"Despojado de toda distracción y riqueza. Sólo desde la humildad de nuestro corazón, junto a María, llegará nuestra oración al PADRE".
HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.
De nada me vale ocultarlo. Sí, los cristianos, o al menos los que así queremos llamarnos, somos conscientes, al menos yo, de que en muchos momentos de mi vida he actuado de forma hipócrita. Sí, tratamos de cumplir con tradiciones, piedad y celebraciones rituales que luego no tienen sucesión y trascendencia en nuestras vidas de cada día.
Hablamos de amor y somos incapaces de amar. ¿Qué no lo adviertes? Aquel día que te niegas a hacer algún favor a tu hijo, a pesar de sea su vicio, encargándote de tu nieto y liberándolo para que acuda a su afición. Te niegas porque tú también quieres disfrutar de tu afición y de estar liberado para ver fútbol o cualquier otra distracción que te apetece. ¡Y cuántos egoísmos más!
Pero, ¿qué entiendes por amar? ¿Acaso no te está tu Padre Dios soportando tantos vicios, aficiones o caprichos superfluos por los que tú le dejas plantado? ¿Acaso no te espera, soporta y se llena de paciencia para encajar todas tus protestas, rechazos y rebeldías? ¿Y tú, no eres capaz de sacrificarte por nadie? Sin embargo, luego acudes a las celebraciones de piedad, ritos y romerías con una devoción que pareces un santo. ¿No estamos también incluidos en esos hipócritas que Jesús llama hoy duramente en el Evangelio?
Aprovechemos este rincón de oración para descubrir y abrir de par en par nuestros corazones y suplicarte Señor que conviertas esos nuestros corazones hipócritas en corazones suaves, generosos y, sobre todo, coherentes con nuestros actos ritos y actos de piedad que, deben servirnos para fortalecer nuestras obras y nuestro vivir de cada día en estrecha sintonía con tu Amor, volcándonos en nuestra relación amorosa y misericordiosa con los demás.
Conviértenos, Señor, poco a poco, utilizando nuestro humilde esfuerzo que tomamos de Ti cada día en nuestras Eucaristías. Nos llenamos de esperanza confiados en tu Palabra y en tu Infinita Misericordia. Amén.
(Calderón de la
Barca)
¿Qué quiero, mi Jesús?...Quiero quererte,
quiero cuanto hay en mí del todo darte
sin tener más placer que el agradarte,
sin tener más temor que el ofenderte.
Quiero olvidarlo todo y conocerte,
quiero dejarlo todo por buscarte,
quiero perderlo todo por hallarte,
quiero ignorarlo todo por saberte.
Quiero, amable JESUS, abismarme
en ese dulce hueco de tu herida,
y en sus divinas llamas abrasarme.
Quiero, por fin, en Tí transfigurarme,
morir a mí, para vivir tu vida,
perderme en Tí, JESUS, y no encontrarme
HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.
Una lámpara y una alcuza repletas ambas de amor. De ese Amor que Tú, Señor, nos has enseñado con tu Vida y con tu Palabra. Y, como Tú nos dice estos últimos días, debemos estar vigilantes y preparados para acudir a tu llamada. Estar prestos y atentos para no ser sorprendidos y quedarnos en esos momentos de espera desprovistos de ese aceite que mantiene la lámpara de nuestro corazón ardiendo de verdadero amor.
La travesía de nuestra vida se hace dura en muchos momentos. Nuestra debilidad natural es seducida fácilmente por el tentador - demonio - que, aprovechando nuestras inclinaciones concupiscentes nos seduce a la satisfacción y al pecado. Despierta nuestro egoísmo y nuestras pasiones de venganza, odio y poder, alimentando nuestras ambiciones de riqueza e indiferencia de los demás.
Consciente, Señor, de toda esa impotencia que nos inunda y amenaza, te pedimos que nos asista con tu Espíritu para fortalecernos ante todas esas tentaciones y amenazas que tratan de debilitarnos y conseguir que abandonemos la lucha de cada día. Te pedimos, Señor, que nos des la sabiduría y la voluntad para proveernos de ese aceite - Gracia - que mantiene nuestra lámpara - corazón - encendido y rebosante de amor para "Amar" como Tú nos has enseñado y nos llama a hacerlo.
Confiados en tu divina Gracia y en tu Infinita Misericordia, seguimos, Señor, llenos de esperanza y alegría el camino que Tú, verdadero Camino, Verdad y Vida nos has señalado. Amén.
La promesa está ofrecida y realizada. Jesús, el Señor, nos ha asegurado que vendrá de nuevo para establecer definitivamente y eternamente el Reino de Dios. Sabemos que su Palabra siempre tiene cumplimiento. Por tanto, tanto tú como yo debemos, por nuestro propio bien e interés, estar vigilantes y preparados. Eso es lo que nos viene a decir Jesús en el Evangelio de hoy.
Sabemos de nuestras debilidades y de nuestros pecados. Reconocemos nuestras inclinaciones concupiscentes a las seducciones de este mundo y, en consecuencia debemos y tenemos que estar vigilantes. Por eso y para eso, conscientes de nuestras debilidades e impotencia, te pedimos, Señor, tu Gracia y la asistencia y auxilio del Espíritu Santo para resistirnos y superar todos los obstáculos y contratiempos con los que, Satanás, tratará de desviarnos, y entretenernos para que bajemos nuestra vigilancia y no estemos preparados a tu venida.
Danos, Señor, la Gracia de vivir en esperanza y permanente espera de tu venida en actitud de darnos por amor. Ese amor que Tú nos has dado y enseñado entregarlo, por tu Gracia, a los demás. Amén.
Sometidos a nuestra condición humana, nuestra naturaleza está tentada a esconderse en las apariencias e hipocresías. Se trata de una lucha constante y sin cuartel. Una lucha irreversible de resistirnos a mostrarnos tal y como somos y tratar de aparentar escondiendo nuestras debilidades y pecados. Tratemos de presentarnos tal y como somos y como Dios nos ha creado. No como nosotros queremos ser, pero si esforzándonos en ser como Dios quiere que seamos.
Ese es el camino a seguir, camino de irnos perfeccionando cada día con y por la acción del Espíritu Santo hacia lo que Jesús, el Hijo de Dios vivo, nos propone en el Evangelio. Hoy nos invita a no esconder nuestras apetencias, nuestras malas intenciones y, mostrándonos lo que no somos, aparentar ser otros. Es decir, escondiéndonos en la hipocresía. Pidamos al Señor que, abriéndonos a la acción del Espíritu Santo, podamos ir limpiando toda esa basura interior que nos corroe y nos impide ser santos.
Danos, Señor, un corazón limpio para que seamos capaces de despojarnos de todos esos apegos y apetitos concupiscentes que nos condicionan y nos someten inclinándonos a la hipocresía y llenándonos de apariencias y de lo que verdaderamente no somos. Danos, Señor, la fortaleza y la sabiduría de aceptarnos tal y como Tú nos has creado y reconocernos pobres y pecadores para, limpiando nuestras hipocresías, encontrarnos contigo, Señor y vomitar toda esa basura que nos corroe por dentro.
Danos, Señor, tu Gracia para superar todas esas tentaciones de aparentar lo que no somos. Reconocemos, Señor, nuestra pobreza y nuestra condición pecadora y te pedimos que nos liberes de nuestras inclinaciones de apariencia. Amén.
Pasamos por este mundo de una forma aletargada y soñolienta hasta tal punto que no nos damos cuenta de que la vida se nos va en un suspiro sin profundizar en lo verdaderamente importante. Nos entretenemos en muchas cosas superficiales, quizás necesarias, pero nunca fundamentales ni de vital importancia. Nuestro corazón, aletargado por nuestras pasiones concupiscentes y egoístas queda adormecido ante la llamada que Dios suscita en cada uno de nosotros. Necesitamos despertar de este profundo letargo mundano que el demonio nos tiende y nos prepara.
Pidamos sin pestañear ni dudar la Vida de la Gracia que necesitamos para salir de este atolladero que nos ha tendido Satanás. Despertemos y démonos cuenta que Jesús, el Señor, está con nosotros, nos acompaña y nos conoce, y sabe la historia de cada uno de nosotros. Señor, despierta nuestros corazones para que te reconozcamos y, como Natanael, podamos decir: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».
Danos, Señor, la Gracia de tomar conciencia de tu presencia y de que Tú eres realmente el Hijo de Dios, el Mesías que esperábamos y el enviado por el Padre para, con tu Pasión, Muerte y Resurrección salvar al mundo de la esclavitud del pecado. Te suplicamos, Señor, nos des un corazón nuevo y capaz de ver eso que, hoy en el Evangelio, nos promete: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».