
"Despojado de toda distracción y riqueza. Sólo desde la humildad de nuestro corazón, junto a María, llegará nuestra oración al PADRE".

Son muchos los niños - santos inocentes - que murieron por causa del temor de un rey a perder su poder y su reino. Hablamos de Herodes, que mandó a matar a todos los niños de dos años para abajo nacidos en aquella comarca donde nació Jesús. Pero, la historia no acaba ahí, hoy nos descubre que siguen asesinando a muchos santos inocentes sin todavía ver la luz del sol - en el vientre de sus madres - por intereses económicos y por ideologías políticas de los poderosos de este tiempo que quieren gobernar el mundo.
Hoy hay muchos inocentes que tienen que levantarse y huir de las guerras, del hambre, de las persecuciones y de las amenazas de muerte. Muchas familias que no entienden el por qué tienen que abandonar sus tierras, sus casas y huir por la ambición de otros que quieren tener poder y riqueza.
Pidamos al Señor esa fortaleza de la Familia de Nazaret para poder soportar las amenazas, las persecuciones y todos los sufrimientos y miserias que esas huidas nos ocasionan y supliquémoles que envíe personas justas y generosas que gobiernen en la verdad, la justicia y el amor fraterno. Y distribuyan las riquezas para el bien de los pueblos. Amén.

La familia es la célula de la sociedad y no puede existir otra sociedad sin esa célula familiar que representa y es la familia. De modo que, si se mata esa célula - la familia - se destruye la sociedad y los pueblos. Pues, sin familia no puede haber sociedad. La persona humana - miembro por excelencia de la familia - no ha sido creada para vivir aislada sino en relación.
Cada persona tiene dentro de sí, en lo más profundo de su corazón un deseo de amar. Amar el bien, la verdad y la justicia. Es el amor lo que la impulsa a relacionarse y a crecer en familia. Porque, solo en la relación nace y crece el amor. Y eso solo puede darse en el entorno familiar. El amor es la causa de nuestra existencia. Dios nos ha creado por Amor y para que amemos también nosotros como Ama Él.
Y la causa del amor es la familia. Sin familia el amor desaparece y sin amor la sociedad se individualiza y se destruye. Una sociedad de individuos es una sociedad muerta, individualizada y cautiva, sin libertad de poder pensar ni de actuar. ¿A dónde vamos? Porque, solo el amor es capaz de moverte a la relación firme, solidadaria, responsable, verdadera, justa...
Pidamos que nuestro amor sea sincero, verdadero, justo y fraterno para, siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia de Nazaret, podamos vivir un verdadero amor que nos haga crecer y amar como nos ama nuestro Padre Dios. Amén.

Lo sabes tú y también todos los demás. En ese "los demás" quiero significar todo el mundo, porque, nadie quiere sufrir y es de sentido común que eso sea así. Pero, cuando tratas de vivir en la verdad todo se vuelve más complicado y duro. La verdad duele y exige esfuerzo y renuncia para aceptarla y vivirla. Y es en ese momento cuando llega la cruz.
La cruz de tu vida nace cuando caminas án la verdad y vives en la justicia. Es la mentira la que te amenaza y te exige el martirio. Pero, un martirio que, sustentado en la verdad resume gozo y felicidad. Hoy, desde ese pesebre, pobre y humilde, nace la fuerza que nos sostiene y nos anima a vivir en la verdad y el amor. Y, sobre todo, a entregarnos amorosamente y misericordiosamente, asistidos por la fuerza del Espíritu Santo a la tarea de cargar con la cruz de cada día.
Por todo ello, conscientes de las dificultades, de las luchas de cada día y de las tentaciones que nos amenazan constantemente en el devenir de nuestro camino, descansamos nuestro ánimo y nuestra voluntad en la fortaleza del Espíritu Santo, confiados en las Palabras de nuestro Señor Jesús: «Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los tribunales y os azotarán en sus sinagogas; y por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Más cuando os entreguen, no os preocupéis de cómo o qué vais a hablar. Lo que tengáis que hablar se os comunicará en aquel momento. Porque no seréis vosotros los que hablaréis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que hablará en vosotros. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, ése se salvará».
Juan es contemporáneo de Jesús, y también pariente. Sus madres eran primas. Juan se adelanta unos meses a Jesús y, también, le precede en iniciar ese Plan de Salvación que Dios tiene pensado. Y del que Juan es el elegido para ser el Precursor, el que lo proclame y anuncie preparando el camino para el Señor.
Previamente, Juan se retira al desierto a prepararse y a proclamar un bautismo - con agua - de conversión y de arrepentimiento. Está cerca el Reino de Dios - proclama Juan - e invita al arrepentimiento de los pecados y a la disponibilidad de tu corazón para recibir la Palabra del que viene enviado por el Padre.
La pregunta es clara: ¿Vivimos nosotros este tiempo de Adviento en esa humilde y sencilla actitud de espera y arrepentimiento? ¿Son nuestras Navidades fiel reflejo de esa preparación a la que Juan el bautista nos invita y nos anima a preparar? ¿Realmente, sabemos lo que celebramos y el por qué lo celebramos?
El ambiente que se va, como si se tratara de una ola formando y agigantando parece decirnos que no. El ambiente que se crea es un ambiente comercial, de consumo, de buscar pasarlo bien, comer de una manera especial y, probablemente, beber y festejarlo de una forma pagana o indiferente a lo que realmente se celebra. No parecen unas navidades de espera, de expectación y de arrepentimiento para acoger a Aquel que viene a dar verdadero sentido a nuestras vidas y a proponernos el camino que nos conduce al Reino de Dios.
Posiblemente, estábamos más pendientes de la lotería, como ahora de las fiestas y regalos que de que el Señor viniera a nuestros corazones para vivir más pendientes unos de otros y verdaderamente amarnos como nos ama nuestro Padre Dios. Pidamos que, realmente, nazca el Señor en nuestro corazones y que vivamos el verdadero sentido de la Navidad. Amén.