A la hora de dar testimonio y proclamar la Palabra nos encontramos con serías dificultades que nos impiden hablar y proclamar la Palabra de Dios. Unas son dificultades que naces desde dentro de nosotros mismos, y otras nos vienen de afuera. Sin lugar a duda, las más peligrosas y difíciles de vencer son las interiores, es decir, las que nacen de dentro de nuestros corazones.
Nuestros propios miedos, nuestras pasiones, nuestras perezas, desganas, apetitos, comodidades, consumo y muchas otras. Pero, también hay otras afuera que, aunque estimo que en menor medida, también nos presentan serias dificultades para poder proclamar la Palabra de Dios. Tales como el poder, la fuerza, la riqueza, la ambición, la vanidad, el respeto humano, la envidia...etc. Tanto unas como otras son murallas que se levantan en nuestro camino impidiéndonos dar a conocer la Palabra de Dios.
Pero, también nos impide dar testimonio y ejemplo el sentirnos ridículos y amenazados en otras ocasiones por aquellos que quieren excluir a la Palabra de Dios de la sociedad y del círculo social donde vives. Por eso, se hace necesario utilizar a diario nuestra principal arma, la oración. Una oración encarnada en nuestra propia vida que, auxiliada por la acción del Espíritu Santo, nos dé paz, sabiduría y fortaleza para superar todos los obstáculos y anunciar la Palabra desde la vivencia y el testimonio personal.
Por todo ello, Señor, desde esta sencilla y humilde página, abro mi corazón a tu Gracia para que derrames ,en mí y en todos los que también lo deseen y lo pidan, la sabiduría, la fortaleza y la paz que nos fortalezca y nos capacite para anunciar y transmitir tu Palabra, Señor. Amén.