Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

jueves, 19 de enero de 2017

COMUNIÓN Y UNIDAD

El amor necesita de otros. Nunca podrás amar si no estás con otros. El amor es el pegamento, el nexo que nos une. Pero para amar hay que saber soportar. El amor exige perdón, y el perdón soporta. Porque no es  amor aquellos sentimientos por los cuales nos sentimos a gusto y bien, sino los que nacen de sabernos útiles y bienhechores de la felicidad de otros.

Los primeros sentimiento, los que derivan del sentirnos a gusto, pasan pronto y se evaporan y caducan. Los segundos, los que nacen del darse, del despojarse de ti mismo para servir al otro, permanecen y dan un gozo que dura y satisface; que llenan de paz y alegría. 

Pero para eso se hace necesario tender la mano. Esa mano que muchas veces permanece inmóvil, quieta, paralizada y muerta. Esa mano que nos paraliza el corazón y no responde a la llamada del Señor. Esa parálisis que nos impide escuchar y hacer. Por eso, Señor, queremos tenderte nuestras manos para que las sanes y les des vida. Para que las libres de las parálisis de no escucharte ni de hacerte caso. Para que las dispongas a amar y a servir por amor.

Queremos pedirte comunión y unidad. Ponernos en movimiento y tender nuestras manos para la unidad y la comunión. Movernos en el esfuerzo de caminar juntos, sin miedos, disponibles a soportarnos, a servirnos y a amarnos. Disponernos a compartir solidariamente, a estar abiertos a la escucha de tu Palabra y a confiar en tu poder de transformar nuestros corazones.

Sí, Señor, aunque nos parezca imposible, confiamos en tenderte nuestras manos para que Tú, Señor, nos las movilice y nos la cure de esas parálisis que nos las mantienen seca, muertas y alejadas unas de las otras. Amén.

miércoles, 18 de enero de 2017

EL ENFADO DE JESÚS

Estamos acostumbrado a imaginar a Jesús siempre muy suave y muy blando. Hasta el punto que  suponemos que sería imposible descubrir a un Jesús duro y enfadado. Hoy, el Evangelio nos quiere descubrir a un Jesús con una mirada de ira y apenado por la dureza de corazón al experimentar que aquellos hombrres no se compadecían del hombre enfermo.

La lógica humana y el sentido común nos hace comprender que el Señor, hecho hombre como nosotros, menos en el pecado, tuvo momentos seríos y de enfado. Sabemos que con Pedro tuvo también cierto enfado. Sin embargo, eso no nos inclina a dejar de ser misericordiosos y compasivos. Quizás, muchas veces el enfado y la seriedad nos conviene para apremiar a tomarse las cosas con responsabilidad y compromiso.

Pidamos al Señor en estos momentos que sepamos guardar en cada momento la actitud necesaria para hacernos respetar y proclamar con autoridad la Palabra de Dios. Una Palabra que exige ser vivida y realizada en la vida, para luego, si hace falta, ser proclamada. Pidamos al Señor que sepamos experimentar misericordia y compasión, y dolernos de aquellos que sufren y pasan necesidades por circunstancias ajenas a su voluntad o por intereses de otros que los oprimen y someten.

Pidamos ser fieles a su Palabra y crecer en la medida que dejemos entrar al Espíritu Santo en nuestro corazón para que nos llene de sabiduría, de misericordia, de compasión y de fuerzas para llevar a caba la misión que el Señor quiere y espera de cada uno de nosotros. Recemos todos juntos para que nuestras parálisis despierten y actúen según la Voluntad de Dios y que la ley quede sometida al beneficio del hombre y en función del hombre. Amén.

martes, 17 de enero de 2017

EL SENTIDO DE LO PRIMERO

No es fácil priorizar lo importante y lo primero en justicia. No es fácil, porque contaminados con nuestros propios egoísmos nos confundimos. O dicho de otra forma, no vemos claro. La ceguera de nuestro interés nos emborrona la claridad de ver lo que realmente es justo y debe ser la prioridad. Sin darnos cuenta se antepone una calle al paso necesario de la gente. O se prohibe cubrir una necesidad porque ese momento es para otra cosa.

La oportunidad descrita en la parábola del samaritano (Lc 10, 30-37) puede reflejar muy bien lo que queremos expresar aquí. Tanto el sacerdote como el levita dieron un rodeo y miraron para otro lado. ¿Hacemos lo mismo nosotros en muchas ocasiones? ¿Ponemos la costumbre, la tradición, la ley, antes que los derechos y el bien del hombre?

El Evangelio de hoy toca esas fibras sensibles de nuestros corazones. Responder a ellas es la cuestión que hoy nos descubre el Evangelio y nos toca el corazón. Pidamos al Espíritu Santo que nos dé fuerzas, luz y voluntad para hacer lo que la prioridad nos descubre y es justo. Pidamos mucha luz, pero también fuerza y voluntad para despojar nuestro egoísmo e intereses y responder como pensamos y creemos que debemos responder.

Pidamos libertad, despojado de todo egoísmo, para ser libres y hacer la Voluntad de Dios, que no es otra que la de servir y priorizar los derechos de los demás ante los intereses que explotan, que posponen, que esclavizan y someten. Pidamos con confianza y con paciencia que la luz nos alumbre nuestros actos y que la voluntad nos dé fortaleza para llevarlos a cabo. 

Y en esa lucha de cada día, y agarrado a la oración y abandonados, por la fe, en el Espíritu, abrimos nuestro corazón y nos disponemos a dejarnos llevar por el impulso del Espíritu para cumplir su Voluntad, que no es otra que amarnos. Amén.