Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

domingo, 2 de octubre de 2016

TODOS LOS DÍAS DE MI VIDA TE DIRÉ LO MISMO SEÑOR: AUMÉNTAME LA FE



No me cansaré, o mejor, no debo de cansarme, porque todos los días de mi vida necesito crecer en la fe. Porque nunca alcanzaré en este mundo a verte tan claramente hasta que llegue a tu presencia. Siempre estaré inquieto, Señor, como dijo san Agustín, hasta descansar en Ti.

Por eso, Señor, necesito pedirte cada día que aumentes mi fe. Hoy, en el Evangelio, te lo han pedido los apóstoles, que estaban a tu lado y presenciaban tu vida y tus milagros, y, sin embargo, experimentaban la necesidad de la fe. ¿Qué queda para mí, un pobre pecador sometido a las fuertes tentaciones de este mundo? Sí, verdaderamente necesito que cada día aumentes un poco mi fe, porque si se queda parada, me estanco y me muero. Una fe muerta se empobrece y tiende a desaparecer. 

Por eso necesitamos la oración de cada día. Una oración que sea activa, viva y contemplativa. Una oración que baje a la vida y se mueva en ella con la mirada puesta en Ti. Una oración que desemboque en tu estilo de Vida y que se esfuerce en vivirla desde tu Palabra y tu referencia. Una oración que incida en la vida y que la resuelva desde tu pensamiento y actitudes. Una oración que se haga amor en cada instante de su vida.

Pero, también, una Palabra que nos hable y que tengamos la paciencia y la atención de escucharla, no simplemente oírla. Sólo así iremos creciendo, por la Gracia de Dios, en la fe. Porque apartarnos de la Palabra y la oración es darle al mundo, el demonio y la carne la oportunidad de aniquilarnos poco a poco sin darnos a penas cuenta. El mundo hedonista en el que estamos inmersos encierra muchos peligros y sin la oración, los sacramentos, la Palabra y la Eucaristía quedamos a merced del demonio.

Por eso, aprovechemos este humilde espacio de oración para, unidos, elevar nuestra súplica al Señor para que, como los apóstoles, nos aumente nuestra fe. Amén.

sábado, 1 de octubre de 2016

EXULTANTE DE ALEGRÍA



Es para no parar de saltar y sonreír a cada instante. Saberse hijo de Dios e inscrito en el libro del Cielo es descubrirse salvado y dichoso eternamente. Es posible que la travesía que nos queda en este mundo sea penosa, a veces triste y desconcertante, pero, como Job, descubriremos el verdadero rostro de Dios y su Bondad, Generosidad y Misericordia al final de nuestro camino. Y eso es lo verdaderamente importante.

Y esa debe ser nuestra alegría y gozo. Exultar de alabanzas y cantos de alegría al Señor por tenernos un lugar preparado en el Cielo. Y rogarle que nos dé un corazón tierno, suave, bueno, humilde, sencillo, comprensivo y de niño para obedecerle y necesitarle como un Padre que nos protege y nos salva por amor.

Te damos gracias, Señor, por tanta dicha que, aunque no la experimentemos, la deseamos y la buscamos en Ti. Porque confiamos en tu Palabra y en tu Misericordia, a pesar de nuestros pecados, de no sentirte,  no experimentarte y de nuestras insensibilidad humana.

Pero, te damos gracias, Señor. Sí, te damos gracias y te ofrecemos nuestro empeño y voluntad para que Tú, como buen alfarero, nos modele y nos transforme. Nos abra los ojos y nos descubras tu presencia. Amén.

viernes, 30 de septiembre de 2016

SEÑOR, CONVIERTE MI CORAZÓN

HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS




A veces no se trata solamente de oír, sino de tener la sensibilidad de darnos cuenta de nuestra propia realidad. Todo no consiste en entender, sino de convertir nuestro corazón de piedra en un corazón de carne inocente, pobre, pequeño y humilde. Un corazón de niño. Ya en una ocasíón lo dijo Jesús, Mt 18, 3.

Posiblemente no entendamos lo que es orar, porque, quizás, sin darnos cuenta, entendemos que es estar, concentrado, en actitud de recogimiento y atención y hasta sientiendo gozo. No decimos que eso no sea, pero si decimos que somos muy proclives a distraernos, a perder la concentración y hasta no apetecernos orar. Y nos cuesta mucho pasar un rato con el Señor. Y hasta, me atrevo a decir, que el Señor lo sabe.

En cierta ocasión le pregunté a un padre prior de los Benedictinos que en la oración tendríamos que sentir gozo, y que si no era así algo sucedía. Y creo recordar que él asintió, aunque no lo que me dijo. Y supongo que todo eso es cierto y verdad. Pero lo importante en la oración es nuestra voluntad decidida a orar, a estar con Dios. 

Es el tomar conciencia y darnos cuenta que Dios es lo primero en nuestra vida y al que dedicamos nuestro tiempo. Un tiempo importante de cada día. Ponernos a orar, es decir, a hablar con Dios, es ya oración. Obligarnos a estar un rato con el Señor, a pesar de que se nos vaya el santo al cielo y nos distraígamos, es oración. Orar es la decidida voluntad de querer hablar y escuchar. Sobre todo escuchar lo que Dios quiere de mí. A pesar de todos mis defectos y distracciones.

Posiblemente, eso les faltó a esas ciudades de Corozaín, Betsaida y Cafarnaúm. Su gente no supo o no quiso o no tuvieron voluntad de escuchar a Jesús. ¿Nos ocurre a nosotros lo mismo? Tratemos de hacer silencio en nuestro interior y voluntariamente, porque queremos, a pesar de nuestros despiste, permanezcamos en silencio a la escucha de lo que Dios nos quiere decir. Seguro que empezaremos a entenderle y conocerle, y también a obedecerle. Tengamos confianza en el Espíritu de Dios. Amén.