El buen gimnasta no cesa de esforzarse para mantenerse en forma. Su éxito depende de su preparación y, sobre todo, de su constancia y perseverancia en cuidar su estado físico y mental. Igual nos ocurre a nosotros, los seguidores y creyente de Jesús. Necesitamos el ejercicio de la oración todos los días, y frecuentar los sacramentos, sobre todo la Eucaristía. Claro, eso nos supone confesarnos con cierta regularidad para mantenernos limpios y en estado de Gracia.
Por el Bautismo recibimos la Gracia para conseguir esa fortaleza, pero también, el compromiso de conservarla y cuidarla. Perseverar en ella nos incumbe a todos los creyentes y bautizados. Se hace necesario responder a ese nuestro compromiso de Bautismo. Y eso se fundamente en complacer al Padre tal y como el Hijo lo complace. Claro, nosotros no somos el Hijo, pero contamos con su Gracia y la del Espíritu de Dios.
Y, porque Él, el Hijo, ha venido a este mundo y se ha bautizado para que nosotros le siguiéramos por ese mismo camino, bautizándonos con Espíritu y fuego por su Gracia, quedamos configurados como sacerdotes, profetas y reyes, y preparados para la lucha y para vencer al mal, el pecado. Pero no sin nuestro concurso y nuestro diario esfuerzo. Y eso es lo que le pedimos en este día de hoy, el Bautismo de Jesús, para como Él, estar protegidos y resguardados contra las amenazas y seducciones del pecado.
Pidamos esa fortaleza, para no desfallecer y continuar, a pesar de nuestras caídas, decepciones, desilusiones, incomprensiones, y toda clase de dificultades que nos invitan a pararnos, a no seguir, a abandonar y a quedarnos en el camino. Pidamos para que siempre una mano amiga nos levante, nos acompañe y nos anime. Pidamos y confiemos en la acción del Espíritu Santo que, por nuestro Bautismo, permanece en nosotros asistiéndonos y protegiendo. Amén.
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