Ha llegado el Señor, el Padre nos lo ha señalado en su propio Bautismo. Le ha enviado el Espíritu Santo y nos ha sugerido escucharle y seguirle. Ese es nuestro camino, escucharle y seguirle, y ver lo que Él hace para, por su Gracia y con su Gracia, esforzarnos nosotros en imitarle.
Hoy nos propone oración y ayuno, porque la oración es fortalecida con el ayuno. No un ayuno de prácticas y costumbre, sino un ayuno como preparación para el camino que tenemos que recorrer. Un camino de lucha contra las tentaciones y pecados a los que estamos sometidos por nuestra humanidad pecadora y egoísta. Para eso está el Espíritu con nosotros. Un Espíritu Santo que nos fortalece y nos prepara, como hizo Jesús en el desierto, para también empezar nosotros, cada día, la misión de nuestro compromiso de Bautismo.
Pidamos al Espíritu Santo esa fortaleza para renovarnos cada día, para que no nos dejemosno llevar por lo viejo y caduco. Para no caer en las costumbres y prácticas caducas y viejas, sino para renovarnos en el Espíritu Santo para construir dentro de nosotros hombres nuevos en el Espíritu de Dios. Capaces de despojarnos de todos nuestros egoísmos y darnos en solidaridad, servicio y amor a los demás.
Pidamos esa Gracia al Espíritu de Dios y, también, abrámonos a su acción. Creamos en su poder y en su acción transformadora capaz de convertirnos, como el agua en vino, y renovarnos completamente. Para nosotros es imposible, pero para Dios no hay nada imposible. Confiemos en su Palabra y seamos dóciles a ella.
Pongamosno en sus Manos y, perseverando en la oración y el ayuno que nos fortalece, dejemosno llevar por la acción del Espíritu Santo. Amén.
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