Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

lunes, 9 de abril de 2018

TAMBIÉN PARA NOSOTROS CADA DÍA SE CONVIERTE EN UNA ANUNCIACIÓN

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María fue visitada por el Ángel Gabriel y anunciada de lo que Dios había decidido para ella. Sabemos y conocemos el relato -Lc 1, 26-38- pero, quizás lo que no sabemos que también nosotros somos visitados y anunciados del Amor de Dios y de su plan de salvación. Porque, la obra redentora de Dios, que empieza en el Sí de María, continúa hasta llegar a ti. También a ti te pregunta el Señor y te anuncia que has sido elegido como hijo, y que quiere compartir contigo su Gloria para la eternidad. ¡Dichoso mensaje el recibido!

Quizás todavía no somos consciente del mensaje recibido. Nos ha tocado la verdadera dicha, pero no lo advertimos y seguimos buscando el premio de la lotería o de la once. Premios humanos y caducos que al final quedan en nada. Hemos sido, a través de nuestra Madre, la Virgen, considerados hijos de Dios y contenidos dentro de su plan de salvación. Nuestro Señor Jesús es enviado, encarnado en Naturaleza Humana, para redimirnos y hacernos partícipes de la Gloria del Padre.

Y cada día se produce ese misterio y milagro de salvación donde se nos anuncia, por medio de nuestra Madre María, que el Hijo de Dios, encarnado en su seno se ha hecho Hombre para salvarnos a nosotros y a todos los que crean en Él. Por lo tanto, no nos cerremos a la Gracia recibida y abramos nuestros corazones para que esa siembra en ellos realizada dé los frutos apetecidos.

Pidamos con humildad y fe confiada la sabiduría, la paciencia y la fortaleza necesaria para perseverar, junto a nuestra Madre María, en la Palabra del Señor. Dejémonos anunciar su mensaje y su plan de salvación, que sembrado en nuestros corazones, nos anuncian y nos convocan a participar de la Gloria de Dios. 

Pidamos también al Espíritu Santo que nos dirija y nos transforme nuestros corazones y nos llene de humildad para como María, nuestra Madre, podamos decir como ella que se haga la Voluntad de Dios en nosotros. Amén.

domingo, 8 de abril de 2018

AMOR MISERICORDIOSO

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Lo necesito y eso me ayuda a creer. Necesito tu perdón, Señor, misericordioso por mi incredulidad, por mis pecados, por mi poca fe y por mi exigencia de pedir pruebas que convenzan mi razón humana exigente y soberbia. Sé que por mí mismo me será imposible creer, pero, apelo, Señor, a tu Amor Misericordioso para que me des la fe y poder seguirte de palabra y de obras.

Gracias, Señor, por experimentarme necesitado, y también por reconocerme pecador. Gracias, porque ese tomar conciencia de mis limitaciones y necesidades me impulsa a buscarte y a escucharte. También te pido, Señor, que me des un corazón humilde, pequeño y dócil a tu Palabra. Porque, como los apóstoles, tengo miedo y debilidades que, fácilmente, me pueden y me apartan de Ti.

Yo quiero creer sin necesidad de ver, pero me es imposible sin tu Gracia. Como Tomás necesito meter mis dedos en tus llagas y adentrar mi mano en tu costado. Perdona, Señor, mi osadía y dame la fe que necesito para adorarte y reconocerte mi Dios y Señor. Sé que tengo que poner mucho de mi parte, pues esa libertad que has puesto en mí  me delata como responsable y me exige responder. Y trato de hacerlo, a pesar de las dificultades que la vida me presenta.

Dame, Señor, la sabiduría de saber esperar y aguardar tus señales y de perseverar en tu presencia humildemente sin desesperar ni exigir nada. Dame, Señor, el conocimiento de permanecer en tu silencio y de encontrarlo en mi humilde y pobre corazón. En él quisiera permanecer y abandonarme para dar respuesta a todas mis ambiciones, interrogantes y anhelos desde tu Amor Misericordioso.

Y, por último, Señor, te pido en este día la Paz. Esa Paz que Tú siempre ofreces y das a todos aquellos a los que te presentas y confían en Ti. Yo, Señor, quiero también acogerme a esa Paz que, viniendo de Ti, nos llena de gozo, de felicidad y de amor. Amén.

sábado, 7 de abril de 2018

EL OBSTÁCULO DE NUESTRA INCREDULIDAD

Resultado de imagen de Mc 16,9-15
Nos cuesta mucho creer y fiarnos. Y más cuando esa persona nos ha fallado en algún momento. Una vez perdida la confianza, la fe se antoja casi imposible de recuperarla. Por eso, es muy importante cuidar mucho nuestros actos respecto a la confianza con el otro. 

Pero, también es muy importante sostenernos en la confianza de aquella persona que, puesta en tela de juicio, mantiene su verdad y su honor. Debemos ser perseverantes y no claudicar hasta que su presunción de inocencia no sea desvelada. Somos muy inclinados a desconfiar y a no creer, y más de aquellos que su credibilidad está excluida, como es el caso de la mujer en el tiempo de Jesús. La confesión de María Magdalena  no fue tenida en cuenta por los apóstoles. Su testimonio no tenía valor para ello.

Pero, tampoco creyeron a los de Emaús, y al mismo Jesús le pusieron en duda. Somos incrédulos y nos cuesta creer. Y Jesús nos lo echa en cara: Por último, estando a la mesa los once discípulos, se les apareció y les echó en cara su incredulidad y su dureza de corazón, por no haber creído a quienes le habían visto resucitado. Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación».

Pero, ¿qué ocurre hoy? También nosotros somos unos incrédulos, porque no creemos el testimonio de los apóstoles. ¿Qué queremos, que se nos aparezca a cada uno de nosotros? Porque, si se te aparece a ti, yo no te creeré, y así viceversa. No confiamos en la palabra de los apóstoles y en el Evangelio. Para empezar tenemos que reconocer nuestra dureza de corazón y nuestra incredulidad.

Y, te pedimos, Señor, que transformes nuestro corazón de piedra en uno de carne, más tierno y suave y dispuesto a conmoverse y a creer en tu Amor. Un corazón abierto a tu llamada, a tu Palabra y confiado en tus actos de Amor. Porque, Tú, Señor, siempre has dado cumplimiento a tu Palabra y nada en Ti ha dejado de cumplirse. Tú siempre, Señor, dices la Verdad, pues eres el Camino, la Verdad y la Vida. Amén.