Dejo salir las palabras según las siento dentro de mí, y... |
En muchas ocasiones buscamos oraciones hechas, que nos sirvan de intermediarias para exponer al Padre nuestras preocupaciones e inquietudes. Y no digo que esté mal o bien, cada cual buscará lo que mejor le sirva y ayude para ponerse en presencia del Padre, y creo que eso es lo que importa si se hace desde la verdad y la sana y limpia intención del corazón.
Sin embargo, hoy quiero compartir este momento en el que escribo, un momento que no sabía empezar, ni que oración poner en mi corazón. Y es que para hablar con el Señor no hay que buscar palabras ni preparar un discurso, simplemente querer y empeñarse en hacerlo.
Porque el Señor, nuestro Padre, sabe de nosotros, está atento y nos recibe de cualquier forma que vengamos. Nos puede servir la parábola del hijo prodigo para recordárnoslo. Solo nos pide que seamos sinceros, humildes y confiados en su Misericordia y Bondad.
Por todo ello, en este momento, elevo mi corazón a Dios y le ofrezco mi soledad, mi desconcierto, mi apatía, mis deseos de tumbarme, de no desear hacer nada, de no cumplir con mi responsabilidad, de no... Pongo toda mi miseria en tus Manos, Padre, y confió, como el hijo prodigo, en que me aceptes, no como tu hijo, que no lo merezco, sino como tu siervo y esclavo. Amén.