La vida pasa rápido y todo lo vivido, aún en gozo y alegría, se borra, se olvida y no deja huella. La vida se nos escapa y nos desesperamos y agarramos a ella angustiosamente y ansiosamente. Empezamos a darnos cuenta de nuestra locura y equivocación. Esta vida pierde todo su sentido con la muerte, porque ese no es su destino.
La vida fue creada para ser eterna. Viene de Dios y Dios es eterno y nos ha creado para vivir junto a Él. Nos lo revela su Hijo, nuestro Señor Jesús. Así de sencillo, no hay otra explicación que se le pueda dar y que le dé sentido. Lo sencillo necesita la sencillez para entenderse. Por eso necesitamos ser humildes y, como niños, creer en lo que se nos dice.
Además, está escrito e impreso en nuestro corazón. El Señor ha dejado su huella dentro de nosotros y no podemos obviarlo a pesar de nuestra indiferencia y necedad. La vida en este mundo se hace camino, para perdiéndola ganarla para la verdadera Vida Eterna. Esa de la que Jesús, el Hijo de Dios, nos habla y nos promete como enviado por su Padre.
Por eso se ha hecho Palabra y ha acampado entre los hombres, para darnos a conocer el Camino, la Verdad y la Vida. Sí, Señor, hoy te pedimos que nos renueves por dentro, que transformes nuestro corazón viejo, duro y encallecido, en un corazón renovado, nuevo, joven, lleno de tu Gracia y disponible a darse hasta el extremo de entregar su vida por amor.
Sí, Señor, danos esa sabiduría que nos llene de luz y de verdad, y que destruya la mentira del pecado que contamina y debilita nuestro maltrecho corazón. Sí, Señor, te esperamos y abrimos nuestros corazones a tu Gracia y, por ella y con ella, permanecemos fieles a tu Palabra. Amén.
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