Nunca deja de sorprendernos, porque tu Palabra, Señor, siempre es nueva y nos llena de esperanza. Tu Palabra, Señor, nunca termina, siempre permanece y nos renueva a cada instante. Tu Palabra nos da vida y nos sostiene rebosantes de gozo y felicidad. Tu Palabra nos vivifica y nos hace nuevo.
Pidamos perseverar en tu Palabra, y en estar atento a vivirla y ponerla en práctica. Pidamos esa Gracia, la de asombrarnos, la del primer amor que nunca acaba y siempre nos sorprende. Pidamos la sabiduría de poder interpretarla y comprenderla. Pero, sobre todo, amarla para hacerla vida en nuestras vidas.
Pidamos fortaleza y voluntad, para superarnos cada día y luchar contra la rutina humana, que nos cierra los ojos de la verdad, para que dormidos vivamos, en la rutina cansina de cada día, sometidos a la esclavitud del pecado y los egoísmos. Pidamos la libertad de abrir los ojos para ver la pureza y disponibilidad de estar atentos a las necesidades de los demás y prestos a acudir a su auxilio.
Pidamos la capacidad de asombro y de admiración al advertir y observar tu Poder Señor de sanar nuestras enfermedades y de escuchar tu Palabra que nos adoctrina y nos salva. Pidamos el don de sorprendernos por esa autoridad y poder de transmitirnos la Buena Noticia de salvación. Esa Noticia que todos llevamos dentro de nuestros corazones y a la que buscamos dar respuesta.
Porque, Tú, Señor, eres el único capaz de hablarnos de esa forma. Porque sólo Tú tienes autoridad para darnos lo que nuestros corazones ansían y desean. Porque sólo Tú, Señor, tienes Palabra de Vida Eterna. Amén.