Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

viernes, 30 de junio de 2017

TAMBIÉN YO ESTOY LEPROSO

HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDA


Es bueno y necesario distinguir y ver tu lepra. Porque hay muchos leprosos. Quizás nuestra lepra no sea tan transparente como la de aquel leproso, pero sí, tan mortal o más que la de él. Porque es una lepra interior, que se esconde y no se ve, pero mata y va minando todo nuestro interior hasta llegar al corazón y destruirlo. Y necesitamos verla, porque sin descubrirla no podemos luchar contra ella.

Aquel leproso lo tenía claro. Sabía de su lepra y también sabía que Jesús, el Señor, le podía curar. ¿Lo sabemos nosotros también? ¿Creemos que el Señor nos puede curar nuestras lepras y enfermedades? Y si lo creemos, ¿por qué no se lo pedimos? Ese es nuestro reto, pedírselo.

Y eso hacemos, Señor, desde estas páginas humildes y desinteresadas, pedirte que nos cure nuestras lepras de la envidia, de la codicia, del poder, de la ambición y egoísmo que nos llevan a la perdición de nuestro cuerpo y alma. Aumenta nuestra fe, Señor, para pedírtelo con confianza y esperanza. Quizás no sabemos ni entendemos cómo pedírtelo, ni cómo Tú nos respondes. No vemos nada, ni siquiera advertimos mejoría en nuestras enfermedades y forma de vivir, pero sabemos, Señor, que Tú nos escuchas y no nos defraudas.

Sabemos que todo lo que sucede a nuestro derredor es para nuestro bien. Ayudanos a advertirlo y a saber acogerlo y aprovecharlo para nuestra salvación. Sabemos que tenemos que cargar con nuestra cruz, y a pedirte que nos cure de nuestra lepra, queremos entender que deseamos superar y poder con la carga de nuestra cruz hasta llegar a Ti y descansar en Ti.

Por eso, Señor, sin más dilación ni pérdida de tiempo, te suplico que me des la sabiduría y la fuerza necesaria para saber buscarte, esperarte y pedirte confiado que me ayudes a vencer las lepras de mi vida y purificarla en tu Amor y Misericordia. Amén.

jueves, 29 de junio de 2017

LAUDES, DEL MARTES 29 DE JUNIO




Himno

Cuando el gallo, tres veces 
negaste a tu Maestro;
y él tres veces te dijo:
"¿Me amas más que éstos?"

Se te puso muy triste
tu llanto y tu silencio:
pero la Voz te habló
de apacentar corderos.

Tu pecado quemante
se convirtió en incendio,
y abriste tus dos brazos
al madero sangriento.

La cabeza hacia abajo
y el corazón al cielo:
porque, cuando aquel gallo,
negaste a tu Maestro. Amén.



San Pedro y San Pablo, apóstoles, solemnidad
                                                                                                                                  Común de apóstoles

miércoles, 28 de junio de 2017

RODEADOS DE LOBOS

El mundo está rodeado de peligros. Cuando vemos los documentales de la selva y la vida de los animales, en la que impera la ley del más fuerte, experimentamos lo difícil que es mantenerse vivo y subsistir en esas circunstancias. Unos se devoran a otros formando un equilibrio alimenticio y necesario para que haya vida. Y pensamos que nosotros estamos excluidos de esa cadena y somos seres aparte. Y pensamos bien.

Somos las criaturas de Dios por excelencia. Creadas a su imagen y semejanza, y destinada a vivir a su lado, por amor, para la eternidad. Pero, no cabe duda que, el corazón del hombre, inclinado al mal por el pecado, se degenera y origina  peligro de muerte. Y un peligro que amenaza y esclaviza hasta matar. 

El hombre se convierte en la mayor amenaza, tanto para los animales como para el planeta. Y una amenaza sin límites, que, sin darse cuenta, se convierte en su propia muerte y se destruye a sí mismo. Somos nuestros mayores peligros y nuestra mayor amenaza. Necesitamos cambiar nuestro corazón. No sólo para salvarnos nosotros, sino también para dejarles un mundo habitable y en condiciones a nuestros descendientes. Y eso, que nos puede parecer factible y al alcance de la mano, no lo podremos conseguir sin levantar la mirada al Creador, nuestro Padre Dios, y abandonarnos a su Gracia y Misericordia.

Reconocernos pecadores y cultivadores de malos frutos, es el primer paso para que nuestro cosecha empiece a mejorar y a producir buenos frutos. Pidamos al Señor que nos de la sabiduría de mirar para dentro, para el interior de nuestros corazones, y pongámoslo en sus Manos, a fin de que en Él sean convertidos en buenos y hermosos frutos. Amén.

martes, 27 de junio de 2017

UNA PUERTA DIFÍCIL DE ABRIR Y ATRAVESAR

Quizás nuestras palabras vayan más deprisa que nuestras obras. Quizás nuestro camino esté lleno de promesas y palabras más que de obras. La realidad es que es más fácil hablar  que hacer, y más fácil prometer que cumplir. Por eso, no sólo la palabra convence y transforma, sino que son las obras las que terminan por convertir y derrumbar las murallas que otros levantan amparados en las mentiras y falsas promesas. Porque, el testimonio cuando está apoyado en la verdad no admite discusión.

Por eso, no cuesta mucho hablar de la puerta estrecha o ancha. Lo podemos hacer con cierta facilidad, pero lo realmente importante es abrirla. Y digo abrirla, porque aquí de lo que se trata es de entrar por la puerta estrecha, ya que la ancha es fácil y se entra sin esfuerzo. Todo lo contrario, nos llevan en volandas seducido por los placeres y pasiones de este mundo. 

La dificultad está en una sola puerta. Se trata de la estrecha. Ahí está el secreto, porque es esa puerta la que nos abre el camino hacia la plena libertad; hacia la plena verdad y plena felicidad. Pero, la llave para abrirla se esconde en la paciencia y perseverancia; en la confianza y la fe; en el sacrificio y la renuncia; en la misericordia y el perdón; en la comprensión y la escucha; en la entrega y el servicio. Pero, sobre todo, en el amor y la caridad.

Seremos incapaces de abrirla solos y por nuestra cuenta. Necesitamos la oración de petición. Una petición constante, diaria, entregada, dispuesta, perseverante, insistente, disciplinada, confiada, plena de fe y fuerza, y, sobre todo, abandonada en el Espíritu Santo, que nos asiste, nos acompaña y nos fortalece. Sólo así tendremos garantía de éxito. 

Por eso, sin perder un instante, tomémonos virtualmente de la mano y, unidos, elevemos nuestras oraciones al Cielo, suplicando fortaleza, sabiduría, entendimiento, ciencia, consejo, piedad y santo temor de Dios, para que firmes y fortalecidos en el Espíritu de Dios, podamos y seamos capaces de entrar por la puerta estrecha hacia la Casa de Dios. Amén.

lunes, 26 de junio de 2017

DAME LUZ, SEÑOR, PARA QUITAR LA VIGA DE MI OJO

En repetidas ocasiones sólo vemos la mota del ojo del prójimo sin advertir la viga del nuestro. Eso es algo inherente a nuestra propia naturaleza. No vemos nuestros defectos, o dicho de otra forma, nos cuesta mucho ver nuestros propios defectos, y sí vemos, nos es más fácil, ver los del prójimo. Por eso y en base a eso estamos propensos a juzgar las debilidades y faltas del prójimo, ocultando las nuestras.

Y esa es nuestra oración - petición de hoy, Señor. Te pedimos que nos des la capacidad, no sólo de observarnos y vernos, exterior e interiormente, sino de discernir y corregir nuestras debilidades y defectos. Y evitar nuestros subjetivos juicios sobre los demás. Ni somos, ni estamos capacitados para ello, porque no podemos entrar ni conocer las últimas intenciones del corazón humano. ¿Quienes somos, pues, para juzgar los actos e intenciones de los demás?

¿Acaso estamos nosotros libres de cometer los mismos pecados que los demás? ¿Y en realidad no los cometemos? ¿Con qué autoridad, luego, nos atrevemos a juzgar a otros, cuando nosotros mismos hemos sido reos de esas mismas faltas?  Tratemos, pues, de limpiar primero nuestros ojos, para luego ver con claridad los de los demás.

Por todo ello, Señor, y arrepentido de mi osadía y atrevimiento, te pido humildad y paciencia para reconocerme pecador y necesitado de limpiar la oscuridad donde navegan mis ojos, impedidos de ver ante esa oscuridad que le impide ver. Alumbra mi camino y enciende mi corazón para saber limpiar y reconocer siempre primero mis pecados antes de enjuiciar los de los demás. Amén.

domingo, 25 de junio de 2017

AMAR ES CAMINO DE RENUNCIAS Y SACRIFICIOS

Es posible que muchos creyentes pensemos que ir al lado de Jesús es garantía de un camino seguro, sin tempestades ni peligros y adversidades. Y, al menos mi pobre experiencia me dice que no. Otra cosa, y eso si lo es seguro. No porque lo diga yo, sino porque es Palabra de Dios. Seguir a Jesús es camino de garantía de salvación. Pero eso no significa que no sea un camino de sufrimientos y sacrificios.

Porque, seguir a Jesús significa estar dispuesto a amar como Él nos ama. Y eso implica y exige renuncias, desapegos, sufrimientos, entrega y servicio. Amar, pues, supone dejarnos la vida en el camino. Sí, nuestra vida. El Plan de Dios para nuestra salvación, lo deja muy claro nuestro Señor Jesús, el enviado a decírnoslo: "Amar y perdonar". Dos palabras claves y simples. Fáciles y sencillas para su comprensión, pero tan difíciles de vivir hasta el punto que sin el concurso del Espíritu Santo no podremos llevar a nuestras vidas.

Claro está que estas dos palabras encierran un camino de adversidades, de peligros, de renuncias, de desapegos, de mortificación, de dejarnos la vida en cada instantes y del esfuerzo diario de comprender, escuchar y perdonar en todo momento y a toda persona. Eso dibuja un camino de cruz y una vida crucificada difícil de aceptar y acoger libremente. Por eso las Palabras de Jesús, que no nos desanima, sino que nos habla claro y nos garantiza la plena felicidad al final del camino eternamente, pero también mientras caminamos, porque es el alma la que nos da gozo y paz mientras soportamos las adversidades que el camino nos exige.

Quien no tenga esto claro, debe escuchar mejor las Palabras de Jesús: «No tengáis miedo a los hombres. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no haya de saberse. Lo que yo os digo en la oscuridad, decidlo vosotros a la luz; y lo que oís al oído, proclamadlo desde los terrados». 
Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna. ¿No se venden dos pajarillos por un as? Pues bien, ni uno de ellos caerá en tierra sin el consentimiento de vuestro Padre. En cuanto a vosotros, hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; vosotros valéis más que muchos pajarillos. 

Tenemos la garantía de sus Palabras y la promesa de su defensa. Y esa es nuestra oración desde este rincón. Danos, Señor la sabiduría de, si no entender, confiar y fiarnos de Ti, porque Tú tienes Palabra de Vida Eterna. Y con Jesús no hay nada que temer. Él ha vencido la muerte, pues ha Resucitado, y pedirá a su Padre, en nuestra defensa, que también nos dé la Vida Eterna en plenitud de gozo y felicidad. Amén.

sábado, 24 de junio de 2017

UNA ORACIÓN HUMILDE

La oración es oración cuando se construye desde y en la humildad. Apoyada en la prepotencia se destruye y no llega a ser oración, y es desoída por Dios. Así sucedió con el fariseo y el publicano. La diferencia estuvo en la humildad de uno contra la soberbia y prepotencia del otro. Quizás, sin darnos cuenta nos creemos mejores que otros. Sobre todo que aquellos que están lejos de las prácticas piadosas.

Recordemos las Palabras de Jesús: Muchos primeros serán últimos y muchos últimos serán primeros-Mt 19, 23-30-. No es algo que dijo de forma casual, sino que sucede realmente en nuestras vidas. Cegados por las riquezas, el poder, las comodidades, la individualidad, el egoísmo, el descompromiso y muchas cosas más, que necesitamos descubrir y desalojar de nuestras vidas, buscamos ser los primeros y los de más éxitos, y terminamos los últimos. Es algo que nos debe empujar y comprometer a reflexionar, unidos a otros, tratando de dejar entrar esa Palabra de Dios dentro de mi corazón y, dejándola entrar, sentarme a la mesa junto al Señor y dialogar pacientemente abandonándome a su Palabra.

Y esa es nuestra oración de hoy, Señor, en estos momentos de incertidumbre y de perplejidad. En estos momentos de cansancio, de incredulidad, de fatiga y desconcierto. En estos momentos en los que pensamos que Tú no nos escucha ni nos respondes. Y si lo haces, nos asombramos y nos resistimos, como Zacarías, a creerte. Danos paciencia y esperanza para saber perseverar.

Transforma nuestro corazón, Señor, y danos un corazón paciente y confiado; amoroso y acogedor; entregado y dispuesto a servirte cumpliendo tu mandato en el servicio y entrega a los hermanos. Llénanos de humildad en todo nuestro obrar y servir, y en nuestras relaciones. Y danos la sabiduría de permanecer siempre en los últimos lugares, soportando humillaciones o desprecios por tu Nombre. Y, hacerlo, Señor, por amor.

En esa confianza y llenos de paciencia, sigo, por tu Gracia, esperando y actuando en lo que voy descubriendo en mi torpe camino, confiado, y hasta que Tú, Señor, decidas iluminarme o decidir el final del mismo. Abandonado a tu Misericordia, en Ti confío, Señor. Amén.