Es un camino sencillo y fácil de entender y de comprender. Amar y amar, pero, ¿qué clase de amor? Porque, y ahí empiezan los problemas, hay mucas clases de amores, o de muy mal llamados amores. Porque, todo amor que se busque a sí mismo es amor egoísta. Y todas las diferentes formas de llamar amor, menos una, son maneras de buscar nuestras propias satisfacciones, conveniencias y egoísmos.
La única forma de amar es, olvidándote de ti mismo darte al otro. Y eso está fuera de nuestras posibilidades humanas, porque, siempre estamos mediatizados y sometidos a nuestras apetencias e intereses humanos. Nos pesa mucho el desprendernos de nuestras egosísmos y vanidades y se nos hace cuesta arriba olvidarnos de nosotros y darnos enteramente a los demás, sobre todo a nuestros enemigos.
Jesús, que no predica solo de palabra sino con el ejemplo, nos dice: Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
Queda y está claro que la única posibilidad que tenemos es unirnos e injertarnos en Jesús para conseguir, por su Gracia y Amor, fortalecernos y darnos a los demás. Eso nos exige por nuestra parte ser perseverantes, pacientes y permanecer en su amor tal y como el nos dice: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».