Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

jueves, 10 de agosto de 2017

¿QUE SIGNIFICA MORIR?

A veces no entendemos la Palabra de Dios, y, por eso nos resulta extraña o contraria a lo que sentimos. Es verdad que morir a nadie le gusta, pero, también es verdad que, si no nos gusta morir es porque queremos vivir. Y de eso se trata. La vida no se consigue como nosotros pensamos, y menos en el mundo. Todo lo que aquí puedas conseguir no te valdrá para nada, porque al final perderás también la vida.

Eso es lo que nos dice la Palabra de Dios en el Evangelio de hoy: «En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida, la pierde; y el que odia su vida en este mundo, la guardará para una vida eterna. Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará». Es breve, pero muy profunda y muy clara.

Morir significa el esfuerzo constante en olvidarte de ti. Olvidarte de tus éxitos, de tu fama, de tus comodidades, de tus proyectos mundanos, de tu ocio, de tu descanso, de tu vida, para darte en servicio y dedicación a buscar el bien de los demás. ¿Es difícil? Yo diría que imposible. Nuestra naturaleza humana está herida y tentada a buscar todo eso que queremos olvidar y dejar, y se nos hace cuesta arriba. Por eso, solos, olvidate de la batalla. Está perdida.

Necesitamos al Señor, estar a su lado y donde Él está. ¿Dónde está Él, nos preguntamos? Pues en esos que tratamos de servir. Y para eso dejamos nuestro tiempo y todo lo que hemos dicho de dejar antes. Entonces la cosa tiene ya otro sentido y otra esperanza. Y, estando el Señor, nos resultará más fácil y llevadero. Posiblemente, caeremos muchas veces; posiblemente, seremos vencidos por el pecado, pero siempre tendremos la oportunidad de levantarnos y de seguir el camino detrás de Jesús. 

Con Él iremos perfeccionándonos y, por su Gracia, llegaremos a resistirnos y a vencer al pecado. Si, Señor, yo quiero también morir para dar frutos. Esos frutos que Tú esperas de mí.

miércoles, 9 de agosto de 2017

MANTENERTE PREPARADO Y ATENTO

Nos resulta fácil distraernos y olvidarnos de la llegada del Señor. Las tentaciones son muchas y nuestra naturaleza, tocada y herida por el pecado, no nos deja ver la realidad. Sólo vemos la materialidad que tenemos delante y las cosas que nos satisfacen materialmente, y a lo demás no le damos mayor importancia. Creemos en algo, pero eso no nos implica, dicen mucho, a cambiar o pensar diferente a lo que pensamos. Y nuestras alcuzas de aceite las llenamos a nuestro gusto y según nuestros intereses.

Desde esa realidad, nuestra espera tiene muchos pecados y muchos despiste. No estamos preparados para una repentina venida y nuestro aceite no es puro. Vivimos según nos parece y ordenamos nuestras vida mirando nuestras apetencias y afanes. Es el mundo quien nos dirige y nos somete. Y, claro, posiblemente, nos cogerán con nuestras alcuzas medias vacías.

Por eso, humildemente sumisos a tu Palabra, Señor, te pedimos que nos sostengas en tu Palabra, y nos aparte de las tentaciones de este mundo que nos esclavizan y nos pierden. Chocamos con muchos de nuestros amigos y familiares que no te aceptan y no cuidan de tener sus alcuzas llenas de tu Gracia para esperarte con garantías y seguridad de poder sostener la lámpara encendida cuando Tú, Señor, llegues. Danos la sabiduría de poder soportarlos en la palabra y poder transmitirle tu Palabra, la verdadera y la que salva.

Señor, ante tanta torpeza por nuestra parte, y tanta debilidad y fracasos, optamos por callarnos, para evitar que se alejen más de nosotros y perdamos el contacto de tenerlos cerca y aprovechar cualquier oportunidad que se nos brinde. Por eso, dejamos que Tú tomes la iniciativa y seas Tú quien nos indique el momento y la oportunidad de que se abran a tu Palabra.

  Es eso lo que te pedimos, y para eso, también queremos tener nuestras alcuzas llenas de aceite, para que, llegada la hora, podamos advertirles que hay que estar preparados para cuando Tú decidas venir y llamarnos.

martes, 8 de agosto de 2017

«¡SEÑOR, SÁLVAME!».

Ese grito, «¡Señor, sálvame!» lo debemos llevar grabado en nuestros corazones, porque somos humildes pecadores que, hundidos en el lodazal de nuestro propio camino y nuestra propia vida, necesitamos tender la Mano para asirnos a la del Señor, único salvador de nuestras vidas. 

Queramos o no, muchas veces nos encontraremos como Pedro, hundiéndonos en este pantanoso mundo en el que vivimos. Algunas veces por nuestros propios pecados, y otras por dejarnos llevar por las tentaciones y pasiones que el mundo nos brinda en bandeja. Y, también, en otras ocasiones, arrastrados por el ambiente y las influencias de otros que, con malas intenciones, nos inducen al mal y al pecado.

Y, sin dudarlo, debemos exclamar ese grito de auxilio: «¡Señor, sálvame!», confiados en su presencia y su acción. Porque, el Señor, ha venido para eso, para tendernos su Mano y sacarnos del peligro de las aguas que amenazan con ahogarnos. Y debemos insistir y ser persistentes, pues, el mismo nos lo ha dicho -Lc 11, 9-13-. Y si nos lo dice es porque está dispuesto a hacerlo. El Señor siempre cumple su Palabra.

Somos hombres de poca fe, dudamos, y a pesar de todo lo que el Señor ha hecho, también dudamos nosotros. Es ahí donde descubrimos nuestra condición pecadora, y donde experimentamos que sólo Jesús, el Señor, nos puede salvar. Pidamos esa salvación con confianza y seguridad.

No es cuestión de saber mucho; no es cuestión de conocer todo; no es cuestión de albergar muchos y grandes conocimientos, ni don de palabra. Simplemente, se trata de fiarnos y confiar en el Señor. Todos tenemos lo necesario para, puestos en sus Manos, alcanzar su Misericordia y la salvación. Esa salvación que consiste en, como experimentó Pedro en el Tabor, olvidarnos hasta de nosotros mismos cuando estamos en su presencia. Porque, Él, es la plenitud, el gozo, la alegría y la felicidad eterna. Amén.