Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.

sábado, 15 de abril de 2017

JUNTO A LA SOLEDAD DE MARÍA





Himno

La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.

¡Oh cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.

Y, ¿cuál hombre no llorara,
si a la Madre contemplara
de Cristo, en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera,
Madre piadosa, si os viera
sujeta a tanto rigor?

Por los pecados del mundo,
vio a Jesús en tan profundo
tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado,
que rindió desamparado
el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!
hazme sentir tu dolor
para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado,
mi corazón abrasado
más viva en él que conmigo.

Y, porque a amarle me anime,
en mi corazón imprime
las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora,
divide conmigo ahora
las que padeció por mí.

Hazme contigo llorar
y de veras lastimar
de sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo
en la cruz, donde le veo,
tu corazón compasivo.

¡Virgen de vírgenes santas!
Llore yo con ansias tantas
que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte
tenga en mi alma, de suerte
que siempre sus penas vea.

Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda,
y contigo me defienda
en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma
el cuerpo, vaya mi alma 
a su eterna gloria. Amén.

viernes, 14 de abril de 2017

TANTO Y HASTA

HOY A LAS 09:00 HORA PENINSULAR, 08:00 HORA CANARIA, REZO DEL SANTO ROSARIO POR LA DEFENSA Y UNIDAD DE LA VIDA Y LA FAMILIA. ÚNETE A LA HORA QUE PUEDAS Y DESDE DONDE PUEDA


Jesús lo da todo. Tanto nos amó y nos continúa amando que entrega su Vida. Y su Amor no tiene límites, pues nos ama hasta el extremo de darse sin condiciones e íntegramente. Jesús se da todo, se entrega, se parte y se reparte. No hay más que hacer. Todo está consumado, acaba diciendo clavado en la Cruz, porque se ha dado plenamente.

Y lo ha hecho, y lo hace cada día en cada Eucaristía cuando actualiza su Sacrificio por amor. Se nos entrega, se nos parte y reparte. No hay más que dar. Está dicho y hecho todo, lo máximo. Por eso también nos pide lo máximo de nosotros mismos. Nos pide nuestro entregarnos; nuestro partirnos y repartirnos. Darnos como Él se nos da a cada uno de nosotros.

No cabe duda que nos resulta dificilísimo. Es más, diría imposible por nosotros mismos, porque nuestra naturaleza humana está herida y sometida por el pecado. Pero, por su Amor y su Sacrificio por nosotros, ha logrado que la Misericordia del Padre nos salve y nos perdone. ¡No se puede dar más!

Por eso, Señor, conscientes, por tu Gracia, que nos salva por Amor, por un Amor incomprensible y que nosotros no podemos entender ni merecer, nos postramos a tus pies y te pedimos perdón por todos nuestros pecados, errores, fracasos, limitaciones, impotencias, necedades, soberbia, egoísmos, ignorancias, y rechazos. Esperamos expectantes y humildes que tu Amor nos perdone y nos salve, y a tus pies caemos postrados implorando tu Infinita Misericordia.

Arrepentidos, Señor, de tantos pecados de todo tipo, y tantas omisiones por perezas, comodidades, egoísmos y gandulerías, caemos rendidos ante Ti implorando y rogando nuestro inmerecido perdón. Gracias, Señor, que, entregándote por nosotros a una muerte de Cruz, has pagado nuestro inmerecido rescate y ganado para nosotros la Gloria Eterna. Danos la Gracia y la capacidad de no desaprovecharlo y permanecer en Ti. Amén.

jueves, 13 de abril de 2017

UN MANDAMIENTO CON EJEMPLO

Jesús nos ofrece hoy, no sólo el mandamiento, sino que nos da también ejemplo. Un ejemplo que lo lleva dando durante todo su paso por este mundo. Sus Palabras y Obras así lo atestiguan y dejan huella. Pero, hoy, llegada su hora, quiere dejarnos más claramente nuestra condición humilde de servicio por amor. Se inclina y se humilla para ponerse al servicio del hombre con esa expresión del lavatorio de los pies.

Lavatorio al que se opone en principio el impetuoso y pronto Pedro. Se niega a que Jesús, el Señor, se rebaje a esa acción. ¿Cómo puede ser eso, si me corresponde a mí, Señor, lavarte tus pies? Pero, la respuesta de Jesús es categórica: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».  Es imprescindible dejarnos lavar por Jesús.

Y es imprescindible, porque no estamos limpios; es imprescindible, porque el hombre no sabe amar. El amor es un don de Dios y necesitamos dejarnos llevar por su Mano para aprender y poder amar. No tenemos capacidad para amar como ama y nos ama Dios. Nuestro amor es mundano, egoísta y busca recompensa y compensación. No es que no sepamos solo, sino que no podemos. Necesitamos la Gracia de Dios para amar hasta el punto de darnos y morir para bien de los demás.

Y eso, Señor, en el día del amor te imploramos que nos lo conceda. Danos, Señor, esa sabiduría, esa capacidad y fortaleza para amar. No un amor, como acostumbramos los hombres a vivir y dar, sino un amor de renuncia, desinteresado, gratuito y hasta el extremo. 

Sí, Señor, nos sabemos limitados, pobres y pequeños para poder amar así, pero también sabemos que si Tú nos lo has mandado a vivir es porque, contigo, podemos lograrlo. Y, como Tú mismo nos has dicho, insistimos y te rogamos hasta que la voz se nos apague, suplicándote que nos transforme nuestro débil, humano, endurecido y de piedra corazón, en un corazón suave, generoso, limpio, entregado, servicial y dispuesto a morir por el bien de los demás. Amén.