Blogueros con el Papa

UN ROSARIO CADA VIERNES

Cada viernes, hora peninsular entre las 09, 30 y 10:30, en Canarias entre las 08:30 y 09:30, aproximadamente, y en cualquier otra parte del mundo la que mejor puedan elegir, nos unimos en el rezo del Rosario (VER AQUÍ) por la unidad de todos los creyentes, por la familia natural, hombre - mujer, por la vida y por la libertad de educación de los hijos.

Desde tu casa, online, desde tu trabajo, desde tu hospital y enfermedad, desde myfeeling, desde todas los colectivos y asociaciones, desde donde quieras que estés, tú también puedes unirte en este clamor al Padre, unidos a María Santisíma, para que el Espíritu Santo nos dé la capacidad y la luz de salvaguardar la vida y los valores morales y naturales que la dignidad de las personas demanda y hemos recibido de nuestro Padre Dios.

También estamos rezando un rosario cada día que hacemos normalmente en las primeras horas de la mañana aunque a veces, por premuras de tiempo, lo hacemos en otras horas del día. En el icono de la Virgen, debajo del rosario de todos los viernes, puedes encontrar el rosario correspondiente a cada día.
Mostrando entradas con la etiqueta misericordia y perdón. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta misericordia y perdón. Mostrar todas las entradas

jueves, 2 de julio de 2020

GRACIAS, SEÑOR, POR TU PERDÓN Y MISERICORDIA

Mateo 9,1-8 – poder de perdonar pecados - Roguemos al Señor
Te doy gracias, Señor, porque te adelantas a todas mis intenciones y, corrigiéndolas, me ofreces tu Misericordia abriéndome la puerta de tu corazón e invitándome a levantar mi espíritu y caminar en tu presencia y confiado en tu Palabra.

Tú sabes que mi acercamiento a Ti, a pesar de mi ignorancia, mis despistes y mi necedad al ignorar mis pecados y la necesidad de tu perdón, que es la única y verdadera salvación, va gritando sanación. Sanación que en principio no mira sino al cuerpo sin advertir que lo verdaderamente importante es el alma. Por eso, Señor, limitado y postrado en mi camilla, sometido a mis parálisis, te pido clemencia y sabiduría para abrir mi corazón y llenarme de tu Gracia y, por ella, levantarme tomar mi camilla y, en tu Nombre, andar mi camino de salvación. Gracias Señor.

Transcribo estas próximas líneas que hablan de una oración que, al leerla, sentí el deseo de compartirla con todos ustedes:

Señor, me veo reflejado en personajes de este acontecimiento de salvación. Como los escribas, soy incrédulo, porque exijo signos para creer que Tú eres mi Dios, el que me salva de mis pecados y sus consecuencias. Como el enfermo, soy paralítico, sin fuerzas ni ganas de moverme para hacer el bien. 

Paradójicamente los calores del verano - que en el hemisferio norte llegan ahora con todo su rigor, amenazan con congelar la vida del espíritu. Pero tengo tus Palabras de perdón y de misión: Tus pecados están perdonados. Ponte en pie, toma tu camilla y vete. Pero yo estoy convencido de que a tu lado viviré mejor (del Evangelio 2020 con el Papa Francisco - ciclo A - José A. Martínez Puche, O.P.).

domingo, 23 de febrero de 2020

EL PERDÓN, EL ARMA DE LA PAZ

Resultado de imagen de Mt 5, 38-48
La paz pasa siempre por el perdón, pues sólo puede haber paz cuando somos capaces de olvidar nuestras diferencias y nuestras ofensas. ¿Por qué? Porque, el hombre y la mujer nunca dejarán de meter la pata. Siempre habrá errores, debilidades, egoísmos, vanidades, impurezas...etc. Y siempre habrá necesidad de perdonar para que haya reconciliación y paz. Y si eso no se produce nunca habrá perdón ni paz.

Por eso, Dios se hace hombre como nosotros y tomando nuestra propia naturaleza pasa por la experiencia de ser víctima y de perdonarnos ofreciéndose al Padre para alcanzar el perdón de nuestros pecados. Por la Misericordia de Dios somos perdonados, pero, si no somos capaces de perdonar nosotros también a nuestros semejantes haremos que esa Misericordia de Dios no actúe en nosotros.  Es decir, rechacemos esa Misericordia gratuita de Dios al no querer nosotros perdonar como Él nos perdona.

Por eso es tan importante perdonar. No diría importante sino vital. Seguir a Jesús y declararse cristiano pasa por perdonar. Porque, el perdón implica amar. Cuando perdonas estás amando, pues no se trata de perdonar y quitarte del medio, sino de perdonar aceptando todas las circunstancia que la propia vida te vaya presentando. Y esa acción de perdonar nos será imposible sin la asistencia y auxilio del Espíritu Santo. Para eso lo hemos recibido en nuestro bautismo.

Necesitamos la Gracia del Espíritu Santo para poder, poco a poco, irnos convirtiendo en amor. Un amor que sea capaz de amar al estilo como Dios nos ama a cada uno de nosotros. Y es eso lo que hoy te pedimos Padre, un corazón manso y humilde para poder amar a todos, amigos y enemigos, como Tú nos has enseñado en tu Hijo. Amén.

miércoles, 13 de noviembre de 2019

ALABANZAS Y GRACIAS AL SEÑOR

Resultado de imagen de Lc 17,11-19
Si tomamos conciencia de todo lo que hemos recibido y de dónde venimos es para no dejar ni un instante en estar permanentemente alabando y dando gracias a Dios. Y es que todo lo hemos recibido gratuitamente de Él sin merecerlo. A Él todo honor y toda gloria. Es lo destacado en este Evangelio de hoy. De aquellos diez leprosos, enfermedad mortal en aquella época, sólo regresó uno, precisamente el extranjero, a dar gracias y a reconocer la grandeza y el poder de Jesús, el Hijo de Dios.

Y no nos debe de extrañar cuando también en nuestros días sucede lo mismo. Y quizás somos los protagonista nosotros mismos que, habiendo recibido todo de Dios, no nos sentimos agradecidos o no tomamos conciencia de ello y ni siquiera acudimos a dar gracias a Dios. 

Hoy, Señor, queremos pedirte perdón por tanta desidia y olvido; por tanta arrogancia y suficiencia y por creer que incluso me merezco tus atenciones, tu misericordia y tu amor. Perdón, Señor, por darte la espalda y por tomar todo lo recibido para mi provecho y para satisfacer mis egoísmos. Me doy cuenta que debo pensar en los demás y dar, de lo que Tú me has dado, parte a los demás. Porque, para eso, pienso, Tú me lo has dado.

 Por todo ello, Señor, te pido que me ilumines y me des la voluntad y la sabiduría para ser capaz de despojarme de mi suficiencia y de mis egoísmos y compartir con los demás de lo que Tú me has dado. De no pensar tanto en mí sino de darme a los demás. De reconocerte mi Señor y de sentirme agraciado por todo lo recibido, y de darte gracias como ese extranjero que, curado, descubrió que Tú, Señor, eres el Hijo de Dios hecho Hombre. Amén.

lunes, 14 de octubre de 2019

LA FE ES UN DON DE DIOS

Resultado de imagen de Lc 11,29-32
Sin lugar a duda, por la razón se llega a la fe, pero a una fe limitada que, por sí sola no llega a entender el Infinito Amor de Dios. ni tampoco su Eterna Misericordia. Y no lo entiende porque esa forma de amar no entra en su mente ni en sus cálculos de la razón humana. Eso sí, podemos razonar la existencia de Dios, pero no su Infinita Misericordia, una Misericordia que borra nuestros pecados y nos restituye nuestra dignidad perdida de hijos de Dios.

No cabe duda que para llegar a comprender ese gran misterio necesitamos la fe. Una fe que no la podemos adquirir en ninguna lugar, porque es sólo un don de Dios. Ahora, una fe que podemos pedírsela y que Él nos invita y nos propone que la busquemos y pidamos al Padre en su Nombre. Una fe que hay que esforzarse también en buscarla llamando al Corazón de nuestro Padre Dios por y en el Nombre de su Hijo Jesús, el Mesías enviado para, por sus méritos, ganar el Perdón y la Misericordia de Dios Padre para todos los que en Él creen.

Desde este humilde rincón de oración abrimos nuestros corazones y elevamos nuestras oraciones al Padre en nombre de su Hijo Jesús para pedirle el don de la fe, una fe que no se pare y se instale, sino todo lo contrario, que camina y vaya creciendo en madurez dentro de nuestros corazones hasta llegar a convertirse en una fe adulta que dé respuesta según la Voluntad de Dios.

Por todo ello insistimos, Señor, y confiados en tu Palabra insistimos e insistimos para suplicarte, ¡aumentanos la fe! Amén.

jueves, 16 de agosto de 2018

UNA LUCHA DIFÍCIL CADA DÍA

Resultado de imagen de Mt 18,21—19,1 por Fano
No es fácil perdonar. Es el caballo de batalla cada día porque todos estamos necesitados de perdón. Reconocer y confesar que somos pecadores conlleva necesariamente la necesidad de ser perdonados. Unas veces por distracción, otras por nuestra causa y otras por terceros, nuestras vidas está cargadas de errores y faltas de las que imploramos ser comprendidos y perdona- dos.

El perdón es algo consustancial a nuestra propia realidad. Nacemos ya en pecado y es con el bautismo con el que nos limpiamos por primera vez. Es nuestro nuevo nacimiento -Jn 3, 1-21- por el que quedamos incorporados a Cristo e hijos de Dios. Gozamos de la misma Vida de Cristo y sólo perdemos esa confesión con el pecado. Al que somos proclive a cometer.

Por eso necesitamos perdón y asistencia divina. Es la misión del Espíritu Santo que nos acompaña y nos auxilia para fortalecernos en la lucha diaria contra las seducciones y tentaciones del mundo que nos presenta el demonio. Y, tanto necesitamos el perdón, por y la Misericordia de Dios, que también nosotros ofrecer nuestro perdón y nuestra misericordia. Porque, para ser perdonados necesitamos nosotros perdonar.

Esa es la medida. Seremos perdonados en cuanto nosotros también perdonemos. O dicho de otra forma, mis pecados serán perdonados si yo también perdono los pecados de los otros. Y todos los pecados, porque si dejo uno ese tampoco me será perdonado a mí. La parábola que hoy nos presenta el Evangelio nos lo deja meridianamente claro.

Aprovechamos, Señor, para pedirte paz, sabiduría y fortaleza con el objetivo de saber, con serenidad y sosiego, cuándo y cómo tenemos que perdonar y cuándo y cómo soportar con fortaleza y paciencia las embestidas de aquellos a los que tenemos que ofrecer nuestro perdón. Danos, Señor, la Gracia y la paciencia divina para perdonar como Tú nos perdonas a cada uno de nosotros. Amén.

sábado, 17 de febrero de 2018

DECISIÓN FINAL

Resultado de imagen de Lc 5,27-32
Tú, Señor, tienes siempre la última palabra, pero has querido dejarnos a cada uno de nosotros la decisión de elegir seguirte o rechazarte. Una decisión difícil de tomar ante tantas tentaciones y peligros que este mundo nos presenta. Seguirte o dejarte al margen es la cuestión, y, para tan difícil elección necesito tu consejo y tu auxilio. Estaré perdido sin tu presencia, Señor.

Por eso, desde este humilde lugar te pido, Señor, valor, fortaleza y sabiduría para seguirte, pues sólo Tú eres Camino, Verdad y Vida. Yo me confieso pecador y necesitado de tu perdón. Y sé, Señor que sales a mi encuentro y me ofreces tu perdón. Gracias, Señor, porque, indigno de merecerte, Tú me lo das gratis y por amor. Y lo haces para mi bien y felicidad. Buscas mi gozo y mi dicha y, sin embargo, yo me resisto con mi necedad e ignorancia poniéndote obstáculos, resistencia para huir de Ti.

Perdóname, Señor, y ten compasión de este pobre pecador. Dame la paciencia, la fortaleza y la perseverancia de creer en Ti y de seguir tus pasos a pesar de mis pecados, mis impaciencias, mi soberbia, mis perezas, mis pasiones, mis egoísmos y todo lo que amenaza con alejarme de Ti, esclavizarme y perderme. Sácame del fango del conformismo y de la ignorancia de creerme bueno. 

Sácame de la incapacidad de no ver mi incapacidad para amar y de todo lo que me impide rendirme a los placeres del mundo y a mis propios egoísmos. Renueva, Señor, mi corazón y fortaléceme con la perseverancia de permanecer en tu presencia y de optar siempre por estar a tu lado. Hazme dócil a tu Palabra y, como Leví, darte una respuesta humilde, decidida y fiel para seguir tus pasos y entregarte mi vida. Toda mi vida. 

Enséñame la forma y el camino de servirte en los hermanos según tu Voluntad. Muéstrame, Señor, el camino que debo seguir para responder a tu llamada, y dame sabiduría, fortaleza y perseverancia para seguir decididamente sin titubeos y con firmeza. Amén.

miércoles, 30 de agosto de 2017

GRACIAS POR TU MISERICORDIA, SEÑOR

Gracias, Señor, por esa oportunidad que me ofreces sin merecerlo. Gracias, Señor, por esa posibilidad que me das de perdón a pesar de mis culpas y pecados. Gracias, Señor, porque, mereciendo ser condenado, me ofreces tu perdón, rescatándonos con tu Muerte y Resurrección, para darnos la salvación eterna. Por todo eso, Señor, te doy las gracias, que nunca bastarán para alcanzar esa Misericordia que Tú nos das.

Hay momentos que me sobresalto cuando constato esa posibilidad de salvación que Tú, Señor nos ofreces. Porque no lo entiendo ni merecemos tal perdón. Y porque Tú no ganas nada con eso. Lo haces de forma gratuita, y soportas todas nuestras injurias, insultos, blasfemias y pecados con infinita paciencia, respondiendo con verdadero amor y misericordia. 

También, eso me ayuda a reconocer todas mis miserias y pecados, y tu grandeza, Señor. Me llena de esperanza, y no entiendo como muchos te rechazan, el saber que nos salva y que nos preparas un lugar el la Casa de tu Padre. Gracias, Señor. Pero, te pido con mucha insistencia, que nos des la sabiduría y la voluntad necesaria para corresponderte y vivir en tu palabra y verdad.

¡Sálvanos, Señor, de la incoherencia, y danos la virtud de la sinceridad y la verdad! Te rogamos, Señor, que nos llenes de paciencia y perseverancia, para no desistir ante las tentaciones, desalientos y frustraciones que la vida nos deparan, y inundanos de la alegría que se apoya en la esperanza de sabernos salvados por tu Infinita Misericordia.

 Ayúdanos, también, Señor, a ser misericordiosos con nuestros prójimos y a proclamar siempre la verdad de nuestra vida. A no escondernos ni a falsearlas. A presentarnos tal y como somos y a tener la suficiente humildad para reconocernos pecadores y pedir, confiado en tu Misericordia, el perdón de nuestros pecados. Amén.

sábado, 15 de julio de 2017

ORACIÓN Y RUTINA

Cada día parece igual al otro. Sale el sol por el mismo lugar, y se vuelve a marchar por el de siempre. Y, aparentemente, ocurren las mismas cosas del día anterior. Es verdad que, de vez en cuando, hay algún suceso o noticia diferente que parece cambiar la rutina, pero la sustancia de cada día es muy parecida. Por lo menos, a título personal de cada uno.

Sin embargo, todo es diferente, porque Dios está en todo, y, por supuesto, contigo. Y Dios no se repite, pues dejaría de ser Dios. Dios es siempre Dios y su eternidad es infinitamente plena de gozo y felicidad. Y eso no puede aburrir ni hacerse rutinario. 

Sucede que tú y yo no lo vemos, ni lo comprendemos, ni apreciamos esas diferencias de cada día. Para empezar Dios no tiene espacio ni tiempo. Es eterno, y eso cambia toda nuestra forma de ver las cosas y de entenderlas. Cada día, si lo miramos desde la mirada de Dios, toda cambia y es diferente. Y en esa mirada descubrimos nuestra pequeñez y pobreza, y la necesidad de luchar para sostenernos en el Señor y desprender amor y misericordia.

Esa es nuestra petición de hoy. Sácanos Señor, de la rutina de quedarnos atrapados con y en las cosas de este mundo inmóvil. En movimiento, pero parado y caduco en el tiempo. Ábrenos los ojos y llénanos de abundante misericordia ante los acontecimientos de cada día para verlos con tus Ojos y tu Mirada. Eso, simplemente, le dará un matiz y un color amoroso y diferente, cargado de luz y de alegría, a cada día de nuestra existencia.

Eso queremos pedirte hoy Señor, que nos hagas ver las diferencias de cada día que se esconden en nuestros corazones y tratar de vivirlas. No desde la indiferencia, sino desde el amor y la misericordia. Llénanos de tu Espíritu y danos motivos ilusionantes para, aceptando tu camino de espinas, soportarlo con entrega, voluntariedad, alegría y gozo. Amén. 

lunes, 3 de abril de 2017

SÓLO QUIERES MI ARREPENTIMIENTO


Sabes, Señor, mis debilidades y mis caídas; sabes de mis pecados y de mi necesidad de perdón. Porque sin tu Misericordia, Señor, ¿a dónde voy? Imposible sostenerme inmaculado, ni siquiera perseverante en esa intención inmaculada. Porque soy débil, frágil, pecador. Estoy herido y tocado por la tentación, y mi naturaleza manchada y malherida clama misericordia para sobrevivir.

Y, Tú, Señor, vienes a dármela. «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?». Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más». Estas Palabras pronunciadas por Ti, Señor, dejan bien claro que tu intención es misericordiosa. Vienes a perdonarnos y a, con tu Misericordia, a salvarnos.

Como a la mujer adultera, nos defiendes y nos salva de la condena de los demás, porque les haces ver sus pecados y sus limitaciones. ¿Cómo juzgar a los demás cuando mi corazón está herido por mis propios pecados? Y, salvado de los demás, Tú, Señor, único Juez que juzga, me perdonas y me das la paz. Eso sí, sin antes aconsejarme que no peque más.

Danos, Señor, esa fuerza y voluntad para saber apartarnos de las tentaciones que este mundo nos presenta, y, alejados de ellas, sostenernos y perseverar en tu Voluntad. Danos la Gracia de superar y vencer nuestra ambición, vanidad y egoísmo que nos debilitan y nos inclinan al desamor y al egoísmo. Danos, Señor, un corazón contrito y dolido de los pecados, que nos mueva a la contrición y al compromiso de no volver a pecar. Porque esa es tu Voluntad.

Se lo has dicho a la mujer adultera y a todos los que has defendido y curados, y me lo dices a mí también. Señor, eso quiero también yo, no volver a pecar. Esa es mi intención y eso te pido, que me des la sabiduría, fortaleza y voluntad para no pecar más. Amén.

lunes, 13 de marzo de 2017

PERDÓN Y MISERICORDIA

Lo justo es que lo que recibes, tú también desees que otro lo reciba. Es decir, amar como deseas ser amado. O lo que es lo mismo, desear que traten a los demás, tal y como tú quieres ser tratado. Eso ya nos lo había dicho Jesús. Viene desde la Ley y los profetas: "Amar al prójimo como a ti mismo".

Sin embargo, Jesús da un giro de tuerca y se pone Él como ejemplo: "Ámesen unos a otros como yo los he amado". Él es la referencia y el ejemplo a seguir. De modo que, ya no vale amar como a mí mismo, sino como nos ama Jesús. Esa es la perfección y el criterio. Así, cuando te presentas delante de Él adviertes que sí tú no estás dispuesto a perdonar las ofensas recibidas, tampoco el Padre te perdonará tus ofensas.

Eso lo recordamos todos los días en el Padre nuestro, pero quizás lo olvidamos con relativa frecuencia. Cuando el perdón se me atraganta, recuerda que Dios te está perdonando a ti, y que, en su presencia, te exigirá que tú también perdones. Luego, perdonar las ofensas recibidas de otro, es recibir el perdón de Dios. El premio no es proporcional, porque recibir el perdón por tus ofensas y pecados al Señor no tiene precio, ni tus méritos tienen valor para ello, pues son finitos, mientras lo recibido de Dios es Infinito. Su Amor es Infinito.

Dios mío, te pedimos que nos revistas de sabiduría para, si no entender, sí, al menos, perseverar con paciencia y fidelidad a tu Palabra. Y aumentar nuestra fe y esperanza a la gratuidad de tu Amor, que nos llena de tu Gracia, gozo y alegría eterna. Amén.

lunes, 7 de noviembre de 2016

DEBILIDADES Y ESCÁNDALOS

Por nuestra condición pecadora somos débiles y frágiles, y, por supuesto, fallamos y damos mal testimonio y ejemplo. Sin darnos cuenta podemos escandalizar a otros. Pero, sobre todo, si somos conscientes nuestra responsabilidad es todavía mayor. Por eso necesitamos la oración y la asistencia del Espíritu Santo, para estar y permanecer vigilantes y fortalecidos por su Gracia. 

La lucha es constante y diaria. El mundo nos tienta cada instante y el demonio actúa con astucia para distraernos, seducirnos y hacernos ver que nuestro gozo y felicidad se encuentra en este mundo. Y para ello, lo inmediato es alejarnos del Señor. Logrado eso nos tiene a su merced y nos hará unos tristes hombres sin esperanza y sometidos a los placeres caducos del mundo.

Somos afortunados porque el Señor nos perdona y nos advierte de que también nosotros tenemos que perdonar las veces que sea necesario siempre y cuando se manifieste el deseo y arrepentimiento del pecado cometido. Por eso Jesús nos dice: «Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, le perdonarás».

La Misericordia de Dios es Infinita y esa es nuestra salvación. Dios nos perdona todas las veces que sea necesario, pero nos pide el arrepentimiento de nuestros pecados. Y esa es nuestra petición que hoy te presentamos, Señor. Una petición de agradecimiento por tu inmensa Misericordia que nos da vida y esperanza. También te pedimos que nos des la virtud y la fortaleza de ser misericordiosos con nuestros hermanos y  sepamos perdonarles, siempre y cuando ellos nos ayuden con sus arrepentimientos y buenas intenciones. Amén.

jueves, 11 de agosto de 2016

NUESTRA VIDA DEPENDE DEL PERDÓN



Todas nuestras esperanzas descansan en el perdón. Este año, proclamado por el Papa Francisco, como año de la Misericordia, nos marca el camino y el rumbo de lo que tiene que ser nuestra vida. Vida vivida en la Misericordia como el Padre. Y no busquemos otra hoja de ruta, porque esa es la única.

En la parábola del siervo cruel (Mt 18,21—19,1), Jesús nos deja claro cual debe ser nuestra actitud de perdón ante los demás. Porque en esa medida del perdón que estemos dispuestos a dar, así también nosotros seremos perdonados. Y si el Señor nos propone eso, debemos confiar y creer que podemos hacerlo, porque nada imposible nos exigirá nuestro Señor.

Primero, porque en y con el Señor podemos lograr todo lo que nos propongamos siempre que sea su Voluntad. Porque para Él no hay nada imposible. Por lo tanto, esperanzado y confiados, pidamos al Señor que nos llene de su Gracia para estar en disposición de perdonar todas las ofensas recibidas tal y como Él nos perdona a cada uno de nosotros.

Nuestras vidas dependen del perdón. No viviremos en el Señor si no estamos dispuestos a perdonar. Ese es nuestro primer paso de conversión: Decirle al Señor que nos ponemos en sus Manos para que nos moldee como el alfarero y nos transforme nuestro corazón en un corazón nuevo capaz de perdonar todas las ofensas recibidas. Sabemos que, por nosotros mismos, no podemos alcanzarlo, pero sí en el Señor.

Todo nuestro camino está lleno de perdón. Vivimos porque hemos sido perdonadaos por el Señor. Y si observamos, vemos que también hemos recibido mucho perdón en nuestra vida de nuestros padres de la tierra, hermanos, amigos y personas en general. Necesitamos perdonar para ser perdonados. Pero, también sabemos por experiencia, que hay ofensas que nos cuestan mucho perdonar. Nuestra soberbia es la muralla que nos lo impide.

Pidamos al Señor la humildad y la fortaleza de, por la Gracia del Espíritu Santo, superar todos esos obtáculos que generados por nuestra soberbia y egoísmos se resisten a no dejarnos perdonar. Amén.

lunes, 20 de junio de 2016

NO JUZGAR NO ES PERMANECER EN SILENCIO



Juzgar no es simplemente estar en silencio y no hablar mal o bien de nadie. Juzgar es también permanecer pasivo y quieto ante lo que nos proponen los demás. Posiblemente, con la boca cerrada y el pensamiento controlado, evito juzgar a las personas, pero si me inhibo de actuar posiblemente esté también juzgando. Porque estamos obligados moralmente y libremente a corregir las malas acciones y animar las buenas.

Cuando miro para otro lado, evitando mi juicio, puedo estar actuando mal si no trato de, prudentemente y con mucha caridad y tacto, ayudar a poner luz en esa acción concreta. Y, de la misma manera, animando a aquellas que construyen y son buenas. No es fácil abstenerse y simplemente callarse.

Claro que se trata de no emitir juicios por adelantados y por las apariencias, y sin conocimiento de lo ocurrido o por los rumores que se oyen. E incluso antes hechos consumados, porque no sabemos las causas que han empujado a esas personas a actuar así. Porque somos pecadores y nuestras debilidades, a veces de forma inexplicables, nos llevan a actuar inexplicablemente, valga la redundancia. Jesús también nos advierte de esto otro en Mt 18, 15.

Se trata de buscar luz en Jesús. Él no nos juzga, porque está siempre abierto a perdonar. Ese es el criterio. Estar como Jesús abiertos a perdonar. Es decir, ser Misericordiosos como el Padre. Es, precisamente, el año que estamos viviendo por orden del santo Padre Francisco, el año de la Misericordia. Y ese es nuestro objetivo: Misericordiosos como el Padre.

No juzgar significa actuar con misericordia, y eso se traduce por perdón. Y quien perdona, no juzga, sino acoge, comprende, escucha y acepta, ofreciendo la oportunidad de limpiarse y esforzarse en no volver a pecar. Sí, Padre, eso te pedimos, actuar en cada momento de nuestra vida, no tanto indiferentes, pasivos y en silencio, sino, prudentemente, abrir nuestro corazón con misericordia y amor. Amén.

miércoles, 13 de abril de 2016

DAME DE ESE PAN, SEÑOR, PARA SACIAR MI HAMBRE Y AUMENTA MI FE PARA JUNTO A TI NUNCA MÁS TENER SED




Es posible que comamos de ese Pan Eucarístico con frecuencia, y, quizás, no experimentamos que nuestra vida crece en santidad. Al contrario, pensamos que nos acostumbramos a Pan Eucarístico y nuestra vida sigue igual. Nos experimentamos instalados, acomodados, pero no es ese nuestro deseo, Señor.

Sentimos inclinación a la comodidad, al placer, al confort y la buena vida, pero no lo aceptamos, porque hay muchos hermanos, a los que Tú quieres salvar y aliviar sus vidas, que padecen hambre y sed y no puede saciarla. Y también padecen esclavitud, persecuciones y amenazas de muerte.

Porque sabemos también, Señor, que hay muchos niños asesinados en el vientre de sus madres, y otros muchos que son esclavizados a trabajar, explotados y mal pagados y despojados de sus derechos de niños a recibir una educación y desarrollo normal como niños. Nosotros nos resistimos a esos deseos y luchamos contra ellos. No queremos mirar para otro lado, pero, eso sí, Señor, experimentamos nuestra pobreza y debilidad, y caemos en esos apegos y apetencias. Nos descubrimos pecadores.

Por eso, Señor, cuando te oímos decir que vienes enviado por el Padre para darnos el Pan de Vida Eterna resucitándonos, y que de lo que el Padre te ha dado no pierdas nada, nosotros exultamos de alegría y vamos corriendo a Ti. Porque sabemos de tu Misericordia como la del Padre.

Gracias, Señor, por perdonar todos nuestros pecados, pero te pedimos Señor que nos ayude a cambiar, a transformar nuestros corazones en corazones generosos, misericordiosos y dispuesto a darse como Tú, Señor, te nos das a nosotros. Experimentamos que nosotros no podemos cambiar sin tu Gracia, y es eso lo que te pedimos: ¡Cambianos, Señor!

domingo, 13 de marzo de 2016

SUJETOS A LA LEY, LIBERADOS POR EL AMOR



Esa es nuestra historia, sometidos, por el pecado, a la ley y la justicia, y esclavos de su cumplimiento, que cargamos más en los pobres y excluidos, que en los poderosos y privilegiados. Porque estando la ley en manos de los hombres es administrada según sus intereses y egoísmos. Así, aquella mujer que quisieron lapidar, fue muchas veces gozo y placer de todos ellos. ¿Y quién nos da derecho a matarla, cuando la hemos usado cosificándola? La hipocresía nos tiñe de vergüenza hasta el punto que nos impide lanzar la primera piedra.

Hacen la ley, pero luego la cumplen según les convenga. Una ley que no es justa para todos, sino que regula sus intereses y egoísmos. Una ley que, a veces, cuando los interese lo demandan se hace flexible, tolerante, comprensiva y hasta misericordiosa. Pero que no actúa siempre así, dependiendo de privilegios y situaciones que diferencian a unos de otros. Todos tenemos el mismo Padre, pero, parece, que no nos trata, según el proceder de ellos, a todos por igual.

La diferencia está en el Amor. Dios nos ama, y aunque tengamos que pagar nuestros pecados, tenemos siempre la puerta abierta del arrepentimiento y del perdón. No estamos muertos ni condenados. Todo lo contrario, estamos perdonados y salvados. Ya ha pagado nuestro Señor Jesús por cada uno de nosotros, pero, no todo está hecho. Nuestro Padre Dios quiere que nosotros colaboremos. Esa es la razón de nuestra libertad, no hay otra.

Y, por el hecho de ser libres, tenemos la oportunidad de creer en Jesús o de rechazarle. Ese es nuestro dilema: 15 »Hoy te doy a elegir entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal... leer más. Por eso, experimentamos deseos, Señor, de rogarte, postrados a tus pies, que nos des el don de tu Amor para liberarnos del pecado que nos domina y nos somete a la ley de las tinieblas. Danos esa capacidad de ser misericordiosos como el Padre y de estar en actitud de perdonar tal y como el Señor nos perdona a cada uno de nosotros.

Enséñanos, Señor, a hacer realidad en nuestra vida la oración del Padre nuestro, y de vivenciar el perdón que recibimos de tu Mano generosa, perdonando nosotros también a los que nos ofenden. Amén.

jueves, 17 de septiembre de 2015

ORAR ES SUPLICAR PERDÓN



Cuando oramos estamos pidiendo perdón. Porque sólo el que se sabe perdonado es capaz de pedir. Nadie se atreve a hablar con otro, y menos pedirle algo, si está en enemistad con él. Por eso, la oración de petición supone el conocer la Misericordia y el perdón de nuestro Padre. Por eso nos atrevemos a llamarle Padre nuestro y a pedirle, no sólo el pan de cada día, sino su Gracia, su Perdón y Misericordia.

Padre nuestro del Cielo, danos tu perdón por tantas ofensas que te hacemos cada día. Ofensas que se concretan en nuestros hermanos, desoyéndolos, maltratándolos, olvidándolos y siendo indiferentes ante sus dolores, problemas y carencias. Perdónanos Señor porque no somos dignos de merecerlo. Pero nos anima la esperanza de conocerte en Jesús, y saber de tu Misericordia y de tu Amor.

Por todo ello, como aquella mujer pecadora, hoy suplicamos tu Misericordia, y te pedimos voluntad para, siendo fuertes, ser capaces de perseverar y ser constantes en sostenernos en tu Amor, viviendo esforzados en hacer realidad tu amor. 

Danos Señor la Gracia de no desfallecer, de no derrumbarnos en la dificultad, ante los malos testimonios y en las incomprensiones y limitaciones de nuestro propio ser. Danos la paciencia de soportar y aguantar las tempestades que asolan nuestra fe y tienta nuestra perseverancia y constancia. 

En ti, Señor, ponemos toda nuestra confianza y nuestra esperanza. Amén.


jueves, 13 de agosto de 2015

ESTOY VIVO POR TU PERDÓN



Mi vida depende del perdón de Dios. Me ha permitido por su Misericordia y Amor estar vivo y perdonado. Y con la gran oportunidad de vivir inmensamente feliz para toda la vida. Mi salvación la Cruz, en la que Jesús, el Hijo de Dios, entregó su Vida para la remisión de todos los pecados. Desde entonces la Cruz es signo de salvación.

Pero ese perdón recibido desde la Cruz y ofrecido con tu muerte, Señor, lo revivo en la medida que yo soy capaz también de perdonar. Tú me has perdonado para que yo también perdone. Sabes que no soy capaz ni tengo fuerzas para hacerlo. Mi débil humanidad es frágil y  fracasa en cada intento misericordioso, pero unido a Ti, Señor, la cosa cambia. Contigo soy triunfador y capaz de perdonar a los que me ofenden.

Te pido, Señor, la fuerza y la paciencia para soportar todo el peso que me ofende y que se me resiste a mi misericordia. Necesito perdonar en la misma medida que Tú me has perdonado, y experimento que sólo en tu Amor puedo encontrar esa Gracia que me transforme y me dé un corazón de carne compasivo y capaz de ser misericordioso.

Quizás todo vaya despacio, al menos a mí me lo parece. Quisiera perdonar y abrazar a todos los que me han ofendido y he ofendido, pero no hago, ni lo uno ni lo otro. Experimento impotencia y mis sentimientos me frenan. Se descubren los complejos, los miedos y quedo atenazado por mis propias cadenas. Mi voluntad se debilita y me doy cuenta que todo depende de Ti y cuando Tú lo dispongas y quieras.

Dame Señor la sabiduría y la fuerza de dominar mi voluntad y dirigir mi libertad para ser compasivo, misericordioso y paciente ofreciendo el perdón a todos aquellos que se presenten en mi vida y me lo reclamen. En tus Manos, Señor, me pongo. Amén.