Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.
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martes, 19 de noviembre de 2019

DAME, SEÑOR, UNA CORAZÓN PERMEABLE

Resultado de imagen de Lc 19,1-10
Reconozco, Señor, que mi corazón está endurecido por los pecados carnales y la ambición de riqueza y poder. Ya, mi corazón ha venido con la herencia de mis padres y está manchado por el pecado original. Me cuesta enderezar mi camino y levantarme no es tarea fácil. Por tanto, sin lugar a duda, reconozco, Señor, que mi corazón está herido por el pecado y difícilmente hay hueco en él para tu Palabra.

Eso no significa que la escuche. Es posible que en muchos momentos puntuales o incluso en la Eucaristía la escuche, y hasta reciba la Sagrada comunión, pero, ¿es tu Palabra, Señor, la prioridad de mi corazón? Es decir, ¿se conduce mi vida y mi corazón por el cumplimiento de tu Palabra como prioridad? Eso es lo que descubre la dureza o suavidad de mi corazón. Posiblemente, priman otros intereses e intenciones más carnales y materiales que el cumplimiento de tu Palabra.

Esa es mi realidad por mucho que quiera disimularla y esconderla. Y de nada me sirve ocultarla, Señor, porque Tú lo sabes todo. De nada me sirve esconderla porque la verdad emerge y prevalece siempre. Dame, pues, Señor, un corazón capaz de suavizarse y de ser poroso a tu Palabra, para que Ella penetre y lo inunde de tu Bondad y Amor.

Es esa, Señor, la petición de hoy, como la de otros tantos días pasados. Como ves, Señor, no dejo de insistir según tu me has propuesto, y persisto en mi perseverancia, aunque eso, sí, confieso, que muchas veces me parece que lo hago de forma rutinaria, más como una costumbre que otra cosa. Por eso, confío en Ti, Señor, y, esperanzado, de una manera u otra sigo insistiendo. Gracias, Señor, por todo y, finalmente, te pido que me des un corazón permeable a tu Palabra e impermeable a todo lo que viene de afuera y con olor a contaminarme de seducciones e inclinaciones pecaminosas.

viernes, 3 de agosto de 2018

ABRE NUESTRO CORAZÓN, SEÑOR, A LA VERDAD

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HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDAS.


Tengo que confesar que me cuesta aceptar la palabra de otro. Mejor, según sea el otro. Mi corazón se endurece cuando me habla alguien sencillo que, incluso estimo menos que yo, o, como le ocurrió a Jesús, le conozco y no noto en él nada notable ni destacado. Al contrario, le veo muy sencillo e incapaz de decir nada notable o que llame la atención.

Y lo confieso públicamente, porque siempre será mejor que ocultarlo. Porque, también públicamente pido perdón y ruego al Espíritu Santo que transforme ese forma de pensar y de actuar al respecto. Porque, supongo que yo podría ser uno de esos que también hubiesen rechazado al Señor en aquel momento de su tiempo por este mundo. 

Por eso, consciente de mi pecado y arrepentido de ello le pido al Señor que me dé la paciencia, la humildad y la sabiduría de prestar atención a cualquier persona que quiera ser escuchada y razonablemente exponga su criterio o su verdad. Porque, el Espíritu Santo sopla donde quiera y según quiera. Y que abra mi corazón a la verdad que Él quiera revelarme a través de cualquier persona, acontecimiento o acción.

Aprovechemos este espacio para, unidos como el Señor quiere, pedir para abrirnos a la acción del Espíritu y, en la humildad y sencillez de nuestros corazones, reconocer que la verdad puede llegarnos por cualquier persona, como así ha sucedido a lo largo del plan de salvación que nuestro Padre Dios ha pensando y ha realizado a lo largo de toda la historia de salvación.

Luego, dispón, Señor, de nosotros y de nuestra libertad y voluntad para darnos a conocer tu Palabra y tu buena Noticia de salvación. Amén.

jueves, 11 de enero de 2018

DUREZA DE CORAZÓN

Nunca dejaremos de insistir, ni de insistírnos a nosotros mismos, que la oración es vital. Vital para no alejarnos del Señor y sostenernos en su presencia, porque de eso dependerá nuestra firmeza y nuestra fe. Y, también, la suavidad de nuestro corazón. Porque, lejos del Señor se nos endurece el corazón y rechazamos su Palabra. Por lo tanto, pidamos tener un corazón suave y dispuesto a oír la Palabra del Señor.

Y oír no es lo mismo que escuchar. Podemos oír ruido, pero no saber que significa ni de dónde viene. Tendremos que atender y escuchar. Es decir, entender que se nos dice y abrirnos a eso que se nos dice. Ser dócil y obediente en hacer vida esa escucha de la Palabra en nuestro corazón. Posiblemente, esa sea nuestra más grave lepra, la lepra de escucharnos a nosotros mismos y de actuar según nuestros intereses y proyectos.

Se trata de silenciar nuestro interior y apartarlo de posibles distracciones que el mundo nos propone para, en silencio poder escuchar con serenidad y paz la Palabra del Señor. Escucharla para obedecerla y llevarla a la vivencia de nuestra vida. Y no es fácil, pues los golpes de la vida y nuestros propios fracasos se encargar de hacernos dudar de la Palabra de Dios y sembrar nuestro corazón de dudas y desconfianza. El camino se hace cuesta arriba y la adversidad hace presencia.

Son esos momentos que la cruz se hace pesada y nos amenaza con derrumbarnos y sentir deseos de abandonar. Se nos endurece el corazón y apenas nos hemos dado cuenta. Recemos para no perder en esos momentos la presencia del Señor. Él está con nosotros y en esos momentos está aún más cerca. Necesitamos pedirle, como el leproso del Evangelio, que nos cure, que nos dé fuerza y nos limpie nuestro contaminado corazón. Limpia, Señor, mi cuerpo de la lepra de la duda y el desánimo, y sosténme firme y dispuesto a seguirte con mi cruz.

Yo, como aquel leproso, proclamaré que Tú eres el Hijo de Dios y que has venido para, no sólo curar al hombre de sus enfermedades, sino a salvarlo definitivamente de la muerte eterna. Sí, Señor, nuestra esperanza y nuestra fe es Resucitar contigo y vivir a tu lado para Siempre. Amén.