Todos sabemos que atravesar lugares salvajes donde habitan lobos u otros depredadores y que buscan como saciar su hambre, son lugares difíciles de recorrer y menos subsistir. La vida está en constante peligro y en cualquier instante puedes convertirte en la comida de otro.
Se nos hace difícil extrapolar y comparar ese mundo salvaje con este otro mundo donde vivimos. Pensamos, a bote pronto, que nuestro mundo civilizado es un mundo garantizado, donde podemos vivir en paz. Pero no es así, a poco que profundizamos, encontramos que vivimos en una tierra de lobos tan peligrosa como la de esa selva incontrolada y salvaje. Hay lobos más difíciles de vencer, porque son lobos inteligentes que razonan y meditan sus ataques y defensas.
El hombre se ha convertido en el depredador más grande y peligroso. Sólo conocer los datos estadísticos de los millones de niños asesinados y condenados a muerte en el mismo vientre de sus madres asusta. Las injusticias y explotaciones que sufren los más desfavorecidos, los excluidos, los pobres y desamparados son alarmantes. Un mundo donde se mata. Ahora mismo está ocurriendo en muchos lugares, por ejemplo Gaza. Y donde los más débiles, los niños, ancianos y pobres son siempre los más sufridos y desfavorecidos.
La cizaña crece junto a la semilla. El mal contra el bien. Sabemos que ese es nuestro recorrido, pero sabemos que el Sembrador cuida su siembra y la semilla que permanece pegada a la tierra y se abre al agua de la Gracia de la Palabra que la cultiva, logra crecer, pegarse a la raíz y dar frutos.
Gracias Señor, por tus Palabras. Gracias, Señor, por la esperanza de experimentarte cercano y comprometido en nuestra salvación. Gracias, Señor, por tu promesa de que vendrás y separarás la buena semilla de la mala cizaña, y gracias, Señor, por tu Amor gratuito, incondicional e indigno por nuestra parte de merecer. Gracias, Señor, inmensas gracias por tu Infinita y Eterna Misericordia.