eso necesitamos orar. Orar mucho, tanto los que caminamos de regreso a Casa, esperanzados en la Misericordia del Padre, como los que todavía no hemos decidido regresar.

Y es más, recemos muchos los que intentamos y vamos de regreso, por todos aquellos que todavía se instalan en la comodidad y placeres del mundo. Recemos por todos ellos, y también por nosotros, para que la Gracia del Espíritu Santo nos fortalezca y nos dé las fuerzas necesaria para no desfallecer en el camino de regreso a la Casa del Padre. 

No dejemos de rezar, con fe y esperanza: Padre nuestro que está en el Cielo. Santificado sea tu Nombre. Venga a nosotros tu Reino y hágase tu Voluntad, aquí en la tierra como en el Cielo...

miércoles, 7 de octubre de 2015

ORAR, TAN NECESARIO COMO RESPIRAR



Creer en Jesús es creer en el Padre que Jesús nos presenta. Un Padre que nos ama con locura y que le envía para salvarnos del peligro y la amenaza del pecado, y para enseñarnos también el camino a seguir para encontrarnos con Él, donde estaremos y viviremos en pleno gozo y eterna felicidad.

La presencia de Jesús no es otra que la Voluntad del Padre. Un Padre que ama tanto a sus hijos que se hace Hombre para, en el Hijo, salvarnos. Un Padre creador que nos da la libertad de elegirle o rechazarle. Un Padre que, como con el hijo prodigo, nos espera oteando el horizonte de cada día en y con la esperanza de descubrir y dibujar nuestra silueta de regreso a su Casa.

Jesús nos transmite su relación con el Padre en la cotidianidad de cada día retirándose a orar. Busca espacios de oración donde detalle su día a día su vivir y su Misión según la Voluntad del Padre. E insiste en pedir la fuerza del Espíritu para ser capaz de cumplir con la Voluntad del Padre. Su vivencia de la oración del huerto de Getsemaní es un testimonio de su constante oración y relación con el Padre, y de la necesidad de la fuerza del Espíritu para vencer nuestros deseos y cumplir los del Padre.

Pidamos al Señor esa Gracia. La Gracia de ir adecuando nuestras apetencias, deseos y proyectos a lo que quiere el Padre de cada uno de nosotros. Porque de eso se trata, no de cumplir normas, preceptos y prácticas sin más, sino que esas prácticas nos sirvan para ir transformando nuestra vida según la Voluntad del Padre. Eso fue lo que hizo Jesús, y lo que nos enseñó.

Seamos constantes en la petición. Pedir, buscar y llamar nos invitaba Jesús hace días, y no desfallecer. Pidamos, pues, para perseverar en la oración y activar nuestra respiración espiritual fundamental y necesaria para mantener a flote nuestra vida en relación con el Señor, nuestro Padre Bueno que nos salva y nos hace feliz para siempre. Amén.

miércoles, 14 de enero de 2015

LA NECESIDAD DE ORAR



A veces no nos salen las palabras, y otras, quizás, hablamos más de la cuenta. Jesús indicó a los apóstoles la manera de orar al señalarles el Padre nuestro. En él se recogen todas las características de la oración, porque lo importante es reconocer a Dios como nuestro Padre.

Llamarle Padre es lo primero que debe salir de nuestros labios. Padre Bueno y Padre nuestro, porque es el Padre de todos, y ese ser de todos nos hace hermanos. Y como hermanos estamos llamados a amarnos. Porque los hermanos se deben amar y sienten ese amor. Como Padre, santificamos su Nombre y deseamos estar en su Reino. 

Porque el Reino de nuestro Padre es lo mejor que nos puede ocurrir. Es lo que más deseamos, y por eso le decimos: "Venga a nosotros tu Reino". Y no como a nosotros se nos antoje, porque lo podemos perder, sino según su Voluntad. Porque Tú, Señor, eres quien sabes lo que nos conviene.

Danos, Señor, el pan de cada día, el amor que cada día necesitamos para unirnos y no separarnos; el pan de nuestro servicio, de nuestra entrega, de nuestra justicia y caridad de cada día. Y, porque somos unos pecadores, perdonamos nuestros pecados, y danos la voluntad, la sabiduría y la fortaleza de perdonar también nosotros a los que nos ofenden como Tú, Señor, lo haces con cada uno de nosotros.

Líbranos, Señor, de los peligros de este mundo; de las tentaciones y comodidades que la vida placentera nos ofrece y nuestra humanidad caída nos reclama. Pon el coraje en nuestro corazón de negarnos, de ser fuertes y decir no, y de confiar en la Gracia que el Espíritu nos dará para salir victoriosos y no caer en la tentación. Amén.

Enséñanos a rezar de esta forma, Señor, y a vivir cada momento de nuestra vida en íntima relación con el Padre. Amén.

martes, 3 de junio de 2014

¡PADRE MÍO, FORTALÉCEME EN MI HORA!



Yo sigo en el mundo Señor, aunque no soy del mundo porque Tú me has llamado y yo quiero responder a tu llamada. Pero no basta con mis intenciones, porque mi naturaleza está tocada, derrumbada y muy herida por el pecado. Mi soberbia, mis apetencias sensuales, carnales, físicas... Mi humanidad materialista, consumista y capitalista levantan una muralla difícil de franquear.

No bastan mis solos esfuerzos, ni tampoco mis oraciones, sino tu Gracia Señor y tus ruegos al Padre para que me saquen de esta selva de condenación. Qué alegría oír de tus Palabras este ruego al Padre: «Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado, porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el mundo, y yo voy a ti». Cuanta seguridad, confianza, esperanza y amor se descubren desde tu Corazón derramándose hacia el nuestro.

Gracias Señor Jesús porque con tu Vida has salvado mi vida y la de todos los hombres, y nos das la esperanza de llevarnos a la Casa de tu Padre para gozar de la dicha eterna en su presencia. Amén.

martes, 11 de marzo de 2014

PERDONA SEÑOR TANTAS MENTIRAS



Si me preguntan que pienso de mí, la primera intención que se apodera de mi mente es que no soy mala persona aunque soy consciente de mis fallos, errores y pecados. Sería de fanfarrón y engreído no reconocer mis limitaciones y faltas, pero no se trata simplemente de eso. Se trata de las innumerables ocasiones que falto a mi palabra y cometo pecados contra el Señor y mis hermanos los hombres.

Simplemente mirar la oración del Padre nuestro y reflexionarla, me hace tomar conciencia de las veces que caigo y falto a mi promesa. ¡Y cuántas veces rezo el Padre nuestro al día! En mi caso unas diez o más. Le pido al Padre que se haga su Voluntad, pero persigo la mía, por mucha voluntad que ponga en hacer la del Señor. Y, a pesar de pedirle por el pan de cada día y porque aumente más mi amor y mi desprendimiento de las cosas de este mundo, me experimento pegado a él.

Si de perdonar se trata, temo lo mucho que me cuesta, sobre todo cuando se trata de enemigos. Sin embargo, toda esa experiencia me ayuda a descubrirme pobre, pequeño, imperfecto y necesitado. Y recuerdo que el Señor viene a sanar a los enfermos y a salvar a los pecadores, y yo soy uno de esos pobres y pecadores. Por eso salto exultante de gozo y de alegría.

Gracias Señor por venir a salvarme. Te pido que me hagas más desprendido y me des la Gracia de santificar tu Nombre, de buscar tu Reino, de hacer tu Voluntad, de perdonar a los que me ofenden y de pedirte sólo aquello que sirve para seguir tu camino.