¡Padre nuestro! Estoy tan acostumbrado a decirte “Padre”, que casi lo hago sin darme cuenta. Sin embargo cuando lo pienso más en serio, tiemblo un poco. Porque si eres mi Padre, yo soy tu hijo.
Hoy te pido, Padre mío que jamás deje de llamarte así, que jamás deje de ser el que engendraste para que te ame y para ser amado por Ti.
¡Padre nuestro! Que nunca deje de recordar la misericordia que nos mostraste en Jesús. No permitas que abandone nunca tu casa. Dame fuerzas para volver ahora mismo: ¡Tú me amas y eres más grande que todos mis pecados. Dame generosidad para compartir todo lo mío; dame humildad para comprender a mis hermanos y recibirlos en nuestra casa siempre, como Tú los recibes. ¡Así sea!
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