Cada momento de nuestra vida es una oración, o al menos puede serlo. Y lo es en la medida que nos esforzamos por vivir y actuar según tu Palabra Señor. No es fácil discernir entre lo que está bien o mal. Y menos una vez decidido esforzarnos en llevarlo a cabo. ¡Na es nada fácil!
Y eso nos descubre la necesidad de no caminar solo, y también de abrirnos a la acción del Espíritu Santo. Necesitamos su fuerza y su Gracia para encontrar luz en nuestras decisiones y acertar en nuestras elecciones buscando el bien común y la verdad. Es en ese sentido cuando todo nuestro ser y obrar se convierte en una oración, plegaria y súplica, para vivir y decidir según su Palabra.
Sin Él quedamos a merced del poder del Maligno, y las tentaciones aparentes y falsas de este mundo. Y sólo no podemos vencer, pues estamos sometidos e inclinados a nuestras pasiones y apegos.
Por eso, Padre, conscientes de nuestras debilidades e impotencia, nos ponemos en tus Manos con la esperanza de que asistidos y llevados por tu Espíritu alcancemos la victoria del trigo de nuestro corazón sobre la cizaña del mundo. Amén.