Para buscar hay que ponerse en camino. Y, a veces, arrancar cuesta. Sobre todo cuando estamos cómodos e instalados. Por eso, los encuentros exigen movimientos y sacrificios. Y los sacrificios renuncias. A los pobres y desprendidos les cuesta menos el moverse, porque necesitan hacerlo. Buscan una mejoría y un bienestar con más futuro. Están en movimiento.
No puedes encontrar a Jesús en estado pasivo. Necesitas llamar, tocar, pedir. Y hacerlo con insistencia y perseverancia. Jesús está a tú alcance, pero te exige camino, camino de conversión. Juan Bautista ha preparado el camino, y tú tienes que poner también de tu parte. El tiempo de nuestra vida es un constante camino de conversión y lo verdaderamente importante es aprovecharlo.
Pidamos por intercesión de todos aquellos que han sabido buscarle, a los apóstoles, en especial a Andrés y el otro discípulo que le acompañaba y a María, que le acogió en su seno, que nos muestren el camino para, fortalecidos con sus ejemplos, aprendamos a seguir a Jesús y responder a su llamada. Pero, sobre todo, abrámonos a la acción del Espíritu Santo y dejémonos llevar por sus impulsos con humildad y confianza, con actitud de servicio y sencillez.
Porque no buscamos el éxito, ni el lucirnos, ni el triunfo ni que las cosas salgan como queremos, sino la Gloria de Dios. Y será el Espíritu Santo quien nos llevará por los caminos que nos conviene que, sin nosotros comprenderlo, serán los caminos que quiere el Señor. Porque es Él quien hace todo y quien recogerá también todo.
Danos, Señor, la paciencia y la sabiduría de descansar en tu Poder y Misericordia, y, como esos dos discípulos, impulsados por la señal de Juan salieron a tu encuentro, que también nosotros, impulsados por el Espíritu Santo recibido en nuestro Bautismo, salgamos a tu encuentro y permanezcamos toda nuestra vida contigo. Amén.
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