Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.
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miércoles, 10 de noviembre de 2021

ABIERTO A LA ACCIÓN DEL ESPÍRITU

 

La tentación - hija del pecado - está a la vuelta de la esquina, y, por mucho que queramos esquivarla, estará siempre declarándonos la guerra. ¿Cuál será nuestro deber? Tratar de vencerla  - asistidos por la acción del Espíritu Santo - nunca solos, y estar siempre en actitud de buena intención actuando con rectitud. Nos conviene hacernos esta pregunta y tratar de - sinceramente- darle respuesta:

¿Tenemos, nosotros, la suficiente confianza para ir - estando enfermos - a que nos den el alta como curados? ¿No dudaremos y hasta nos volveremos atrás viendo que estando enfermos vamos a que nos den de alta? Pues, aquellos diez leprosos -según cuenta el Evangelio - obedecieron a Jesús y,  estando todavía leprosos, fueron a presentarse a los sacerdotes, confiados en la Palabra de Jesús. 

¿Qué sucedió? El Evangelio nos dice: Y sucedió que, mientras iban, quedaron limpios. Uno de ellos, viéndose curado, se volvió glorificando a Dios en alta voz; y postrándose rostro en tierra a los pies de Jesús, le daba gracias; y éste era un samaritano. Tomó la palabra Jesús y dijo: «¿No quedaron limpios los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?». Y le dijo: «Levántate y vete; tu fe te ha salvado». 

La pregunta cae por su propio peso: ¿Somos nosotros agradecidos por todo lo que recibimos cada día de nuestro Padre Dios? ¿Estamos agradecidos y le damos las gracias? Posiblemente, si tomaramos conciencia de lo que Dios nos da, nos quiere y nos perdona con Misericordia Infinita, otro gallo nos cantaría. Nuestra conversión sería, sería y profunda. Por tanto, no perdamos el tiempo y seamos agradecidos. Demos gracias a nuestro Padre Dios cada instante de nuestra vida y permanentemente, porque, Dios nos regala la vida y todo lo que tenemos, y nos lo da para nuestra salvación eterna. Amén.

sábado, 14 de marzo de 2020

HUMILDAD Y RECONCILIACIÓN

Resultado de imagen de Lc 15,1-3.11-32
Gracias Padre por tu compasión y, sobre todo, por tu Misericordia. Gracias por acogerme con los brazos abiertos después de tanta indiferencia y oidos sordos. No merezco nada y menos cuando no te he escuchado y creido que mis planes eran mejores que los Tuyos. Sólo puedo pedirte perdón y arrepentirme de mi atrevimiento, mi osadía y suficiencia.

Pero, vuelvo a darte gracias, Padre, por darme esa fortaleza y voluntad para saber y poder reconocer mis pecados y, sobre todo, tener la fortaleza para levantarme y, humildemente, regresar a Casa. No es fácil reconocer mi culpa y abajar mi orgullo para, humildemente, regresar a Casa. Y, para encontrar a un Padre con los brazos abiertos, esperándome y dispuesto a perdonarme misericordiosamente y restituir mi dignidad perdida por mis propios pecados.

Todavía no encuentro palabras para expresar ese agradecimiento por tanta misericordia, ni tampoco llego a comprenderla. Todo me ha sido dado gratuitamente y nada merezco y, por la Infinita Misericordia de mi Padre, encuentro pan, techo y amor. Gracias Padre, pero, también te pido por mi hermano, que no se alegra de mi vuelta. 

Me identifico con él, porque, también yo tomo esa actitud ante otros hermanos en la fe que, apartados de ti, Señor, se han alejado de tu Casa y no han regresado o cuando regresan yo trato de cerrarles las puertas o echarles en cara su tardío regreso y sus pecados. ¿Acaso soy yo mejor que ellos? Perdóname, Señor, mi osadía y mi suficiencia, y te pido, Señor, que nos des esa paciencia y corazón compasivo para acoger a todos nuestros hermanos en la fe que, movidos por el Espíritu Santo, inician su regreso a la Casa del Padre. Amén.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

ALABANZAS Y GRACIAS AL SEÑOR

Resultado de imagen de Lc 17,11-19
Si tomamos conciencia de todo lo que hemos recibido y de dónde venimos es para no dejar ni un instante en estar permanentemente alabando y dando gracias a Dios. Y es que todo lo hemos recibido gratuitamente de Él sin merecerlo. A Él todo honor y toda gloria. Es lo destacado en este Evangelio de hoy. De aquellos diez leprosos, enfermedad mortal en aquella época, sólo regresó uno, precisamente el extranjero, a dar gracias y a reconocer la grandeza y el poder de Jesús, el Hijo de Dios.

Y no nos debe de extrañar cuando también en nuestros días sucede lo mismo. Y quizás somos los protagonista nosotros mismos que, habiendo recibido todo de Dios, no nos sentimos agradecidos o no tomamos conciencia de ello y ni siquiera acudimos a dar gracias a Dios. 

Hoy, Señor, queremos pedirte perdón por tanta desidia y olvido; por tanta arrogancia y suficiencia y por creer que incluso me merezco tus atenciones, tu misericordia y tu amor. Perdón, Señor, por darte la espalda y por tomar todo lo recibido para mi provecho y para satisfacer mis egoísmos. Me doy cuenta que debo pensar en los demás y dar, de lo que Tú me has dado, parte a los demás. Porque, para eso, pienso, Tú me lo has dado.

 Por todo ello, Señor, te pido que me ilumines y me des la voluntad y la sabiduría para ser capaz de despojarme de mi suficiencia y de mis egoísmos y compartir con los demás de lo que Tú me has dado. De no pensar tanto en mí sino de darme a los demás. De reconocerte mi Señor y de sentirme agraciado por todo lo recibido, y de darte gracias como ese extranjero que, curado, descubrió que Tú, Señor, eres el Hijo de Dios hecho Hombre. Amén.

domingo, 9 de octubre de 2016

UN CORAZÓN AGRADECIDO


Esa es mi petición de hoy, Señor, pedirte que me transformes mi corazón endurecido y engreído en un corazón tierno, compasivo y, sobre todo, agradecido. Un corazón que me advierta de que todo es tuyo y de que Tú me perdonas mis desplantes, mis olvidos y mi necedades, pues habiendo recibido todo de Ti me olvido de darte gracias.

Danos, Señor, la humildad y la sabiduría de sabernos tus criaturas y, por tu Amor y Misericordia, tomar conciencia de todo lo que nos has dado. Danos la inteligencia de advertir que cada instante de nuestra vida es un regalo de tu Amor. Danos la capacidad de descubrir tu presencia en todos los actos de nuestra vida y la Gracia, por tu Amor y Misericordia, con la que nos sostiene en todo momento.

¡Señor!, ¡cómo es posible que me suceda lo de los nueve leprosos que se olvidaron de Ti después de haberlos curados? Yo, Señor, quiero agradecerte todo lo que recibo cada día por tu Amor y Bondad. Yo quiero, Señor, intentar, con mis limitaciones, debilidades y pequeñez, cada instante de mi vida, el esfuerzo de corresponderte y de, por tu Amor y con mi humilde y pequeño amor, servir a mi prójimo. Porque esa es tu Voluntad y lo que Tú quieres que haga.

Señor, pero me doy cuenta de mi fragilidad y de mis pecados. Me doy cuenta de mi torpeza y mi libertad sometida a mi humanidad: apegos, apetencias, egoísmos, envidias, avaricias, soberbia, pasiones...etc. No soy libre, pero quiere liberarme en y por Ti, porque Tú me lo propones y me lo das. Por eso, Señor, quiero abrirme y entregarme, en la acción del Espíritu Santo, a cumplir tu Voluntad.

Transformame, Señor, poco a poco, día a día, instante a instante, paso a paso, hora a hora, momento a momento, pero que yo viva cada segundo de mi vida injertado en Ti y dándote gracias por todo lo que cada día recibo. Amén.

martes, 15 de marzo de 2016

GRACIAS PADRE, PORQUE CADA DÍA EXPERIMENTO LA NECESIDAD DE TU GRACIA



En la medida que decides vivir y seguir al Señor, experimentas la pobreza y debilidad de tus fuerzas. Ves la película de tu vida necesitada imperiosamente de la Gracia del Señor. No puedes, ni siquiera atreverte a amar, y más, perdonar, sin su Concurso, sin su Gracia, sin su Amor. SIN MÍ NO PODÉIS HACER NADA (Jn 15,5b), nos dice el Señor en una ocasión.

Experimentas que todo depende y dependerá del Señor. Tú sólo tienes la oportunidad, porque así también lo ha querido Él, de decidir el camino a tomar. Puedes optar por el camino que el mundo te ofrece. Un camino de luces de colores, de éxito, de fama y riqueza; un camino de placeres, pasiones, sentimientos y dulzura limitada y temporal; un camino de alegrías efímeras y gozo inmaduro, imperfecto, intranquilo que conduce a la muerte.

O puedes elegir el camino, simplemente, de Cruz con el que Jesús te invita a recorrer el particular y propio calvario de tu vida. Una Cruz que, en principio, asusta, duele, mortifica, complica, inquieta, desespera, y se hace hasta pesada; una Cruz de dolor, de sudor y sangre, de incomprensiones, de insultos, de críticas que dejan huellas de sufrimiento. Un camino que no se entiende ni comprende sino cuando, a la hora de fruto maduro, el gozo, la paz y la felicidad emergen plácidamente y eternamente. 

Una Cruz que libera, porque viene del Libertador, del Hijo que hace la Voluntad del Padre. Y el Padre quiere, busca y desea el bien de sus hijos. Un Padre veraz, que no engaña, que da la vida de su Hijo, y que nos ama con verdadera locura de Padre dándonos su misma Gloria para compartirla con nosotros.

No se puede pedir más. No sólo pedir, sino que no sabríamos pedirle eso. Él, en el colmo del Amor, se nos ha adelantado y nos ha regalado lo que nosotros no seríamos capaces ni de soñar, y menos pedir. ¡Padre, perdónanos porque no sabemos ni pedir ni, menos, entenderte! Postrados a tus pies te adoramos y bendecimos y, confiados a tu Misericordia, esperamos tu salvación. Amén.